By Sole & Seba
31 de diciembre 2015
A las 7 de la mañana ya estábamos desayunando con una increíble vista de los cerros Fitz Roy y Torre bajo un cielo casi despejado; la vista del salón comedor del hostel era envidiable. Tras un sencillo desayuno de té/ café, pan con manteca y mermelada, pasamos por la panadería vecina “Que rika” –nuestra proveedora justamente de cosas ricas durante la estadía- a comprar pan para los sándwiches y unos bizcochos/tortitas de grasa que eran un pecado.
Habiendo visto despejado el Fitz Roy el día anterior, ese día se lo íbamos a dedicar al Torre. Comenzamos caminando hacia el oeste buscando el inicio de la senda que estaba justamente pasando las última casas del pueblo en esa orientación.
El sendero, una vez más comenzaba en franco ascenso para luego ir aplanándose, con una vegetación muy parecida al del Fitz Roy. La primera recompensa llegó con el mirador de la Cascada Margarita (Km 0,7). La caída de agua en sí no decía demasiado… lo que realmente valía la pena era la inmensidad del gran cañadón del río, con los cerros Fitz Roy y Torre de fondo. Era tan espectacular que no pudimos evitar detenernos a contemplar esa maravilla y sacar fotos; habiendo prometido regresar a ese lugar a tomar mate en otra ocasión seguimos adelante. De a poco el Fitz Roy fue desapareciendo, quedando tapado por la loma de Las Pizarras, mientras que el Torre se entretuvo jugando a las escondidas, apareciendo cada tanto hasta que desapareció totalmente de nuestro campo visual.
Cuando ya estábamos a pocos metros de llegar a destino se nos presentó una morrena por delante; otra vez había que ascender… Lo que estaba del otro lado de la morrena frontal era INCREIBLE!!! De repente apareció el lago Torre con el Glaciar Grande al fondo, y por detrás los cerros Torre, Egger y Standhart. En el lago flotaban témpanos de hielo de distinto tamaño, que por lo que pudimos ver posteriormente cada tanto se quiebran producto de la erosión del agua, creando estruendos inesperados.
Estos paisajes son tan impresionantes que las fotografías no llegan a captar toda la belleza y inmensidad del espacio… Si las imágenes que solemos ver son deslumbrantes, estar frente a frente es mucho más espectacular. Esta vez nos íbamos a tomar un buen rato para descansar y sacar fotos hasta que se nos acabara la memoria de la cámara!!! Nos acomodamos en unas piedras a la orilla del lago, preparamos el mate e hicimos un merecido brunch con sándwiches de lomito y queso, y crocante de maní de postre –una de las pocas cosas buenas que tienen las fiestas-.
Disfrutamos del silencio y la paz hasta que llegó un bullicioso tour de norteamericanos, que de un momento a otro transformaron ese idílico lugar en el patio de comidas de un shopping. El grupo incluía una parejita que se quedó en traje de baño y se metió –obviamente gritando- en las gélidas aguas del lago. Tengo que reconocer que fueron más osados que Seba y se mojaron todo el cuerpo. Imposible no darse cuenta de su presencia, no solo gritaban por el frío, sino que también intentaban comunicarse con alguien que estaba arriba de la morrena… El resto del grupo sacó sus mega sándwiches, frutas, bebidas y se sentó a almorzar; sólo faltó un grito diciendo “Pasame la mayonesa!!!”. Creo que la Lonely Planet debería incluir una sección de “comportamiento en montaña”, resaltando la importancia de estar en silencio, escuchar los sonidos de la naturaleza, y subrayando la mayor probabilidad de ver animales cuando se camina sigilosamente sin hacer ruido…
Habiendo hecho mi queja sigo adelante con el relato. Satisfechos con el descanso, la comida y la vista decidimos seguir caminando. Volvimos a subir a la morrena pero en lugar de retomar, fuimos caminando hacia la izquierda hasta llegar la morrena lateral por la que fuimos avanzando hacia el mirador Maestri. En este sector el sendero era de pedregullo y apenas estaba delimitado por la huella que iban dejando los curiosos que quisieron acercarse un poco más al cerro y al glaciar. Caminamos hasta un punto indeterminado desde donde la vista era excelente; no había ningún cartel que indicara si habíamos llegado o no al mirador. Cuando consideramos que habíamos llegada a “nuestro mirador” dimos por terminada la caminata en esa dirección, sacamos varias fotos y regresamos sobre nuestros pasos.
