domingo, 25 de diciembre de 2016

Una tarde de bicis y pomelos

By Sole

No bien llegamos a la ruta notamos la presencia de bicisendas a ambos lados. Respiré aliviada! Sin mayores dificultades recorrimos los kilómetros que nos separaban de nuestra próxima parada: Moon Hill. Justamente esta colina recibe ese nombre por el orificio natural casi perfecto que se encuentra en lo alto de la misma.

Moon Hill

Si bien parecía ser un lugar muy turístico que figuraba entre las atracciones de la zona nos llamó la atención la poca cantidad de gente que había en la entrada. Pagamos 15 Yn cada uno, acomodamos las bicis en un sector destinado para tal fin y emprendimos el ascenso por el sendero de eternas escaleras. En la subida nos cruzamos con algunos de los ingleses de la hostería que venían descendiendo. Cuando comenzamos a sentir la falta de aire en medio del ascenso fue obvio porqué había tan pocos turistas locales...subir 800 escalones requiere esfuerzo! Y si algo requiere esfuerzo no hay tours chinos!!! Bienvenido sea el esfuerzo a cambio de algo de silencio!!!

Fuimos siguiendo el camino hacia “Moon Palace” y unos 15 minutos después llegamos a la cima, agotados pero vivos!!! Estratégicamente ubicada ahí arriba había una mujer que vendía gaseosas. Insistente como pocas, cuando le dijimos que ya teníamos agua nos retrucó que ella tenía “cold water” –y no calentita como la nuestra-. Tras rechazar varias veces la oferta proseguimos la caminata hacia el mirador propiamente dicho que ofrecía una privilegiada vista panorámica de la zona con las formaciones cársticas de fondo. Y obviamente, al subir tantos metros, teníamos un primer plano del “agujero” casi perfecto de Moon Hill en cuyos alrededores había gente (muy valiente) haciendo escalada en roca. La presencia de ganchos amurados a la pared nos dio una sólida evidencia que es una de las actividades habituales del lugar; me generó vértigo de tan solo mirarlo.

Desde Moon Hill

Escalada en Moon Hill

Considerando el silencio, la sombra del lugar, y la vista que incluía el espectáculo de escalada, decidimos hacer una parada en ese lugar para recuperar energía. Enseguida salieron los maníes –que entre la sal y las especies no resultaban muy felices- y una galletitas TUC de paprika –que eran todo lo ricas que esos maníes no eran-.

Unos 15 minutos después emprendimos el descenso, tomando a poca distancia de llegar abajo el desvío hacia el “Moon Pavillon”. Este es una especie de templete cuadrado de madera con bancos para sentarse desde donde se pueden sacar lindas fotos de Moon Hill, con un ángulo interesante y haciendo poco esfuerzo. Aprovechamos la oportunidad para sacar alguna foto más y proseguimos la bajada hasta el estacionamiento donde nos reencontramos con las bicis.

Hora de seguir pedaleando! Sabíamos que había un camino para bicicletas que iba paralelo al río, pero la chica del hotel nos había dicho que era difícil de encontrar. A pesar de sus palabras fuimos en su búsqueda dejándonos perder por pequeños caminos y senderos rurales, sin encontrar lo que buscábamos. No obstante, nos resultó interesante ir entre plantaciones de pomelos gigantes y pequeñas villages llegando a calles que morían en el río por donde se veían pasar las balsas. En estos puntos a falta de puentes o camino para seguir, y sin intención de perdernos, dábamos media vuelta y volvíamos al punto inicial de partida.

Casita por uno de esos caminos...

Caminos...



Luego de un par de estas vueltas volvimos a tomar la bicisenda hacia Yangshuo. El recorrido me resultó de lo más agradable hasta que llegamos al pueblo. De hecho, de un momento a otro comencé a ver un lindo grupo de viviendas blancas con detalles negros con un aspecto similar; no terminé de preguntar si habíamos llegado cuando me ví en una avenida rodeada de autos, motos y otras bicis… Casi entro en pánico, o tal vez entré en pánico invadida por toda la inseguridad que me generó esa situación y ahora mis mecanismos de defensas me hacen negarlo… Cómo odio andar en bicicleta en la calle!!! Tengo el recuerdo de estar en el medio del cruce de dos avenidas casi paralizada esperando que dejasen de venir autos en todas las direcciones para poder girar y avanzar raudamente hacia el carril derecho de la calle que nos iba a llevar a West Street. De alguna manera milagrosa sobreviví y llegamos a la calle más concurrida por los turistas. En momento como estos creo que tengo más vidas que un gato y simplemente no muero porque no es mi hora.



En fin, finalmente estábamos en la famosa calle comercial donde divisamos los carteles de Mc Donald´s y KFC; no había dudas de que habíamos llegado. Siendo esta una calle peatonal no está permitido circular en bicis, así que descendimos de las mismas y fuimos caminando llevándolas a nuestro lado –no estábamos dispuestos a dejarlas “estacionadas” en un lugar tan concurrido- tratando de no chocar a las cientos de personas que caminaban por ahí. Abundaban en los alrededores los locales de chucherías con los ya clásicos palitos de selfie de distinta calidad (en la gama regular, malos y muy malos), y adornos colgantes chinos con moneditas y cordones de colores –predominando los de color rojo- entre otras cosas. También había un par de locales que vendían jugos, ajíes rojos picantes y comida.

