domingo, 23 de julio de 2017

Mates en laguna Capri

By Sole

Habiendo dejado las valijas en el hostel,  esa misma tarde decidimos comenzar a calentar motores yendo a laguna Capri, un punto intermedio del sendero que va hacia Laguna de Los tres.

Guiándonos por la memoria y el sentido de orientación de Seba fuimos caminando hasta el final del pueblo, justo donde la calle se bifurcaba en el sendero al Fitz Roy hacia la izquierda y la ruta de ripio que iba a Laguna del Desierto a la derecha. Lo que fuimos encontrando por el camino lejos estaba del pequeño caserío con apenas una panadería, una librería y algún que otro polirrubro que me había "vendido" Seba las miles de veces que me contó sobre su viaje del 2008. En los últimos años el pueblo parecía haber crecido tanto en viviendas habitacionales como en locales comerciales entre los que se incluían mini mercados, hosterías, restaurantes y las infaltables casas de souvenirs.




Fue muy fácil identificar el inicio del sendero hacia laguna de los Tres; el gran cartel indicativo descartaba cualquier posibilidad de perderse. Laguna Capri figuraba en el km 4. Tras unos escasos metros de terreno plano aparecieron grandes escalones naturales que nos recordaron que  si uno quiere lograr algo tiene que esforzarse… todo sea por el paisaje de ensueños que me habían prometido.





Como de costumbre mi ascenso fue lento, y recordé las recriminaciones de cierta persona porque no hago sentadillas y demás ejercicios de piernas en el gimnasio… Prefiero entrenar bien la parte aeróbica durante el resto del año y sufrir en vacaciones esos trechos ascendentes rodeada por la naturaleza. Además tiene la ventaja de tener que parar cada tanto para retomar fuerzas, lo que me permite ver con más detenimiento los alrededores (quieres más excusas para no hacer sentadillas durante el año???)… en este caso, nos permitió apreciar una vista panorámica del pueblo.




El sendero estaba muy bien demarcado y demasiado transitado para nuestro gusto… apostaría que en toda mi experiencia de hiking –que no es muy larga- nunca me habíamos cruzado con tanta gente. Había parejas, hombres solos y algunos grupos de turistas tan bulliciosos que era imposible no dedicarles una mirada censuradora. Justamente una de las cosas más lindas que tienen esas caminatas es el silencio que se interrumpe sólo por el canto de los pájaros, el sonido del agua cayendo en alguna cascadita, el crujido de los árboles con el viento,  o cuando tenemos mucha suerte el "martilleo" de un pájaro carpintero.

Durante ese primer kilómetro ascendente tuvimos la oportunidad de apreciar la vegetación que era más bien baja, con lengas achaparradas, neneos, pequeños arbustos con espinillas y frutos rojos, y flores silvestres entre las que identificamos topa topa, violetas y violetas amarillas.

Casi estratégicamente ubicado, algunos metros antes de llegar al cartel que señalaba el primer kilómetro, nos encontramos con el mirador del río de las Vueltas. El esfuerzo ya estaba dando sus frutos. Podríamos habernos quedado ahí sentados contemplando el paisaje un buen rato… estábamos frente a un valle muy bonito atravesado por un río zigzagueante –de ahí el nombre de río de las vueltas- con agua de color celeste-grisáceo. Simplemente hermoso!


Río de las Vueltas

Si bien recién llegábamos al cartel del kilómetro 1, teníamos la sensación de haber caminado mucho más. Como aún teníamos energía de sobra y el terreno ya no tenía tanto desnivel apresuramos un poco el paso. Unos cuantos metros más adelante comenzamos a bordear el cerro Rosado, una gran formación rocosa de tinte rosado con muy escasa vegetación, sobre el que tuvimos la suerte de ver a lo lejos dos cóndores volando; si uno no va con todos los sentidos atentos se pierde estas experiencias impagables!!!

Muy complacidos seguimos adelante, adentrándonos en un pequeño bosque de lengas –ya no eran achaparradas como las del inicio sino que eran más altas y parecían que competían entre ellas por un poco de sol-; no sé porque, pero me encanta encontrar estos bosquecitos en medio de los senderos…




Como si fuese un libro “Elije tu propia aventura” se nos apareció un cartel que anunciaba una bifurcación del camino: “Laguna Capri” a la izquierda, “Mirador Fitz Roy” a la derecha.




