domingo, 11 de noviembre de 2018

Santorini: sendero Fira-Oia

By Sole

19 de febrero de 2018

Con pronóstico de lluvia para los próximos días, esa mañana nublada y fresca prometía ser la mejor para recorrer el sendero más popular de la isla: Fira- Oia. Este camino va desde la capital hasta el extremo norte, pasando en esos 9 km por Firostefani e Imerovigli.

Aclaro que esto no es una descripción técnica del camino porque no es mi objetivo, simplemente voy a limitarme a escribir lo que recuerdo y considero digno de contar.

A pesar que la senda pasaba justo a la vuelta del departamento, tuvimos que bajar y subir tantos escalones para encontrarla que ya habíamos entrado en calor cuando vimos el cartel que la identificaba. Al nivel de Firostefani, que fue donde la tomamos, esta era una angosta calle peatonal rodeada de casas de una planta con porches, rejas y mosaicos en las paredes, y pequeñas capillas con sus cúpulas redondeadas celestes. A cada paso encontrábamos algo que llamaba la atención, si nos hubiésemos detenido a sacar todas las fotos que queríamos aún estaríamos caminando por ahí…

Iniciando la caminata

Siendo las 9 de mañana, éramos los únicos caminantes en esa villa turística fantasma: no solo no había gente, sino que las diminutas casas, varias devenidas en hospedajes turísticos, cafés y restaurantes a juzgar por los carteles, estaban cerradas.

Terminado el pueblo, el camino se transformaba en un largo pasillo bordeado por paredes bajas de piedra, que al no tener mayor atractivo atravesamos rápidamente.

A los pocos minutos reaparecieron las casas anunciando que estábamos entrando en Imerovigli. Más allá de las pintorescas construcciones, el mayor atractivo de esa villa es Skaros, una gran formación rocosa que se adentra en el mar y se eleva haciéndose visible a la distancia Esta península, gracias a su posición estratégica, albergó en el pasado todo un pueblo.

Aunque había una bifurcación hacia Skaros, llegar a ella no fue tarea fácil… de repente nos encontramos con una brecha de 2 metros en el camino que no pudimos franquear. Siendo temporada baja, se estaban haciendo obras de mantenimiento tanto en el sendero como en las casas. Sin exagerar, esa mañana cruzamos más obreros de la construcción que turistas.

Buscando una vía alternativa nos topamos con una puerta abierta junto a un cartel que advertía: “PRIVATE PROPERTY, The Owners decline liability in case of any accident”. Como del otro lado del muro se veía una iglesia, que a diferencia del resto era completamente blanca salvo por las tres campanas oscuras que colgaban de su torre campanario, entramos. Si bien no encontramos lo que buscábamos, descubrimos que el patio de Agios Georgios era un excelente lugar para sacar fotos panorámicas del caserío de Iveromigli y de Skaros.



Entre foto y foto vimos que había un par de personas caminando en el promontorio rocoso… tenía que haber una forma de llegar. Desde ahí mismo analizamos metro a metro la ladera hasta encontrar un posible camino: una escalera que bajaba desde el otro extremo de la villa. Volviendo varios metros sobre nuestros pasos, retomamos el camino principal hasta encontrar ese desvío.

En la bajada fuimos pasando junto a diminutas terrazas vacías, casas completamente cerradas y un par de habitaciones de una hostería, con tan poca privacidad que a través de sus ventanas abiertas se veía hasta el baño; esto último nos hizo dudar si estábamos en un camino público o no. No obstante, seguimos adelante por la extensa escalinata descendente que luego de varios minutos nos condujo a la senda rústica que se adentraba en la gran roca.

Bajando hacia Skaros

Cuenta la historia que en la parte superior de Skaros estaba el Castillo Alto o Epano Kastro, una ciudadela fortificada construida en el siglo XIII, que se conectaba con el resto de la isla por un puente de madera móvil que al elevarlo impedía el ingreso de invasores.
Posteriormente, en el siglo XVII, se construyó otro casillo, el bajo o Kato Kastro, a lo que siguió la urbanización de sus alrededores reutilizando las piedras del antiguo castillo. Cuando los pobladores vieron que las condiciones de vida no eran las mejores en un lugar tan pequeño y que el ataque piratas ya no era un riesgo, de a poco se mudaron hacia Fira, la nueva capital de la isla, quedando Skaros deshabitado a fines del siglo XVIII.

El tiempo, los terremotos y el olvido hicieron que hoy apenas sobrevivan unas pequeñas cercas de piedras y bloques de paredes esparcidos de manera errática; el único registro de estas edificaciones es un dibujo en lápiz de Thomas Hope que está en el museo Benaki de Atenas. 

Skaros según Thomas Hope

Desde las ruinas partía una senda que bajaba por el acantilado hacia una capilla, y varios surcos en el terreno ascendentes que conducían al casquete donde estaba el antiguo castillo. Mientras girábamos en 360° viendo qué camino tomar comprendimos que los mejor que tenía Skaros no era la vista panorámica de todo el sendero que estábamos recorriendo. Parados de espalda al mar teníamos  de frente a Imerovigli, hacia la derecha Firostefani, y más allá Fira, y hacia la izquierda la caldera y Oia. Era muy fácil identificar las villas como los acúmulos de construcciones, en su mayoría blancas, emplazadas en la parte alta de la costa como parches de nieves eternas en la cordillera.