West Street

Habiendo caminado casi 200 metros decidimos que ya habíamos tenido suficiente contacto con el mundo y giramos en una calle perpendicular menos concurrida. Avanzamos unos metros más y terminamos en una costanera arbolada con bancos y mesitas de piedra. Nos ubicamos en una mesa a pocos metros de un grupo de chinos de edad avanzada que pasaban la tardecita jugando al mahjong a la sombra de un árbol. Ahí me quede sentada un rato mirando el río Li mientras Seba con toda su caballerosidad iba a comprar unos helados y un jazmine ice tea a uno de los polirrubros vecinos.

Viendo el río Li, que a mi parecer no era tan lindo como el Yulong, degustamos unos helados chinos parientes del Conogol. Acto seguido, nos fuimos a recorrer el paseo de “artesanos” donde compramos regateo mediante unas fundas de almohadones. Seba tiene una debilidad especial por estos productos y casi siempre termina comprando. Con tantos viajes tenemos fundas para varios decenios…

Tenía que enfrentar una vez más lo inevitable… la calle! Por suerte habíamos quedado en una ubicación tal que no tuvimos que volver a pasar por el cruce de avenidas y pedaleando tranquilamente por el costado de la calle nos fuimos acercando a la salida del pueblo, sin antes hacer una paradita en el super a comprar un par de cosas incluido un pomelo gigante! Desde hacía varios días que me generaba curiosidad ese cítrico y ahí nos encontramos frente a frente con el vendedor de “pomelos”. Elegimos uno y cuando lo pesó pesaba 1 kg!!! Con esto comprobarán que no estoy exagerando al decir que era un pomelo gigante!!!

Minutos después salimos del pueblo y volvimos a la bicisenda. Fuimos erráticamente buscando el camino que corría paralelo al Yulong; entre idas y vueltas llegamos al camino peatonal que impresionaba ser el mismo que habíamos tomado el día anterior, pero algunos kilómetros más abajo. A pesar de ser “peatonal” había algunas bicis, carretillas y hasta un water bufalo, una vaca y su ternerito. Reafirmando que se trataba de un camino peatonal cada tantos metros había puentecitos con escalones que nos hacían bajar de las bicis y cruzarlos con estas en brazos.

Cuando estábamos relativamente cerca de llegar pisé una rama con la rueda delantera que terminó en una pinchadura y progresivo desinflado de la misma. Catrasca total! Menos mal que estábamos cerca, sino hubiese sido una situación bastante complicada… Estimo que habremos hecho cerca de 1 km a pie con la bici al lado…

Un poquito más tarde de lo estimado por este percance llegamos al hotel. Estábamos bastante cansados luego de estar dando vueltas todo el día. Así que no dudamos en disfrutar del jardín de la hostería a la sombra de sus arbolitos. Seba pidió una cerveza y yo sin perder mi originalidad un plato y un cuchillo… había llegado la hora de develar la verdad respecto a mi cítrico de 1 kg! Con cuidado le clavé el cuchillo cortando con algo de dificultad la gruesa cáscara. Un par de cortes más y conseguí sacar una gajo. Sin saber con qué me iba a encontrar mordí ese primer gajo, comprobando que tenía un sabor levemente dulce que no podría asemejar a otro cítrico; los hollejos eran un tanto amargos recordándome inmediatamente al pomelo. De hecho cuando pregunté en el hotel como se llamaba el fruto me dijeron “pomelo”; exactamente la misma palabra que utilizamos en castellano! Sin bien no era la fruta más deliciosa que habíamos probado en nuestra vida, nos resultó muy refrescante en esa calurosa tarde. Apenas llegamos a comer la mitad del “pomelo familiar”, guardando la otra para el día siguiente…


Beer & pomelo

Tras bañarnos regresamos a cenar. Siguiendo con las innovaciones Seba decidió pedir un vaso de vino de arroz. Mientras esperábamos los fried noodles con vegetales y el colorful chicken (salteado con pollo, zanahoria, morrón, hongos y cebolla) nos trajeron la “medida” de vino como si se tratase de un whisky… No en vano la porción era tan pequeña, la graduación alcohólica de esa bebida debía ser igual o mayor a la del whisky. Estaba más cerca de ser alcohol de quemar que una bebida apta para el consumo humano. Voy a contarles una infidencia: Seba ni siquiera pudo terminar esos 40 ml que le sirvieron, de hecho apenas tomó un par de sorbos… y como le daba vergüenza que vieran que no lo había tomado se fue al baño a tirar lo que había quedado en el vaso. Apuesto a que destapó todas las cañerías con ese líquido! Sacando este detalle de color, la cena transcurrió en tranquilidad disfrutando de dos deliciosos platillos.

Pipones, volvimos caminado rapidito escuchando y viendo la sombra de los murciélagos que sobrevolaban a poca distancia. No les puedo explica la repulsión que me causan estos bichos y el miedo que tengo que me muerda uno…. No porque tenga miedo de transformarme en vampiro, sino por el asco y el hecho de tener que salir corriendo a buscar la vacuna anti-rábica…
Tras ese momento de stress, y apenas pasadas las 9 de la noche nos fuimos a dormir.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Bamboo rafting en el río Yulong!

