martes, 6 de agosto de 2013

San Martín de los Andes - Lanín cara norte y lago Tromen

By Sole y Seba

Una vez más nos levantamos y vimos que el cielo estaba nuboso, “ojala que sea nuevamente la niebla”. Y así fue, luego de un rato se despejó.
Después de desayunar, alrededor de la 9:15 hs fuimos a retirar el auto que habíamos alquilado. Nos habían asignado un Chevrolet Celta blanco de unos 2 años de edad. Seba se sentó detrás del volante y condujo hacia la salida de SMA. Tomamos la ruta nacional 40 (ex 234), hasta el desvío de la ruta 23, que tras cruzar el arroyo o tal vez río Malleo se transformó en RP 60. Nos adentramos en un camino con curvas, contracurvas y algo de desnivel, pero por lo menos pavimentado. Unos kilómetros más adelante volvimos a cruzar el río Malleo por un puente que decía “en reparación”, que sólo tenía las tablas transversales y le faltaba las longitudinales, por donde suelen ir las ruedas del auto, como si estuviese avanzando por el foso del mecánico. Ante la ausencia de las tablas longitudinales, con cada giro de rueda se escuchaban una infinidad de ruidos provenientes de las maderas que pisábamos.
A medida que avanzábamos fuimos identificando unos macizos rocosos que habíamos visto en nuestra visita anterior al Parque Nacional Lanín, que por su forma recibían el nombre de “la mesa”, “la virgen” y “la muela”. De fondo el Lanín, que nos acompañó gran parte del camino y nos fue atrayendo como un gran imán.
A poco de cruzar el río Malleo por segunda vez encontramos el portal del Parque Nacional, a partir del cual desapareció el pavimento y el camino se hizo de ripio, con bastante serrucho. Avanzamos primero entre un bosque de araucarias, donde cada tanto había lugares para detenerse y descansar, donde sólo estaba autorizada la permanencia diurna y no se podía acampar. Luego de 10 km llegamos a la seccional del guardaparques Tromen. Ahí aparcamos el carro, como diría un venezolano. Habíamos recorrido un total de 107 km desde SMA.



Bosque de araucarias con el Lanín de fondo con sus caras norte y sur de perfil.

El guardaparques nos informó los senderos que podíamos hacer, cosa que obviamente Seba ya había estudiado y sabía de antemano. Qué estudioso que es y cómo le gustan los mapas!!!!
Decidimos comenzar con la caminata por el sendero al Mirador del lago Tromen. El cartel de informes estimaba un tiempo de 2:30 hs entre ida y vuelta, con una dificultad media/alta. Así que pensamos tardar 1 hora y algo para subir, almorzar arriba y luego bajar, para posteriormente ir a la base del Lanín.
Luego de unos metros de pastizal y arbustos bajos llegamos a un gran lecho de arena oscura, casi negra, algo húmeda en algunos sectores, que culminaba en un puente de troncos sobre un pequeño flujo de agua, el arroyo Turbio.
Pasado esto, la vegetación fue haciéndose más espesa con muchas cañas colihues y sotobosque de flores y helechos. No me gustó que hubiese tantas cañas, porque en general donde hay este tipo plantas suele haber roedores. Salvo algunas decenas de lagartijas y algunos pajaritos, no vimos otros seres vivientes en nuestro camino. Todo este trayecto fue en sentido francamente ascendente; la parte más dura del sendero. Luego de estos 15 minutos de ascenso más pronunciado el camino se fue aplanando, con un desnivel más leve para culminar en una gran estructura rocosa que era el mirador, que se anunciaba con un cartel que decía  “Mirador sin barandas”. Al no ir con niños no hubo ningún riesgo, pero algún curioso podría caer fácilmente al vacío. Nos llamó la atención cuando llegamos, porque apenas habían pasado 25 minutos de caminata, “ya llegamos???”, nos preguntamos cuando vimos que el sendero se acababa.
A nuestro frente estaba el lago Tromen de un color por momentos azulado, por momentos turquesa, muy bonito.


Lago Tromen desde el Mirador
Por detrás, el gran amor de Seba… el Lanín!!!


Volcán Lanín desde el Mirador.
Luego de la correspondiente sesión de fotos, nos sentamos en unas piedras a almorzar, mirando el volcán y dándole la espalda al lago. Comimos los sándwiches de lomito y queso que habíamos llevado. Hasta hubo tiempo de mirar el Lanín en detalle con los binoculares, identificando los refugios, la espina de pescado y glaciares, casi insignificantes si uno los comprara con los de la cara sur. No lo aclaré, pero nuestra vista era la de la cara norte, por la que usualmente se hace el ascenso al volcán.
Rápidamente descendimos, en 15 minutos. En fin, tardamos muchísimo menos de lo que indicaba el cartel, 40 minutos (sin contar el almuerzo) en lugar de 2:30 hs.

