sábado, 13 de octubre de 2018

La odisea de llegar a Santorini

By Sole

Buenos Aires, 16 de febrero 2018

Con las expectativas y ansiedad que acompaña el inicio de cada viaje apagamos las computadoras del trabajo, agarramos las valijas y nos fuimos a Ezeiza.

Unos minutos antes de las 12 de la noche despegamos en el avión de Turkish hacia a San Pablo donde hicimos la primera escala. Un par de horas después, y con el pasaje parcialmente renovado, continuamos viaje hacia Estambul.

Una vez más nos enfrentamos al cruce de varios husos horarios y la desorientación consecuente. Dormimos, miramos películas y entre todo eso comimos, comimos y comimos. Justamente la comida es una de las cosas que más contribuye a la desorientación temporal… Partimos de San Pablo a las 5:00 de la mañana (04:00 de la Argentina), y al rato recibimos un suculento desayuno con frutas, quesos, un omelette, pan y manteca. Después siguieron los sándwiches, y poco antes de aterrizar, ya no sé qué hora era, llegó la cena con ensaladas, estofado de ternera con arroz y vegetales, y una porción de torta. Luego de haber hecho los últimos viajes largos con American y LAN, el servicio a bordo de Turkish fue la gloria!


Cruzando husos horarios

Servicio de primer nivel by Turkish

Estambul, 17 de febrero 2018

A las 22 horas de Estambul aterrizamos. Como si el tiempo no hubiese pasado, el aeropuerto era tal cual lo recordábamos del viaje que habíamos hecho en 2014: los free shops llenos de turkish delights, el Simit Sarayi con sus tentadores panes, y la librería con gran variedad de libros en inglés.

Prometimos comprar un simit al regreso

 Aprovechamos las 3 horas que teníamos antes del siguiente vuelo para estirar las piernas y buscar la puerta de embarque que resultó ser la última, donde se acababa el aeropuerto.
Coincidimos en la sala de embarque con una mujer rusa muy extraña que emanaba ansiedad por todos los poros. Ni bien nos acercamos a la zona nos preguntó si teníamos wifi, ante la respuesta negativa continúo haciéndole la misma pregunta a todos los que se iban sumando a la espera. Luego de buscar insistentemente una red para conectarse, se quitó las botas –dejando un terrible olor a pata en el hall- y bebió varios sorbos de una petaca que sacó de la cartera. Cuando faltaban pocos minutos para el embarque se colocó delante de la fila que se había formado, y los empleados tuvieron que atajarla un par de veces en las que intentó abrir la puerta que conducía a la pista. Durante el vuelo no tuvimos noticias de ella, pero ni bien el avión posó las ruedas en el suelo, y aún estaba carreteando, la vimos pasar raudamente hacia la puerta delantera. No sabemos si sufría un ataque de ansiedad, o si estaba drogada o traficando sustancias prohibidas... era más sospechosa que cualquiera de los personajes que suelen verse en “Alerta Aeropuertos”.


Atenas, 18 de Febrero 2018

Minutos antes de las 2 de la mañana estábamos en el aeropuerto de Atenas donde hicimos migraciones y nos reencontramos con la maleta. Ahí no terminaba la travesía: teníamos que tomar el ferry hacia Santorini que partía del Pireo a las 7:30 horas.

La espera en el aeropuerto

Como era invierno -la temperatura no llegaba a los 10ºC- y habíamos leído que en el puerto no había un lugar para esperar, decidimos quedarnos en el aeropuerto. Por el horario estaba desolado y apenas había un café y un drugstore abiertos. Nos acomodamos en una de las mesas de Puro Gusto y tomamos un capuccino mientras dábamos señales de vida aprovechando la conexión gratis de wifi.

A las 04:00 tomamos el bus x96 hacia el Puerto Pireus. A tan temprana hora no había tránsito, y al haber pocos pasajeros tampoco hicimos muchas paradas. Fuimos siguiendo el recorrido en un monitor que iba indicando los nombres de las siguientes paradas, tanto en griego como en inglés. Entre que estaba focalizada en esa pantalla y afuera estaba bastante oscuro lo único que puedo decir del trayecto es que la primera parte fue por una autopista, luego pasamos por un área urbana con edificaciones bajas y negocios, y terminamos bordeamos la costa donde había varios carteles de “Yacht clubs” y panaderías/confiterías en las que había varios clientes. Esto último cobró sentido cuando recordamos que era la madrugada del domingo… era la gente había salido el sábado a la noche.

