sábado, 8 de octubre de 2016

Ultima tarde en Xi'an, la despedida.

By Sole

Tras recorrer el complejo donde estaban los Guerreros de Terracota y comprar una granada, ya estábamos sentados en el micro que nos iba a retornar a Xi'an.

"Podemos comer la granada, no?" Nunca habíamos comido una, y no sabíamos ni como abrirla… cuchillo no teníamos. Rápidamente resolvimos el problema dándolo un golpe contra el filo de la ventana! Valiéndonos de una bolsa como plato, y unas servilletas para limpiarnos los dedos empezamos a comer la fruta “granito a granito”.
Subieron un par de personas más, incluyendo dos chinitas que se sentaron a escasa distancia, y el micro arrancó.

Granada explotada!!!

Cuando vino la cobradora de pasajes, nos indicó con un gesto de directora de escuela que no podíamos comer nuestra preciada fruta en el vehículo. Así que obedientemente cerré la bolsa frente a sus ojos; cuando ya estuvo en la parte delantera del bus, con la mejor cara de “no entendo” la volví a abrir y seguimos comiendo. Las chinitas que sí entendían chino también estaban comiendo como si no existiera ninguna regla que lo prohibiera. Mientras una también comía una granada, la otra le entraba a la comida chatarra. Se podría decir que era una escena habitual de cualquier viaje de China hasta que uno sacó un paraguas y lo abrió para protegerse del sol que ingresaba por la ventanilla. Una imagen 100% made in China!

Goteras? No! Mucho sol!!!

Si bien esperábamos un largo viaje de regreso, confieso que se nos pasó bastante rápido ya que nos entretuvimos mirando por la ventana y viendo los personajes que iban ingresando al bus. En una de las paradas subieron varias mujeres cargadas con valijas, bolsas y cajas con granadas -parecía que las llevaban de regalo como si fuesen alfajores marplatenses-. No hace falta que describa el lío que hicieron todas esas mujeres juntas…
Poco más de 60 minutos después estábamos otra vez en la estación de tren de Xi'an. Ahí emprendimos la difícil tarea de encontrar un colectivo que nos llevase hacia una zona más céntrica... Caminamos varias cuadras siguiendo la calle de la estación sin éxito; regresamos sobre nuestros pasos y enfilamos hacia la muralla, caminando varios minutos más tras traspasarla. Cuando ya estábamos perdiendo las esperanzas, en algún lugar incierto encontramos la parada del bus 103 que nos iba a alcanzar hasta la zona del hostel, donde pensábamos tomar el metro hacia la “Small Goose Pagode”. Si habíamos visitado la Pagoda del Ganso Grande, también íbamos a visitar la de Ganso Chico... Pagamos el boleto poniendo el dinero en la "alcancía de la honestidad" -una vez más nadie controló lo que tiramos ahí adentro-, y en pocos minutos estábamos en la estación de metro más cercana al hostel. 

Bus con la "alcancía de la honestidad".

Nos sorprendió que en el subte hubiera tanta gente como cualquier día de semana pese a ser sábado. Luego de salir del metro, caminamos unos 300 metros desde la estación encontrando nuestro destino sin problemas. No sé si porque era sábado o porque ya era bastante tarde, cuando quisimos sacar la entrada nos la dieron sin pagar nada a cambio.

Cerca del ingreso estaba la pagodita, que sinceramente no decía demasiado por lo que le sacamos una foto y la pasamos de largo; queríamos encontrar un banco para sentarnos a merendar mientras quedasen vestigios del sol.

Pagoda del Ganso Pequeño

No tardamos mucho en encontrar una pequeña puerta a la derecha de la pagoda que daba a otro parque con mucho verde, pasto y hasta un lago artificial con carpas de distintos tamaños y colores nadando. A lo lejos divisamos un banco justo frente al lago, felicidad! Mientras descansábamos, fuimos mucho más felices comiendo una “nata de coco”, una especie de yogurt muy rico, y unas obleas tubito rellenas de chocolate. Cero en calidad nutricional, 10 en sabor!!!

Vista desde donde estábamos sentados.

Cuando comenzó a oscurecer emprendimos el regreso. Caminamos varias cuadras y como Seba tenía algunas molestias en la espalda continuamos en subway hasta el hotel. Nos acicalamos un poco y nos fuimos a cenar hacia el barrio musulmán.

Voy a confesar que en el camino no pude resistir mi tentación y entramos a un supermercado que resultó ser el más grande y con mayor variedad de los que habíamos visitado hasta el momento. Increíbles las góndolas de fideos, arroz, salsa de soja y bebidas. No compramos nada, aunque ganas no faltaron.

Una vez más en Beiyuanmen Street la actividad era tan intensa como el día previo. Terminamos sentándonos a comer en uno de los pequeños y precarios restaurantes musulmanes. En este lugar el inglés era nulo tanto en el reducido menú como en los dos empleados. Guiándonos por unas imágenes que había expuestas en las paredes y nuestro glosario de comida elegimos 2 platos, fue como una ruleta rusa…menos mal que la pistola no estaba cargada porque me hubiese tocado la bala…

Primero llegó mi plato que resultó ser fideos cuadrados largos con trocitos de pepino y una escasísima salsa –a los sumo una cucharada- que parecía tener ají molido. Sin mucho entusiasmo agarré los palitos con mi “excelente técnica” y los probé. Gran decepción! Eran fideos fríos y la salsa de ají molido con un dejo de sabor a maní era picante…

Seba tuvo un poco más de suerte y recibió un plato de noodles –fideos cintas- con vegetales y unos trocitos de cordero, caliente. Estaban bien, aunque la cantidad de carne y vegetales no se comparaba a la del día previo. Fuimos picando un poco de comida de cada plato, principalmente del de Seba, hasta que ví una cucarachita caminando por la pared y no me pareció para nada seguro seguir comiendo un plato frío…  Era tan trucho el lugar que ni siquiera tenía nombre para ponerle una crítica negativa en tripadvisor; eso sí fue una cena muy barata.

Un tanto decepcionados por la última cena en Xi'an, volvimos al hotel a preparar la valija. Al día siguiente teníamos que salir temprano hacia el aeropuerto. El viaje continuaba...

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