Como ya habíamos ido hacia la izquierda, decidimos caminar un poco hacia la derecha, más precisamente hasta la desembocadura de la laguna en el río Fitz Roy. Si uno quiere ir hacia el glaciar y el cerro Torre, debe cruzar el río... en lugar de un puente hay una tirolesa lo que hace que algunos pocos puedan cruzarlo. Es una buena forma de evitar que los curiosos se metan en territorios que requieren el acompañamiento de un guía y equipo especial. Justo en ese momento había dos muchachos con mochilas, que con gran habilidad se colgaron de ese cable colgante y cruzaron al otro lado. El valiente Seba pasó por la experiencia tirolesa cuando hizo el ice trek al Glaciar Grande en su viaje anterior.
Sin intensiones de ir más allá de donde estábamos decretamos que era la hora de volver. Tranquilamente regresamos caminando por donde habíamos ido. Si bien el camino era el mismo, se nos hizo entretenido porque nuestra perspectiva era otra, así como también la temperatura, iluminación y la gente con que nos cruzamos. No dejamos pasar la oportunidad de llenar nuestras botellas con agua de deshielo del río y hacer juguito, agregándole de esa manera algunos minerales; siempre que vamos a la montaña con posibilidad de tomar agua de arroyos llevamos algún sobre de jugo en polvo en la mochila. También hubo tiempo para varias paradas para foto y picar algunos bizcochos de grasa –ojo, no lo tomen como ejemplo de comida para un trekking-.
Fue una caminata muy linda en un día espectacular con temperatura ideal y un cielo casi despejado que nos permitió tener unas maravillosas vistas de los cerros, algo que no siempre es posible…
Seba, el especialista en senderismo de este blog, hizo su propio informe con los aspectos más técnico del sendero:
Senda a Laguna Torre
Desde el pueblo es un total de 10 kilómetros de ida.
La senda propiamente dicha se inicia a unos 15 minutos a pie del ingreso a El Chaltén, en un cartel del Parque Nacional; varios carteles sobre la calle principal indican hacia donde ir.
Una vez en el sendero, encaramos hacia el oeste y nos empezamos a acercar al río Fitz Roy, ganando bastante altura. Antes del K1, se llega al mirador de la cascada Margarita, desde donde se aprecia un delgado salto de agua en la costa opuesta y se obtiene una excelente panorámica de los macizos del Torre y el Fitz Roy.
El terreno continúa irregular entre ascensos y descensos, en un terreno de transición que combina vegetación baja propia de la estepa con bosquecitos de lengas. Al pasar el K2,5 aproximadamente , y luego de una corta trepada, alcanzamos el mirador del Torre, desde donde se tiene una de las mejores vistas de los dos gigantes.
Luego del mirador, que ya está a 700 msnm, la senda desciende y se aplana, ya que durante los próximos 3 kilómetros no se va a ganar altura. Sin embargo, la dificultad persiste porque el terreno es irregular y zigzagueante, sobre un suelo con rocas y algo de arena. Estamos algo alejados del río (que siempre queda a nuestra izquierda) y con excelente visibilidad de las montanas debido a que nos rodea una vegetación más achaparrada.
En el K5,5 encontramos a mano derecha un desvío señalizado hacia el campamento Poincenot a través del sendero de lagunas Madre e Hija. Hasta ese momento, carteles del PN a cada kilómetro nos indicaban la distancia recorrida. Hay que dejar atrás el desvío y seguir siempre en dirección al oeste.
Ya cerca del K7 se gana algo de altura al ingresar a un fresco bosque de lengas de mayor altura. La senda se vuelve más apacible y fácil de seguir, ancha y con un piso de tierra mullida, interrumpido en ocasiones por lajas azuladas. A pocos minutos de pasar este punto y el desvío al campamento de prestadores (que no hay que agarrar porque nos alarga el camino), se cruza un puente de troncos sobre un pequeño arroyo muy limpio y el sendero empieza a acercarse al río, que ya se hace escuchar con más fuerza.