By Sole

21 de Octubre 2015

Nos despertamos otra vez temprano, alrededor de las 6:30 am. Como aún era temprano para desayunar nos fuimos caminando hasta el río para ver el amanecer y el paisaje con las primeras luces del día. A pesar de lo temprano que era la gente del lugar ya estaba trabajando. Parece que están ahí de sol a sol. Admirable!

Amanecer desde la habitación

Nos encontramos con una imagen increíble! El sol que estaba saliendo se difuminaba en medio de la niebla. Las plantas estaban cubiertas por pequeñas gotas de rocío y telas de araña que no habíamos notado el día previo, y el río por una espesa bruma producto de la diferencia de temperatura entre el agua y el ambiente. En esas tempranas horas de la mañana algunos hombres aprovechaban para pescar mientras las mujeres fregaban la ropa en la orilla del río.

Amanecer en el campo

Amanecer en el río

Lavando la ropa en el río

Caminamos un rato disfrutando de este espectáculo matutino surrealista, por el que ya había valido la pena pasar la noche en esta village y madrugar. Cuando el “rugido” del estómago se hizo implacable rumbeamos hacia el hotel a desayunar!

Habiendo pasado las 7:30 hs, el servicio de desayuno ya había comenzado. Nos sentamos en una de las mesas exteriores junto a los ingleses a ver la carta mientras la camarera anotaba los numerosos pedidos de té con y sin leche, café, tostadas, tocino, queso, pancakes y huevos revueltos. Nuestro pedido no fue menos modesto e incluyó una tetera con green tea, yogurt con frutas, dos tostadas, scramble eggs, bacon y un café; variadito y lleno de energía, ideal para las actividades  que se avecinaban.

A las 9:30 elegimos las bicicletas que íbamos a usar ese día, y salimos pedaleando hacia el embarcadero más cercano acompañados de una mujer que iba a tramitar el viaje en balsa. Ni bien me subí a la bicicleta recordé mi ineptitud para conducir dicho vehículo. Habiendo aprendido a andar en bicicleta de grande, no tengo incorporado el hábito como algo natural y cuando el terreno no es plano y liso tengo la sensación de que me voy a caer de cabeza… y romperse la cabeza durante las vacaciones y  tan lejos de casa no está bueno. Teniendo en cuenta esto sabrán apreciar que mi visión está un tanto sesgada y no es la de una eximia ciclista.

Recorrer este primer kilómetro hasta donde estaban las balsas me generó cierta incertidumbre de cómo iba a ser el resto del día arriba de la bici. Varios sectores de este sendero tenían bastantes piedras dificultando mi circulación; confesaré que algunos metros los hice caminando llevando la bicicleta a mi lado. 

Con las dificultades mencionadas llegamos al embarcadero. Siguiendo las indicaciones de la chica que nos estaba guiando, aparcamos las bicis junto a otras, les pusimos la traba que nos habían dado en el hotel y fuimos hacia el sector donde estaban las balsas. Previsores, antes de embarcar nos sacamos las zapatillas y nos pusimos las ojotas; había altas chances de mojarse los pies en el viajecito por el río Yulong, un tributario del famoso río Li que aparece en los billetes de 20 Yuanes. Si bien los paseos más populares son por el río Li, partiendo desde Yangshuo, nosotros habíamos optado por esta otra opción que prometía aguas más limpias y más tranquilidad. Por lo que leímos el río Li está bastante contaminado y además de las tradicionales bamboo rafts, circulan por sus aguas barcos a motor de distinto tamaño incluidos ferries que hacen el recorrido Guilin- Yangshuo.

Nos ubicamos en los asientos de la balsa de bambú que resultaron ser más cómodos de lo que impresionaban a la distancia. Por detrás nuestro se ubicó el “balsero”, un hombre flaco de más de 50 años con la piel morena curtida por el sol, con una larga caña también de bambú que auspiciaba de remo. Si bien era temprano el sol ya estaba comenzando a sentirse, entendimos ahí porque estas precarias embarcaciones están equipadas con una sombrilla priorizando la funcionalidad sobre la estética. Habiéndonos puesto protector solar decidimos comenzar el paseo con la sombrilla cerrada. Afortunadamente había poca gente haciendo el paseo en ese momento, no sabemos si era por la hora o porque no habíamos partido de uno de los embarcaderos más populares.

Bamboo rafting


Paseando en balsa

A los pocos metros de salir nos encontramos con un desnivel en el río, un pequeño muro o breakwater construido para permitir el cruce de los animales de una orilla a otra. Estos se fueron repitiendo aproximadamente cada kilómetro a lo largo del río y en algunos pudimos ver cómo era utilizado por un hombre. Para favorecer el pasaje de las balsas por ese “escalón” había una especie de tobogán. Cuando la balsa pasó por el primero de estos de algún lado nos sacaron una foto. A pocos metros había un islote artificial donde vendían las fotografías. Hace falta aclarar que le dijimos a nuestro conductor que no queríamos comprar fotos?