Siguiendo el recorrido en la pantalla

Teníamos que bajar en la última parada, que coincidía con el último embarcadero del Pireo: “gate E1”. Aunque la pantalla indicaba eso, cuando llegamos a la del “gate E7” el chofer anunció el final del recorrido y que debíamos bajar…  Terminamos un domingo a las 5 de la mañana (el viaje que iba a llevar 90 minutos apenas duró 55) con 9ºC de temperatura bajo un cielo oscuro (aún faltaban un par de horas para que amaneciera) en medio de una zona portuaria sin actividad, y a 2 km del muelle donde partía el ferry.

La sensación de estar en una película de suspenso, en esas en que nunca falta una escena portuaria oscura con todo tipo de criminales, nos llevó a salir raudamente hacia la avenida más cercana, Akti Kallimasioti. De camino pasamos junto a una parada de taxis; eran una opción por si después no encontrábamos el shuttle que recorría el puerto. Si bien la distancia no era mucha, las imágenes de google street view mostraban que no había un camino bien delimitado para ir caminando.

Lo único que parecía abierto en la zona era una panadería, Attika Bakery (Attika Aptonoieia). Al entrar notamos que vendía café y tenía mesitas para sentarse… Habíamos encontrado un lugar para esperar resguardados del frío! La variedad de galletas, bollerías, panes, sándwiches, tortas y ensaladas era tan amplia que costaba elegir que llevar. Los biscotis con frutos secos y pasas fueron un excelente acompañamiento para el capuccino. Los griegos saben cómo mantener feliz al estómago!

Attika Bakery

Compramos un roll y un koulouri (una rosca de pan) con semillas de sésamo, y a las 6:00, hora en que abría la taquilla de la compañía del ferry, fuimos a retirar los tickets que habíamos comprado previamente por Internet. Confirmamos ahí que el shuttle que iba de E1 a E7 estaba funcionando y era gratuito; la parada estaba a metros de la entrada al puerto que daba a la avenida. En pocos minutos estábamos en el último gate (o primero según como se lo mire), la imagen misma de la desolación. En ese momento comprendimos que lo mejor que nos había pasado esa mañana era que el chofer nos dejara donde nos dejó y haber encontrado la panadería.

Una hora antes del horario de partida ya estábamos en el ferry. Dejamos la valija más grande en la bodega y llevamos con nosotros el carry on; el hecho de que uno simplemente la apoyara en una “baulera” sin que nadie controlara nada nos generó desconfianza. Salvo un sector de primera clase y los camarotes, podíamos deambular y acomodarnos en el lugar del barco que quisiéramos. Recorrimos la zona de los bares con sus mesas y sillas, podrían ser un buen lugar para un viaje corto pero no para 6 horas… Las “salas de conferencia” tenían asientos acolchonaditos pero ninguna ventana… Finalmente entramos en un salón con varias filas de asientos mullidos y ventanales, “este es el lugar!” dijimos. Como había muy poca gente elegimos un par de butacas con vista al exterior.
La paz duró poco, minutos más tarde quedamos rodeados de orientales; varios estaban apestados y no dejaban de toser. Nuestro único deseo era que se mantuvieran quietos, lo más silenciosamente posible, que no nos contagiaran nada y que en ningún momento sacaran un pollo frito!

A las 7:30 horas zarpamos, y comenzamos a avanzar lentamente por las azules aguas del Egeo. Luego de tantas horas de vuelo y haber pasado toda la noche sin dormir, el movimiento oscilante del barco fue soporífero y superó la intención de no dormir para ajustarnos al horario local. Así que de los recuerdos de las primeras dos horas de viaje no son muchos.



