By Sole
14 de Octubre de 2015
Tras una noche de sueño entrecortado que culminó a las 5 y algo de la mañana cuando llegaron unos españoles hablando a viva voz al cuarto de al lado, una vez más a las 7:30 horas estábamos paraditos en la
recepción esperando el desayuno. No sé si es porque estoy envejeciendo o porque estoy modificando mis hábitos, pero cada vez disfruto más esa comida matinal.
El gran día había llegado! Finalmente íbamos a conocer lo
más maravilloso y conocido que tiene China: la muralla!!! Inmensa, inabarcable,
se extiende por más de 6000 kilómetros (algunos afirman que ese número se queda
muy corto) a lo largo del país. Lejos de lo que alguna vez imaginé, no se trata
de una sola muralla, sino de cientos de murallas, algunas unidas entre sí,
otras no. Cuando estábamos planificando el viaje descubrimos
que había varios sectores para visitar a distinta distancia de Beijing, en
distinto estado de conservación y con diferente tipo y cantidad de público. Para sumar opciones,
el recorrido se podía hacer por cuenta propia o con agencias de viaje que
ofrecían tours privados o grupales a muy diversos precios. Entre todas estas posibilidades buscamos los que más se ajustaba a nuestro perfil: una excursión que combinaba trekking y caminata por un sector no remodelado de
la muralla de acceso limitado, y a un buen precio.
A diferencia de las excursiones tradicionales, en lugar de que nos pasaran a buscar por el hotel, nos encontramos con el
resto del grupo a la salida de la estación de metro Lama Temple. Luego de esquivar un puesto de frituras en el que una muchedumbre compraba su desayuno nos encontramos con Heidi, la única persona con ropa de trekking en esa esquina.
En los siguientes minutos se nos unieron un suizo y un norteamericano, y se formó otro grupete
que iba a pernoctar en la muralla y estaba a cargo de Fred, el otro guía de
China Hicking (http://www.chinahiking.cn). Heidi & Fred eran una pareja multirracial, ella china y él
belga, apasionada por el trekking que había materializado su pasión en este
proyecto turístico.
Rumbo a Lama Temple Station |
Minutos antes de las 9:30 ya estábamos en la combi intentando avanzar entre el caos de autos. Pronto nos desviamos y tomamos una carretera
sobreelevada que empalmaba con una autopista. El tránsito era bastante fluido,
hasta que llegamos al peaje… la constipación de las autopistas en este punto parece ser una constante en todos lados. Qué mejor distracción que mirar por la ventanilla mientras se avanza tan lento? En primer plano nos encontramos con una impresionante cantidad de autos de alta gama, cada uno más grande y lujoso que el otro. Y en un segundo plano, más allá de la carretera, los edificios. Como luego veríamos en otras ciudades, a medida que nos alejamos de la zona urbana comenzaron a aparecer los fantasmagóricos complejos de edificios, separados unos de otros por descampados. Torres y torres de más de 20 pisos, mucho ladrillo, muchas ventanas, pero nada color, nada de vida. De apoco las construcciones fueron
desapareciendo y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en un área agreste
con árboles y pequeñas granjas con huertas, gallinas y colmenas.
Luego pasamos por un complejo vacacional que nos recordó a los que habíamos visto desde el tren que iba entre Zagreb y
Budapest, algunos años atrás. Al no ser
época de vacaciones el lugar estaba tan vacío como el canal que corría frente
al mismo. Aparentemente en verano se abren las compuertas de una represa y el
canalcito se llena de agua.
Pronto dejamos atrás la civilización y terminamos en un
camino ascendente y zigzagueante de montaña, con muchas curvas y contra curvas.
Una de esas situaciones en las que hay que tener una confianza plena en
el chofer y repetir como un mantra “el chofer tiene experiencia, él conocer
el camino; el chofer tiene experiencia, él conocer el camino, el chofer…”.
Casi 2 horas después paramos en un pequeño poblado de
montaña, con modestas casas en las que no faltaban las gallinas y huertitas con cultivos de maíz y zapallo. Habíamos llegado al punto de
partida del trekking!!!
Maíz seco |
Paramos junto a la entrada de la casa donde íbamos a almorzar. Feliz,
moviendo su pequeño rabo, nos esperaba un perrito negro –el primer can sociable que veíamos en China-. Entramos en un patio, el corazón de la casa, que estaba rodeado por ventanas a través de las cuales se veía los dormitorios con grandes “camas”: entarimado de material que contactaba con la pared del fondo y los dos
laterales, totalmente cubierta por colchones y ropa de cama. Me dio la
impresión que cada dormitorio pertenecía a una familia, y que se trataban de “camas
familiares”. En los alfeizares de las ventanas se secaban pequeños ajíes,
choclos, hongos y porotos. Una de las puertas daba a una diminuta cocina, desde donde emanaba una mezcla de tentadores aromas.
Ají picante secándose al sol |
Heidi sirviendo el té |
Ya estábamos acomodados
alrededor de la mesa redonda del patio, cada uno con un par de palitos y un pequeño bowl, cuando
comenzó el desfile de platos. La primera en llegar fue la gran cacerola con
arroz “sticky” –esta pegajosidad es una gran ventaja cuando hay que agarrar el arroz con palitos- un infaltable en cualquier comida! Luego fueron viniendo, a medida que salían del wok, el resto de los platillos:
rodajas de extraños embutidos, revuelto de huevos y tomate,
chauchas de grandes dimensiones con trozos de carne de cerdo, salteado de
cebolla, morrón y hongos, ensalada de verdes y tofu, y un salteado de un
vegetal cortado en bastones que no sé que era, pero me gustó. Todo lo que probamos
estaba muy sabroso.
Un almuerzo delicioso!!! |
Aunque estábamos disfrutando mucho de toda esta experiencia, el más feliz de todos era el perro que no podía más de alegría mientras seguía con la vista a la señora de la casa juntando las sobras en un plato… más feliz aún fue cuando enfiló con el plato hacia el fondo y lo apoyó en el piso…
"Me tocan las sobras, me tocan las sobras!!!" |
Habiendo recargado energías ya estábamos listos para iniciar el ascenso a la muralla!!!
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