Cruzando el río por el breakwater


Belleza, paz, tranquilidad, silencio son algunas de las palabras que se me vienen a la cabeza a la hora de describir esta maravillosa experiencia. El paisaje es realmente idílico. En las márgenes del río se apreciaban las grandes formaciones rocosas, y vegetación entre las que no faltaban grupos de bambúes, y flores de distintos colores. El agua tan clara y quieta nos permitía ver la vegetación subacuática y cardúmenes de pequeños pececitos; en algunos sectores había tan poca profundidad que se veía el fondo. Pero como saben, la perfección no existe y es justamente la presencia del hombre la que contribuía al a imperfección del paisaje con los cables de electricidad que cada tanto cruzaban el río, las edificaciones –incluyendo un hotel con una espectacular terraza-  en ambos lados del río, y los pequeños muros que lo atravesaban. Igual voy a reconocer que nos resultó muy divertido y refrescante bajar cada uno de esos desniveles que hacían que la parte delantera de la balsa se llenara de agua. Y teniendo en cuenta que estábamos en China, no podían faltar los chinos que con su característica incontinencia verbal, que iban gritando de una balsa a otra.

Desde la balsa



Con el sol aproximándose al zenit, no nos quedó otra que hacer uso de la sombrilla para no terminar carbonizados. El pobre balsero dejó de remar durante el par de minutos que dedicó -lucha mediante- a abrir la maltrecha sombrilla. Su trabajo parecía realmente agotador… la caña no tenía el mismo poder de propulsión que un remo normal, cosa que pudo comprobar Seba por sí mismo cuando pidió permiso para remar un ratito. El hombre ya acostumbrado a este tipo de pedidos le entregó sin problemas la caña y el habilidoso Seba demostró que no era tan fácil como parecía. Era todo un arte navegar una balsa de bamboo con ese adminículo tan poco apropiado.

Mi balsero

Luego de 1:15 hs llegamos al Gongnong bridge donde concluía nuestro paseo. Sin que el balsero lo pidiese le dimos una propina por haber hecho tanto trabajo bajo el sol. Si bien nosotros pagamos una buena suma de dinero por el paseo estamos casi seguros que este servicios está concesionado a un grupo de personas que ponen las balsas y la logística llevándose los billetes y pagándole una miseria a esta gente que pone literalmente su cuerpo en este trabajo.

Cuando bajamos nos encontramos con un lugar bastante bizarro. Más allá de los puestos que vendían comida, bebida, y las bicicletas que esperaban por sus dueños, recuerdo haber pasado junto a un par de monos encadenados, un blanco corcel y un camello… Raro. Desde ya que ni siquiera les prestamos atención, no queríamos ningún ofrecimiento de tocar los animales ni sacarnos fotos con ellos. Siempre que existe una situación como esta que podría terminar en un timo... lo mejor es mirar hacia el lado contrario ignorándola.

Merece una especial mención la logística que hay por detrás de estos recorridos en balsa. Por un lado los pasajeros suben a las balsas dejando sus bicicletas “estacionadas en el embarcadero” (desde ya que eso no aplica a los tours pasivos que se movilizan en bus). Mientras transcurre el paseo por el río, las bicis son transportadas en camioncitos reencontrándose con sus dueños cuando desembarcan.

Como nadie va a ir remando río arriba, hay un grupo de hombres que saca las balsas del agua, les desensambla los asientos, las sube a los camiones apilándolas una arriba de otra y por encima de estas los asientos. En otro vehículo suben los balseros, y de esta manera regresan con las balsas al embarcadero desde donde partieron.

Una vez que encontramos las bicis aprovechamos la sombra de un árbol para sentarnos a picar algo, y observar detenidamente el inicio del circuito terrestre de las bamboo rafts. Con un poquito más de energías nos subimos a las bicis y comenzamos a pedalear.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Un lugar idílico en las afueras de Yangshuo

By Sole

Luego del bus devenido en auto, el bus lechero y el taxi regateado habíamos llegado a destino: Jima Village. Ahí estábamos parados precisamente en la dirección que teníamos del Hotel Yangshuo Outside Inn. Y la entrada? Tras mirar hacia un lado y otro, y caminar unos metros pronto descubrimos que la dirección correspondía a uno de los edificios que pertenecía al establecimiento, pero no el sector principal con el front desk. Para orientar a los huéspedes había un cartel con gráficos que indicaba que había que ir unos metros hacia la derecha hasta el árbol que estaba junto a un aro de básquet y juegos infantiles, y luego tomar una de las dos callecitas perpendiculares que partían desde ahí.

Fuimos siguiendo las indicaciones del cartel pero cuando tuvimos la opción de elegir entre una de las "dos callecitas", tomamos la equivocada. Avanzamos unos 50 metros sin ver ningún cartel; las dudas aumentaron cuando escuchamos el mugido de una vaca. "Dónde nos estamos metiendo?" Nos preguntamos. Antes de seguir avanzando con todo el equipaje decidimos que yo me quedase ahí parada con las valijas mientras Seba caminaba un poco más para ver si estábamos en el lugar indicado. Volvió en menos de un minuto con la grata noticia de que no estábamos perdidos; justo unos metros más adelante había una callejuela que conectaba con la calle correcta, la cual tomamos y rápidamente llegamos al hotel.