Seguimos por el sendero que conducía a la base del volcán, que según el guardaparques se hacía en un tiempo estimado de 40 minutos. La primera mitad de la senda era compartida por peatones y vehículos autorizados, según informaba un cartel que prohibía el ingreso a otro tipo de automóviles. De todas maneras, apenas nos cruzamos con un par de personas que venían caminando. Parte de los árboles de este sector estaban secos, consecuencia de un incendio ocurrido en el año 2009.


Muchos árboles quemados, una gran tristeza.

La segunda parte, transcurría entre un bosque de lengas medianas, de fácil circulación. A los costados del camino varios carteles instaban a no arrojas basura y a disfrutar la experiencia. También recomendaban nos avanzar en la ascensión si el estado físico o del tiempo no eran óptimos: “la montaña siempre va a estar ahí esperando”.
A los 30 minutos salimos de la línea del bosque; ahí terminaba el trekking a la base y se iniciaba el ascenso propiamente dicho, a una altura de 1220 msnm. Seguimos avanzando unos 5 minutos siguiendo la huella. Estacas amarillas de poco más de medio metro marcaban el sendero imaginario por entre la arena y la roca volcánica, de color gris oscuro a rojizo. Luego de la 2º marca, las estacas comenzaban a estar numeradas y tenían una caña de colihue seco con un plástico que oficiaba de banderín, facilitando la visibilidad de las mismas.
El sol golpeaba fuerte al igual que el viento oeste, que dificultaba el avance y cargaba la cumbre de nubes que no podían superar el escollo de 3776 metros que encontraba en su camino hacia el este.
Luego de 15 minutos de caminata fuera del bosque, nos sentamos sobre unas piedras cerca de la estaca número 4, mirando hacia el inicio de la espina de pescado. Tratamos de seguir con la mirada la senda que ascendía a los refugios. Seba había hecho este camino en enero de 2006, en un intento de ascenso que se truncó antes de llegar a los refugios por una fuerte tormenta.


Dos pasiones: Racing y el Lanín.

Tras hidratarnos, comer frutas secas y ver como bajaban de la montaña un grupo de militares, nos sacamos más fotos y emprendimos el camino de regreso, girando el cuello para dar una (ante) última mirada al volcán. En el trayecto nos cruzamos con una pareja que estaba filmando a un pájaro carpintero que golpeaba con su pico rítmicamente el tronco de un árbol. En poco más de 30 minutos estábamos en el estacionamiento, listos para subir al autito e ir a la costa del lago Tromen. 
El lago estaba a 3 km por camino de ripio en bastante mal estado, con un arroyo en el medio que tuvimos que vadear, y sectores estrechos donde prácticamente no pasaban 2 autos a la vez. Tras sortear todos esos obstáculos, como pasar a milímetros de otro auto que venía en sentido contrario en el sector más estrecho, estacionamos a escasos metros del lago. Cuando bajamos y nos acercamos al mismo el fuerte viento nos hizo regresar raudamente al auto; no era un buen lugar para unos mates.



Emprendimos el regreso hacia el sector de guardaparques, y de ahí el camino que conducía a la ruta. Nos detuvimos cerca del bosque de araucarias que habíamos pasado cuando ingresamos al parque, donde bajamos a buscar un lugar tranquilo y sin viento para  tomar mate. Finalmente nos sentamos en unas piedras cerca de la orilla del Río Malleo. En ese momento una gran nube se posó sobre la cumbre del Lanín, no volviéndola a ver.
Un rato más tarde volvimos a subir al auto para regresar a SMA. Seba se despidió múltiples veces de su volcán, aminorando la marcha a cada ratito para “una última mirada”, hasta que lo perdimos de vista. En el viaje de regreso nos cruzamos con muchas camionetas, de todo tipo, una más grande que otra, y casi en su mayoría con patente chilena.
Esa noche cenamos en Pulgarcito. Esta vez en lugar de pastas, elegimos una milanesa a la napolitana con papas fritas y un filete de merluza a la romana con puré, con una ensalada de frutas de postres.

Síntesis de los trekkings en el sector Tromen: 
Mirador Tromen: exigente pero corto ascenso constante por bosque y cañaveral, en 30 minutos o menos se llega arriba y se tienen excelentes vistas del Lago Tromen y Volcán Lanín.
Senda al inicio del ascenso a cara Norte del Lanín: desde el estacionamiento sobre la ruta son unos 25-30 minutos bastante planos. Cuando se sale del bosque puede seguirse el camino por terreno de roca volcánica hasta el inicio de la “espina de pescado”. Ideal para la familia y para sentir la experiencia de tocar el volcán.

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