Capillita frente al mar

Imerovigli

Firostefani- Fira

Caldera- Oia

Como aún teníamos varios kilómetros por delante reanudamos la marcha subiendo cada uno de los cientos de escalones que habíamos bajado para llegar hasta ahí. Con la respiración acelerada y acalorados retomamos al camino principal que a ese nivel no estaba bien demarcado, siendo muy fácil desviarse por otras callejuelas peatonales. Mientras tuviésemos claro hacia dónde estaba el norte no había razón para seguirlo al pie de la letra, lo peor que podía pasar era terminar en una bifurcación sin salida y tener que regresar unos metros hacia atrás.

Una calle nos llevó a otra y de a poco, la cantidad de casas fue disminuyendo hasta que prácticamente desaparecieron. Habíamos abandonado Imeroviglia ingresando en la rústica caldera, la pared escarpada que se hunde en el mar formada en la erupción volcánica que dio a la isla su geografía actual. 

No habiendo analizado en detalle todo el trayecto, pensaba que era un sendero prácticamente urbano que conectaba varias villas. Cuando el suelo de lajas y/o alisado de cemento fue reemplazado por piedras volcánicas de distinto tamaño y grado de asentamiento, me di cuenta que estaba equivocada, y que nuestro outfit de trekking era el más adecuado. Durante varios minutos caminamos con cuidado, viendo dónde pisábamos para no resbalarnos y caer al mar azul profundo que teníamos a la izquierda.*



* Posteriormente, vimos en Google Maps, que varios metros más arriba había otra senda en mejores condiciones que salía junto a la iglesia Profitis Ilias. Es uno de las pocas bifurcaciones a la que se le debería prestar atención si alguien va con chicos, o quiere resignar las vistas costeras por un camino más regular y seguro.

Nos habíamos detenido tantas veces que era el mediodía y aún teníamos un par de kilómetros por delante. El plan original de volver caminando, viendo todo el paisaje con otra luz y desde una perspectiva diferente, comenzaba a tambalear. Al llegar a Oia tomaríamos la decisión final.

En un momento el camino desapareció y la única opción fue avanzar unos cientos de metros por la banquina de la ruta que a ese nivel se torcía hacia el oeste. La vía peatonal reapareció en la parte superior y plana de la caldera con una superficie más regular desapareciendo la sensación de que con cualquier tropiezo íbamos a rodar hacia el abismo. Más relajados, enfocamos la atención en las pequeñas piedras negras, coloradas, violetas y blancas de los alrededores, y en la vista panorámica del resto de la isla. Como si se tratase de una imagen satelital nos entretuvimos viendo el centro llano de la isla con algunas casas aisladas, y un gran mosaico formando por parcelas de tierra de diferentes tonalidades de verde y marrón. Un poco más allá, hacia el sudeste, se distinguía la pista del aeropuerto y esbozos de las villas costeras.


Retomando el sendero

Analizando las piedritas

Panorámica del centro de la isla

Como si se tratase de una vía de peregrinación religiosa, a lo largo del camino pasamos junto a muchas iglesias. Si bien en líneas generales eran pequeñas, con paredes blancas sin ornamentaciones, campanarios, y cúpulas azuladas, cada una tenía alguna peculiaridad que la diferenciaba. Por ejemplo, en este punto del camino, tras un leve ascenso llegamos a un promontorio coronado por una capilla con fachada color salmón y puerta roja, colores que la hacían única. Desde su atrio divisamos a lo lejos la villa donde terminaba el camino.


Oia desde la iglesia

Con el entusiasmo que genera tener la meta a la vista, descendimos por un terreno cubierto de hierbas rastreras que crecían entre las piedras oscuras volcánicas. Sobre estas se asoleaban varias lagartijas, aprovechando los tímidos rayos de sol que filtraban entre las nubes que nos habían acompañado todo el camino.



Cuando el reloj marcó la una del mediodía nos adentramos en las callecitas peatonales de Oia. Habíamos recorrido poco más de 8 kilómetros de la costa oeste de la medialuna de Santorini, pasando por sus villas más importantes y zonas menos exploradas, y disfrutando del silencio, vistas panorámicas de la isla y del mar azul profundo del Egeo.

Llegamos!


Comentarios:
  • Según los carteles el recorrido Fira-Oia (sin ir a Skaros) se puede hacer en 3 horas. Nosotros saliendo desde Firostefani, pero haciendo varias paradas para fotos y desviándonos a Skaros -previa búsqueda del desvío- tardamos 4 horas.


Tips:
  • Llevar agua, protector solar y gorro porque en general el camino es bastante abierto. 
  • Llevar zapatillas de trekking o deportivas con una buena puntera porque los sectores que están entre las villas suelen ser pedregosos.


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