Mientras hacíamos el check in nos convidaron con jugo de mandarina, que sin importar su origen y si tenían o no hielo los aceptamos sin pensarlo dos veces. Con tanto viaje y calor nos resultaron deliciosamente refrescantes. No solo nos sorprendieron con esta cortesía sino con el hecho de que hablaran inglés y que hasta tuviesen mapas de la zona con los senderos de bicicleta marcados. El hotel además ofrecía algunas excursiones en la región y alquiler de bicicletas.

La habitación que habíamos contratado estaba a 200 metros de la recepción, en el mismísimo edificio que habíamos visto al bajar del taxi. Hacia ahí fuimos con nuestras valijitas, acompañados por una de las empleadas. Escalera de por medio llegamos a la habitación con la que quedamos muy conformes. Bastante espaciosa, moderna, y con una gran ventana con vista de los alrededores incluyendo las típicas montañas que habíamos venido viendo en el viaje.

Arreglamos la actividad para el día siguiente (bamboo rafting + bike 240 Yn cada uno), y nos fuimos a caminar hacia el río. Casi frente al hotel salía una calle que se metía entre campos sembrados con cultivos varios entre las que no podía faltar el arroz! Una vez más comprobamos que mientras hubiese luz natural había gente trabajando. Luego de unos 15 minutos de caminata llegamos al río Yulong.

Cosechando

Nos encontramos con un paisaje increíble! La imagen del río con un color verde intenso, bordeado por las grandes formaciones rocosas cubiertas de vegetación de un lado y por arbustos del otro, parecía salida de una película de ciencia ficción. Aumentando el misticismo del lugar había un par de hombres con los típicos sombreros cónicos de paja pescando. Fuimos caminando por un sendero de material en muy buen estado que corría paralelo al río, entre este y las plantaciones. Fue una caminata muy agradable hasta al final del camino nos encontramos con un parking de micros de tours y un embarcadero de balsas… la paz de había acabado! 

Río Yulong


El pescador

Aprovechamos unos bancos que había en ese sector para descansar y picar algo. Tras liberarnos de un par de vendedores de vinchas con flores y lanza agua de goma espuma y plástico, nos abocamos a observar lo que sucedía en el río. No quedaban rastros del idílico paisaje del que habíamos disfrutado; teníamos frente a nosotros un río sobrepoblado de balsas con sombrillas de colores, cargadas de chinos que se iban tirando agua de una a otra con los lanza aguas; había vendedores porque existían compradores… Parecía la playa Bristol en carnaval… Cuando bajaban de la balsa compraban las fotos que les habían tomado durante el trayecto. Sin palabras…

Playa Bristol made in China

Seguimos caminando en el mismo sentido, teniendo que salir a la calle para poder avanzar. No pude dejar de disminuir para ver los puestos que vendían carnes, ropa, bebidas y chucherías...Un mezcladito! Al final de la calle volvimos a encontrar un sendero paralelo al río pero más rústico, de tierra que discurría entre la vegetación y terminaba en un puente que cruzaba al otro lado del charco.

Carniceria y verduleria

En este punto dimos media vuelta y decidimos regresar por donde habíamos venido. En esta oportunidad nos cruzamos con algunos de los trabajadores que parecían haber terminado su faena del día; el más curioso de todos fue el hombre que iba con el perro, la vaca y el ternerito caminando por el sendero como si fuesen todas sus mascotas.



Justo durante la puesta del sol llegamos al punto en que había comenzando nuestra caminata paralela al río; en las inmediaciones había un área de menor profundidad identificada en el mapa como “swimming pool” donde algunos valientes se bañaban. No teníamos pensado tomar un baño, así que seguimos por el sendero que nos iba a llevar al hotel. Los últimos trabajadores de las plantaciones se estaban encargando de quemar los desechos de la cosecha del día, impregnando todo el lugar de olor a quemado.

Al llegar al hotel descubrimos que íbamos a estar bastante acompañados durante la cena y desayuno… un grupo de más de 20 ciclistas ingleses de alrededor de 50 años estaba haciendo el check in… Cuando volvimos al restaurante luego de bañarnos encontramos que el cycling team había decidido comer en el exterior, así  que no tuvimos problemas para elegir una mesa en el interior. Con una carta variada, el panorama de nuestra primera comida decente del día era prometedor! Pronto llegaron a la mesa los elegidos de la noche: vegetales de estación salteados, curry de pollo y arroz. Con tanta comida china estábamos abstinentes de comida india y no nos pudimos resistir a un delicioso curry!!!

Cuando terminamos de cenar estábamos tan cansados que nos fuimos directamente a dormir!!! Además teníamos que estar bien descansados para todas las actividades planeadas para el día siguiente.

sábado, 5 de noviembre de 2016

De Ping'an a Yangshuo, otra complicada travesía...

By Sole

20 de Octubre 2015

A las 6:30 am ya estábamos arriba. Tras terminar de acomodar las valijas dimos una pequeña vuelta por los alrededores buscando un lugar para desayunar, terminando una vez más Green garden café. Deja vú! Nos sentamos en la misma mesa con vista privilegiada y pedimos dos desayunos continentales.

Seba con su té verde

Tras tomar el segundo vaso de green tea –el refill de agua caliente estaba incluido en el precio- decidimos volver al hotel. En el camino tuvimos un encuentro cercano de tercer tipo con un duende… Una de las timadora del primer día nos reconoció y comenzó a seguirnos por el pueblo… pegadita, casi pisándonos los talones iba hablándonos; no entendimos que nos decía pero apuesto que estaba reclamando dinero... Cuando llegamos al hotel nos metimos raudamente cerrándole la puerta en la cara para evitar que nos siguiera hasta la habitación!

