sábado, 20 de octubre de 2018

Atardecer en Santorini

By Sole

Luego de infinitas horas de viaje estábamos en el primer destino: Santorini!

Cuando nuestro host abrió la puerta del balcón terraza del estudio todo el esfuerzo de subir la larga escalinata fue recompensado con una vista panorámica: al frente las islas Nea Kameni y Palea Kameni asomando de un calmo mar gris, y hacia abajo y los costados las fotogénicas edificaciones blancas curvilíneas de Firostefani.

Firostefani desde el balcón

Parados frente a la baranda, con el sol brillando sobre el mar, John nos explicó que Santorini adquirió la forma actual de medialuna luego de una gran erupción volcánica hace más de 3000 años. La isla quedó parcialmente enterrada, incluyendo los pobladores, subsistiendo solo el territorio oriental. Nosotros estábamos en la caldera vacía del volcán y las islitas de enfrente eran producto de ese evento.

Dadas todas las explicaciones y sugerencias, John nos dejó su número de Whatsapp y se despidió. Acomodamos un poco las cosas y fuimos a buscar provisiones al mini super. Ese domingo y el día siguiente muchos de los lugares iba a estar cerrados por la finalización de “apokries”, el carnaval griego.

Esta festividad originada en la antigua Grecia, relacionada con el culto a Dionisio, comienza diez semanas antes de la Pascua y, luego de tres semanas, finaliza con el inicio de la cuaresma. Justo habíamos llegado el domingo de la tercera semana y el día siguiente era el Lunes de Purificación; ambos días son feriados y según nos dijo nuestro anfitrión las familias suelen salir a hacer pic nics y remontar barriletes. Como en otras culturas se ve el sincretismo en el que conviven los dioses del Olimpo con la religión católica ortodoxa.

Con el sol, parcialmente oculto por las nubes, en plena retirada y una suave y fría brisa de mar como escenario, nos sentamos con el mate en el balcón a esperar el gran espectáculo. Dentro del top five de actividad para hacer en Santorini está: “Ver el atardecer en Oia”, lo que sería el extremo norte de la isla. Como nos gusta ir en contra de las masas, la adaptamos a: “Ver el atardecer desde el balcón”. El disco solar fue descendiendo tiñendo el cielo de de una amplia gama de naranjas que asomaban entre el gris de las nubes. Con su desaparición la temperatura bajó bruscamente como si se hubiese apagado la llamarada de un brasero.

Merienda en el balcón

Atardecer desde el balcón

Con esa ansiedad que caracteriza al recién llegado que tiene todo por descubrir, nos abrigamos y fuimos hacia Fira. Con una fracción de luna como fuente de luz, tomamos el camino costero que iba por el medio de la caldera. Desolación, es la palabra que mejor lo describe. En el kilómetro que caminamos no nos cruzamos con otro ser vivo, y gran parte de las edificaciones junto a las que pasamos parecían deshabitadas. Si Santorini “es la isla del Egeo donde hay actividad todo el año” no me quiero imaginar lo será el resto.

Al llegar a Fira, la imagen tampoco era la que esperábamos de la capital de la isla. Apenas había un local de souvenirs y dos puestos de comida al paso abiertos con algunos comensales. Con todo cerrado y a media luz, sin mucho para ver tomamos 25 Martiou, la calle vehicular que iba hacia Firostefani. Esta tampoco tenía más vida que el camino costero: cero peatones, sólo algunos autos que nos obligaron a replegarnos y caminar en fila india por las diminutas veredas y banquinas.

Cuando llegamos a la taberna en la que pensábamos cenar la encontramos cerrada. El plan A quedaba truncado, había que ir por el plan B: regresar unos 100 metros hasta un restaurante por el que acabábamos de pasar. El plan C hubiese sido ir a comer una ensalada al departamento…

En pocos minutos estábamos analizando la carta de Kokkalo Fagopotelian, ocupando la última mesa que estaba disponible pese a que ni siquiera eran las 8 de la noche. Su ecléctica decoración combinaba objetos modernos como luminarias hechas con caños de plástico coronados con lámparas multifilamento de las que no alumbran nada, con otros más tradicionales como aparadores de madera, una larga mesa llena de alimentos y baldosas calcáreas típicas de casas viejas en el piso, que generaban la sensación de que en cualquier momento iba a aparecer la abuela griega trayendo un delicioso plato casero.

Como estábamos con frío fuimos directo a los platos calentitos. Mientras me quejaba de la gente fumando en el interior del local (una clara transgresión a la prohibición vigente), nos trajeron un par de tomatitos cherry, aceitunas negras y 2 shots de raki, un licor a base de anís de alto contenido alcohólico que tanto los griegos como los turcos se lo atribuyen como propio; era tan fuerte que ni Seba lo pudo terminar! Luego de una larga espera llegó el risotto vegetariano griego, un arroz con salsa de tomate y queso feta que le quedaba grande el nombre de “risotto”, y la suprema con salsa de queso gruyere con arroz a la manteca. Pura aspiración como la ambientación…



Sin darle chance a los postres volvimos al studio a comer el Mantecol que habíamos llevado desde Buenos Aires. Considerando que está basado en una receta griega, fue lo más griego de la noche!

Habiendo tachado la primera actividad de la lista, "Ver el atardecer", nos fuimos a dormir. Llevábamos un par de días sin una buena noche de sueño. 

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