Muy acertadamente decidimos pasar por el mirador siguiendo la premisa que el cielo despejado nos iba a permitir tener una gran vista del famoso cerro. No hay palabras para describir la increíble imagen con la que nos encontramos… véanla ustedes mismos y saquen sus conclusiones!!!



Nos quedamos un rato contemplando esa postal y sacando fotos; era una de esas imágenes que de tan perfectas uno duda que sean reales. Pero… no nos podíamos quedar toda la tarde ahí!!! Así que seguimos caminando hacia la laguna. Como el cartel indicaba que algunos metros hacia adelante el camino se volvía a unir con el que pasaba por la laguna decidimos avanzar con intenciones de tomar el retome hacia Capri. Avanzamos y avanzamos, primero por el bosque y después por un sector con vegetación más baja, sin encontrarlo. Sin saber si lo habíamos pasado de largo o si aún falta mucho para encontrarlo decidimos ir a lo seguro, volver sobre nuestros pasos y tomar la bifurcación original.

Ya en el sendero hacia la laguna, el camino ascendía levemente discurriendo también por un bosque, y terminando en un área de acampe con la laguna de fondo. Bajamos hacia la orilla y nos ubicamos al sol en un lugar relativamente resguardado del viento. La vista de la laguna con los cerros de foto era increíble!!! Qué mejor lugar para sentarse a tomar unos mates con un alfajor cordobés???

Y como ya es costumbre, si hay un lago, laguna o acumulación de agua… Seba tiene que meter los pies!!! Así que se quitó sus zapatillas y poso en las gélidas aguas patagónicas. Hecha la gracia, seguimos con el mate.





En algún momento que ya ni recuerdo emprendimos el regreso, que si bien fue por el mismo camino por el que habíamos ido, la experiencia fue diferente viendo todo desde otra perspectiva. Lo más remarcable fue un cóndor que pasó volando a poca altura, casi rozando el cerro Rosado; fue tal la sorpresa que ni siquiera atinamos a sacar la cámara de fotos. Rápidamente desapareció y no lo volvimos a ver.

Se nos pasó rapidísimo el regreso mientras hablábamos de los posibles destinos de vacaciones para el fin de año de 2016. Raro nosotros planeando viajes… se barajaron varios lugares como Japón (en caso de que Racing ganara la copa Libertadores), Rusia y Escandinavia (aunque demasiado frío para ir en diciembre), Nepal (tenemos pendiente un trekking al campo base del Annapurna), New Zealand y Australia (sus mayores chances eran por el clima y lo especial de un año nuevo al otro lado del mundo), o un combinado Botswana- Tanzania. Llegamos tan lejos como la imaginación nos permitió… Entre tantos destinos lejanos, cuando no quisimos dar cuenta ya estábamos de nuevo en el pueblo.

Cuando abandonamos el sendero ya eran las 18:00 hs… fieles a sus horarios ya había varios gringos en los restaurantes cenando bajo los rayos del sol. Como para nosotros aún era temprano aprovechamos el rato para comprar algunas frutas y fiambre (había que abastecerse para las caminatas de los días siguientes), y planificar la cena. En el paseo nos topamos con un pequeño local naturista –Cúrcuma- que ofrecía hamburguesas de porotos y remolacha, licuados, lunch boxes "saludables" para la montaña, rodajas de budín, y lo que nos terminó tentando: wraps de vegetales. Se que suena raro que alguien se tiente con algo que incluya la palabra vegetales, pero a veces pasa… Así que nos fuimos con dos wraps con mayonesa de remolacha, lechuga, berenjenas, tomates e hierbas.

No podría acreditar a que hora anocheció… a las 22:30 hs cuando nos fuimos a dormir aún había luz natural en el exterior. Tal vez otro día podríamos ver las estrellas, pero no esa noche, estábamos demasiado cansados para esperar la puesta del sol.

La llegada a El Chaltén/ Sendero a laguna Torre

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