El bus que teníamos que tomar un rato después partía del “parking”, pero vaya problema: el pueblo tenía 2 parkings. En el hotel no había seres humanos a la vista, así que decidimos ir hacia el estacionamiento mças cercano, teniendo cierto grado de certeza de que no era el indicado.

Al salir… ahí seguía nuestra pesadilla que una vez más comenzó a seguirnos hasta que en un momento me di vuelta y de una manera poco polite le dijé “Stop following us!!!”. No sé si me entendió o no, pero luego de unos metros desapareció, dejándonos caminar en paz.

Subimos, pendiente arriba, pendiente abajo y finalmente llegamos al estacionamiento donde habitualmente paran los micros de los daily tours. Fuimos recorriéndolo, buscando algún cartel... nada! Nuestra certeza ya era mayor… pero queríamos que fuese del 100%, así que caminamos hasta donde terminaba y nos metimos en un hostel a preguntar. Confirmado! Nuestro bus partía del otro parking.

Ya más tranquilos volvimos al hotel a buscar el equipaje. Abandonamos el lugar sin cruzarnos con otro ser vivo. Como nunca hicimos el check in, tampoco fue necesario hacer el check out…

Del otro lado de la puerta nos encontramos con un grupito de porteadoras con sus “canastos mochilas” que “casualmente” estaban apostadas en ese lugar en ese preciso horario. Nos escabullimos con una incesante repetición de “no” y “pu” (no en chino)… íbamos a bajar del pueblo con las valijas a cuestas, sin pagar ni dejarnos engañar. 

Paso a paso, sin apuro, y teniendo la precaución de no sobrecargar la espalda fuimos bajando por escaleras y rampas. Si bien la mayor parte del trayecto era en bajada nos llevó un buen rato, y mucho esfuerzo.

Esta vez tuvimos un poco más de tiempo para chusmear los puestos que estaban entre el pueblo propiamente dicho y el parking. Había ropa, almohadones, adornos, artesanías en madera, y algo bastante desagradable que fue lo que más llamó nuestra atención: animales desecados y algunos carbonizados entre los que incluían ratas. Rápidamente se nos vino a la cabeza la imagen de las dos ratas de la parrilla del día previo que ese mismo día cuando pasamos a la noche estaban en el mismo lugar pero carbonizadas. Aun no sé quienes compran esos productos ni para que se utilizan… a pesar de lo asqueroso le tuvimos que sacar una foto.

Me parece haber visto una ratita...

Finalmente llegamos al parking donde reconocimos el bus que teníamos que tomar. En la tarjetita “pasaje” que teníamos estaba anotado el número que identificaba al micro. Cuando nos acercamos vimos que el chofer no estaba, algo esperable porque aún faltaba un rato para el horario de partida. Durante la espera apenas se acercaron dos pasajeras más, chinas ellas, que como era de esperar no hablaban inglés. Subieron al micro y se acomodaron con sus bultos.

Encontramos el micro!

La tranquilidad que teníamos por haber encontrado el parking y el micro se esfumó en pocos segundos cuando se nos acercó un chino que de alguna manera interpretamos que nos dijo que el micro no iba a Guillin, pero si su camioneta. Nuestra primera reacción fue desconfiar. Intentamos comunicarnos con las chinas del micro a las que les entendimos que también iban a Guillin, aumentando aún más nuestra desconfianza; el chofer del micro no aparecía y se estaba haciendo el horario de partida… Teníamos al chino persiguiéndonos y pidiéndonos el equipaje mientras aseveraba con la cabeza que los tickets eran para viajar en su coche. En medio de toda esa locura, Seba se iluminó y se acercó al puesto donde vendían las entradas al pueblo; ahí estaba la única posibilidad de encontrar alguien que hablara alguna mínima palabra de inglés. Aparentemente ambos vehículos se dirigían al mismo lugar…

Caminonetas sospechaosas

Vimos que venían dos parejas de chinos que con gran seguridad metieron su equipaje en la camioneta en cuestión. Eso sumado a lo que nos había dicho el vendedor de entradas y la falta de chofer en el bus nos hizo tomar la decisión de subir, sin tener la certeza hacia dónde íbamos y no entender qué asunto turbio había detrás. Con nosotros se completaban las 6 plazas del vehículo.

Ultima foto de Ping'an desde el parking

Apuesto que los asientos eran más cómodos y la temperatura más agradable que en el micro gracias al aire acondicionado… pero hubiese preferido viajar en el bus. Durante esas dos horas no la pasamos nada bien! Teníamos una insoportable sensación de desconfianza e incertidumbre, a lo que se sumaba una creciente intolerancia producto del permanente parloteo a viva voz en chino del resto de los ocupantes del rodado con música de fondo.
Tratamos de abstraernos lo más que pudimos de la situación tratando de prestar atención si estábamos yendo en la dirección correcta y disfrutar del paisaje. De hecho vimos varias cosas a las que no les habíamos prestado tanta atención a la ida donde toda nuestra atención estaba puesta en ver si chocábamos o no de frente con algún vehículo que venía en sentido contrario. Más allá de las pequeñas villages que sí habíamos registrado, descubrimos cultivos y varios puestos ruteros que vendían lápidas como las que habíamos cruzado en el hiking por los arrozales.