A las 11:30 horas hicimos una parada en la isla de Paros para el ascenso y descenso de pasajeros. Desde la costa se veían las edificaciones blancas características de las islas griegas. Todo el movimiento, que no era mucho, estaba concentrado en las calles aledañas al pueblo. Invierno no es la temporada alta de las islas…


Isla de Paros

A las 12 horas seguimos viaje, y unos 40 minutos después hicimos la siguiente parada, esta vez en la isla de Naxos.

Isla de Naxos

En la planificación del viaje habíamos considerado visitar las islas de Paros o Naxos porque Santorini parecía demasiado turística. Pero al tener en cuenta la época del año y las actividades que ofrecían nos quedamos con Santorini que tenía varios senderos de trekking, restaurantes abiertos durante todo el año y un aeropuerto con vuelos con precios muy accesibles para regresar a Atenas.


Mientras tanto en el ferry...

La última parada fue a las 14:00 hs en la isla Ios. Para ese entonces ya estábamos aburridos… habíamos dormido, comido, leído, visitado el free-shop y recorrido el barco de punta a punta varias veces.


Isla de Ios

A las 15:20 horas llegamos a Santorini. La llegada no fue tan espectacular como uno esperaría… en lugar de estar en la cubierta viendo como el barco se aproximaba a la costa, esperamos el desembarco en la bodega donde retumbaba la ensordecedora alarma que indicaba que se estaba abriendo la rampa levadiza. Cuando el barco estuvo amarrado, el ruido cesó tan súbitamente como había comenzado y pudimos bajar.


Vista de Santorini antes de bajar a la bodega

Teníamos contratado el transfer con Yannis, nuestro anfitrión de Airbnb. Cuando sabemos que vamos a estar cansados, aunque cueste algunos euros más, preferimos tener el transporte asegurado en lugar de buscar un taxi y pelear el precio… en este caso se sumaba la dificultad de encontrar la entrada al departamento que estaba en un acantilado con vista al mar. 

En menos de 20 minutos estábamos en Firostefani, el barrio vecino a Fira, la capital. Ni bien bajamos del auto apareció un muchacho con rasgos marcados que se presentó como John. Luego de ubicarnos espacialmente nos indicó el camino hacia Fira, y donde estaban la parada de buses, el minimarket y el restaurante más cercanos. Sin su ayuda hubiese sido imposible llegar a la puerta de Villa Fegari, donde estaba nuestro studio… como si fuese un laberinto, desde el parking que daba a la calle bajamos un primer tramo de escaleras, giramos hacia la derecha y continuamos descendiendo, caminamos unos metros por una superficie plana “minada” de caca de burro, y una vez en el edificio subimos hasta al tercero y último piso. Finalmente habíamos llegado!!!

Escalera hacia el studio

Tips & datos de interés:

  • Comer en Ezeiza: para comer algo y no pagar de más hay locales de comida identificados con los carteles “LOW COST” que tienen precios parecidos a los que se encuentran fuera del aeropuerto.

  • Ir en bus del Aeropuerto de Atenas al Puerto Pireus: saliendo del aeropuerto y girando a la derecha, sin cruzar la calle, está la parada del bus y la taquilla que vende los pasajes del X96 que va hacia el Puerto Pireus. Cada pasaje cuesta E6 (Febrero 2018) y se puede pagar cash o con tarjeta de crédito. En esa época del año y horario pasaban cada 20 minutos. Hay que validar el pasaje en las máquinas que están en el interior del micro. Para chequear los horarios y precios: http://www.athensairportbus.com/en/timetable/x96airporttopiraeusport.html
Parada & máquina para validar pasaje
  • Ferry Atenas- Santorini: Compramos los tickets en Blue Stars por Internet un mes antes (https://www.bluestarferries.com/en/). Cada pasaje nos costó 40 euros. Antes abordar el ferry hay que ir a las ventanillas de la compañía con el comprobante de compra on-line para retirar los tickets en papel; por lo que vimos en la web todas las empresas se manejan de la misma manera.
  • Del puerto de Santorini a Firostefani: cómo íbamos a estar cansados y previmos que iba a ser difícil encontrar el edificio optamos por el transfer que nos había ofrecido nuestro host de Airbnb por 25 euros. Vimos que en el área del puerto había algunos locales de rent-a-car y transfers, pero no había carteles con precios. 

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