Alternando áreas boscosas, se superan algunas pequeñas morrenas con vegetación, para luego pasar a un terreno más rocoso e irregular ya cerca de la marcación del K8. Allí, sale una bifurcación al campamento De Agostini (en memoria del religioso explorador de la Patagonia Austral). Queda un último esfuerzo: atravesar la gran morrena glaciaria frontal, que es muy rocosa y carece de vegetación, con la excepción de pastizales aislados y líquenes. Arriba, la majestuosa vista del cerro Torre y sus agujas satélites, el glaciar Grande y la laguna Torre.
Opcional Mirador Maestri: desde la morrena frontal salen varios senderos hacia la derecha, que suben por el filo de la morrena lateral (hacia la derecha mirando el cerro Torre). Son entre 30 y 45 minutos caminando entre rocas, siempre en subida (100-200 metros de desnivel). No hay un mirador propiamente dicho, sino varios lugares para sentirse más cerca de la montana. Humildemente propongo rebautizar el mirador para evitar la mención del italiano profanador y destructor de la montaña, en su intento de ser el primero en llegar a la cima (*).
Resumen (sin Maestri ni desvíos):
- 20 KM desde El Chaltén (Ida y vuelta)
- 300 metros de desnivel neto.
- 3 horas por tramo, yendo tranquilos y con paradas fotográficas (7 horas totales con almuerzo en la laguna). Nosotros tardamos 3 horas en llegar a la laguna desde la puerta del hostel, regresamos en 2:40hs.
- Dificultad: Media. No hay mucho desnivel y el terreno en general es ameno y no requiere habilidades técnicas. Pero es un total de 20km! Hay zonas de pedregullo cerca de la laguna, prestar atención a resbalones y torceduras!
(*) para entender este comentario de Seba les recomiendo que busquen la historia de Cesare Maestri y su compresor (taladro neumático).
Cerca de las 17 horas ya estábamos
en el pueblo. Antes de seguir con cualquier actividad pasamos por el hostel a
dejar parte del contenido de la mochila; los hombros no nos daban más!!!
Luego de estar gran parte del día
caminando estábamos un poco cansados por lo que decidimos bajar el ritmo e
iniciar el recorrido culinario. Comenzamos por la heladería “Domo Blanco” donde
nos premiamos con un ¼ kilo de helado (Nocciolate, dulce de leche y
mascarpone); estaba rico, aunque no fue el mejor helado que probé en mi vida.
Seguimos por el super donde compramos algunas provisiones –había altas chances
que el 1º de año estuviesen gran parte de los negocios cerrados-, y terminamos en la panadería donde compramos un par de empanadas de pollo para
la cena.
De regreso en el hostel nos
sentamos en el comedor tomar mate, leer y escribir un poco, entre mensajes de
whatsapp de buenos deseos para el año venidero.
Poco a poco el sector de cocina y
comedor comenzó a llenarse de gente. Casi todos los huéspedes íbamos a hacer
la cena de fin de año adentro… Los restaurantes “a la carta” de la zona tenían
todas sus mesas reservadas, habiendo sólo plazas en los que ofrecían “menú de
fin de año” a precios que excedían el presupuesto.
Si bien nuestra cena fue bastante modesta no puedo decir lo mismo de la de un par de brasileros que prepararon una cazuela de mariscos, el pollo con hongos de una pareja de argentinos, o la gran picada de un rejunte de gente que viajaba sola. El lugar era un mix de olores y nacionalidades.
Que haya sido modesta no
significa que haya sido poco apetitosa… quedamos muy conformes con la picadita
de maní, queso y vino tinto como entrada, y las empanadas y sopa de dedalitos
(esta última no creo que haya sido la elección más feliz para la noche) como
principal. Sin dudas el toque especial se lo dio la vista de la puesta del sol sobre El Chaltén que teníamos en la ventana.
A las 22:30 horas ya estábamos
bastante cansados por lo que emprendimos la retirada hacia la habitación donde
concluíamos la cena con un traguito de Amarula –recuerdo de algún vuelo de
avión- y Mantecol. Siempre fieles al maní en todas sus formas, pero no a las
tradiciones… a las 23 horas dimos por terminado el 2015 y nos fuimos a dormir.
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