Unas dos horas después estábamos en Guillin. Lo poco que vimos nos dio la impresión de que se trataba de una ciudad mucho más grande que lo que planteaba la Lonely Planet. Los últimos kilómetros del viaje trascurrieron lentamente producto del intenso tránsito de motos y bicicletas.

Finalmente el vehículo se detuvo en una avenida cerca de la estación de tren, lugar al que teóricamente llegaba el minibús que debíamos haber tomado. Bajamos de la camioneta, sacamos nuestras valijas del baúl y nos despedimos del chofer sin tener que pagar nada extra. Afortunadamente habíamos llegado a donde queríamos sin que nos estafaran (al menos a nosotros, no sabemos que iba a hacer el chofer con nuestros tickets de bus).

El siguiente paso era encontrar la estación de micros que estaba en la zona. Tras preguntar a un par de transeúntes llegamos a una especie de estacionamiento/ parada de micros con un par de oficinas donde nos indicaron que el lugar que buscábamos estaba a un par de cuadras. Así que salimos con las valijitas a rastras esquivando gente. Cuando estábamos a punto de cruzar una de las calles vimos un micro que parecía venir de la estación con un cartel que decía “Yangshuo” en caracteres chinos… Seba que había estado memorizando esos “dibujitos” los reconoció. Ni bien nos detuvimos nos asechó una mujer que repetía "Yangshuo!! Yangshuo!!!" Dudamos, era el bus que teníamos que tomar??? Teníamos la referencia que el pasaje costaba 30 Yn por persona, y al preguntarle el precio a la mujer justamente nos escribió ese número en un papel.

A pesar de la incertidumbre y desconfianza que nos generó toda la situación tomamos el ómnibus junto a un chinito que subió sin dudarlo. Nos acomodamos en la parte trasera del con las valijas ocluyendo parcialmente el pasillo a falta de un lugar más adecuado para colocarlas. Tras girar en la avenida por la que habíamos estado caminando, el micro comenzó a parar cual colectivo recogiendo y dejando gente a lo largo de todo el recorrido. Nos habíamos tomado un micro lechero…. Nos tomó casi dos horas llegar a destino, gracias a la gran cantidad de paradas, el mal estado de la ruta que parecía tener más cráteres que la luna, y las obras de ampliación de la carretera.

Como si fuésemos chinos fuimos durante el viaje picando galletitas y trocitos de crocante de maní y semillas que habíamos comprado en Xi'an, mientras mirábamos por la ventana una extraña mezcla de urbanismo con las grandes formaciones rocosas cubiertas por vegetación características de la región de fondo.

El micro nos dejó a pocos metros de la estación norte de buses de Yangshuo. El viaje aún no había terminado… faltaban unos 4 km hacia el poblado vecino de Jima donde estaba nuestra hostería. Para este último trayecto teníamos que tomar un taxi. El primer taxista que abordamos nos pidió 120 Yn lo que era un precio exorbitante para la corta distancia a recorrer. Al ver que no agarramos viaje el precio comenzó a bajar. Rechazamos su oferta y seguimos caminando hacia el siguiente taxi con el primer tachero siguiéndonos e influenciando la respuesta que nos dieron los subsiguientes colegas… en ese recorrido de regateo habíamos llegado a 50 Yn. Seguimos caminando dejándolos a todos atrás, y siguimos la negociación con otro taxista que estaba en la siguiente cuadra. Calculadora de por medio llegamos 45 Yn. A simple vista parece haber sido un buen negocio, pero no lo fue… podríamos haber seguido hasta llegar a los 30 Yn que era el costo del viaje como descubrimos posteriormente. Pero cuando uno está con valijas y depende 100% de estos individuos el poder de negociación no es el mismo que en otra situación…

En menos de 15 minutos ya estábamos en Jima, más precisamente en la dirección que teníamos del Hotel Yangshuo Outside Inn. Travesía mediante habíamos llegado a destino!!!

domingo, 30 de octubre de 2016

Un paseo por los arrozales

By Sole

15 de Octubre 2015

En algún horario de la madrugada comenzó a cantar el gallo recordándonos que estábamos a cientos de kilómetros de la urbe más cercana. Para las 6 de la mañana se sumó el ruido de unas pisadas que se detuvieron a corta distancia de donde estábamos. Desde la cama le dije a Seba “Creo que abajo están cargado un burro”. Al rato cuando nos levantamos y miramos por la ventana comprobamos que efectivamente había un burro con dos grandes bolsa encima, una de cada lado.




Apenas pasadas las 7 bajamos dispuestos a desayunar. Sorprendentemente seguía sin haber nadie en el front desk y alrededores. En todas las horas que llevábamos en el hotel tampoco nos habíamos cruzado con otros huéspedes… estamos casi seguros que éramos los únicos.

En los locales de los alrededores tampoco  había vida, así que decidimos caminar un poco hasta que encontrásemos un lugar abierto. Tranquilamente emprendimos la caminata pueblo arriba siguiendo uno de los senderos que conducía al otro mirador de la zona: “Seven stars and the moon”. Justamente la gran ventaja de pasar la noche en la villa es poder disfrutar de esas horas de la mañana en las que hay pocos turistas. Algunos lugareños comenzaban a preparar sus sopas para desayunar, otros barrían, mientras que otros ya se encaminaban a seguir con la cosecha. Alrededor de las 7:30 llegamos hasta un punto, que sin ser el mirador, proporcionaba una magnífica vista de los arrozales. Sacamos las fotos pertinentes y guiados por los estómagos que rugían como leones furiosos emprendimos el regreso teniendo en mente un lugar para desayunar que estaba por abrir cuando habíamos pasado a la ida.



Seven stars and the moon

Cuando llegamos a “Green Garden Café”, si bien no había comensales, ya estaba abierto. Nos sentamos en una de las mesas exteriores, desde donde la vista de los alrededores era inmejorable. Mientras esperábamos los desayunos continentales nos entretuvimos contemplando la lenta actividad matinal de Ping'an. Unos minutos después llegaron los vasos de té verde, las tostadas con mermelada y manteca, los huevos duros y las bananas. Sin mucho apuro disfrutamos de ese excelente desayuno. El detalle de color del local era el gran frasco de unos 5 litros que contenía una víbora en un extraño líquido ambar. Tras preguntar descubrimos que se trataba de "vino de serpiente". 

Vista del desayuno

En el corto recorrido hacia el hotel, en el que ya comenzaba a haber un poco más de gente, nos llamó la atención algo sumamente desagradable… en una parrillita de las que usan para cocinar el bamboo rice había apoyadas 2 ratas muertas. Sin entender mucho de que se trataba, si alguien las iba a cocinar o estaban ahí para cobrar dinero a los turistas que le sacaban fotos, pasamos raudamente por el lugar. Nuestro nivel de desconfianza seguía alto, no nos arriesgamos y foto no hay...

Ya en el hotel, agarramos las mochilas con algunas provisiones y alrededor de las 9 salimos. Sorprendentemente, nos encontramos con el  saloncito donde estaba el front desk iluminado y los hijos del hombre que nos había recibido el día previo. Aprovechamos ese momento para pagar las 2 nohes de alojamiento, ya que nunca habíamos hecho el check inA diferencia de otros hoteles, nunca nos preguntaron ni como nos llamábamos ni nos pidieron pasaportes; un lugar ideal para alguien que quiere vivir en el anonimato.

También utilizamos esta oportunidad para reservar el transfer para ir hacia Guilin. El muchacho hizo un llamado para confirmar la disponibilidad y hacer la reserva; pagamos los tickets ahí mismo. Cuando le consultamos sobre el sendero hacia Dazhai Village que pensábamos hacer ese día nos aseguró que estaba bien señalizada y que era difícil perderse… Buenísimo! Sin más pendientes, nos pusimos en movimiento dispuestos a disfrutar del día.

Iniciamos la caminata yendo hacia el mirador de “Nine dragons and five tigers”, que ya habíamos visitado la tarde anterior. En la parte superior de este había un cartel que indicaba que teníamos que girar y seguir hacia la izquierda. Tomamos un camino pavimentado de montaña zigzagueante que iba en esa dirección. A pesar de parecer una ruta, durante todo el trayecto no nos cruzamos con ningún vehículo. Luego de varios cientos de metros llegamos al final del pavimento. Como si fuese un libro “Elige tu propia aventura”, un cartel nos planteó dos opciones: Cemetery o ZhongLíu Village. Elegimos la segunda opción.

Ping'an desde el sendero

Elige tu propia aventura

De esta manera dejamos atrás “la civilización” con su pavimento, y nos internalizamos en un sendero de piedras muy bien delimitado, rodeado de vegetación silvestre con helechos, plumeritos y muchas otras plantas de zonas húmedas que no pude ni podría identificar dados mis limitados conocimientos botánicos. Si bien no habíamos optados por la opción cementerio, en esta primera parte del camino nos cruzamos con varias lápidas con flores y ofrendas.

Lápidas con ofrendas

Sin apuro pero sin pausa fuimos caminando por ese camino ondulante con ascensos y descensos leves, con diferente temperatura y humedad según la orientación y en consecuencia la exposición al sol de la ladera de la montaña que atravesásemos.



Un rato después llegamos a un gran espacio abierto con arrozales dispuestos en terrazas como los que habíamos visto en Ping'an. De igual manera había una combinación de sectores cosechados, algunos con gente abocada en la cosecha, y otros donde estaban quemando los restos de plantas transformadas en residuos tras el secado de las espiguitas y extracción de los granos de arroz. 



En todo ese trayecto apenas nos cruzamos con un par de sus occidentales con sus respectivos guías locales y algunas personas pequeñas que intentaron vendernos agua o fotos con ellas. Rechazamos todas las insistentes ofertas sin detenernos. Tras atravesar este sector de arrozales llegamos a un camino con algunos camiones y obreros que parecían estar extrayendo tierra de la montaña, y unos metros detrás divisamos un humilde pueblito. Estimamos que se trataba de ZhongLíu Village puesto que no nos cruzamos con ningún cartel que indicase donde estábamos; de hecho luego del cartel de la bifurcación del cementerio/ ZhongLíu Village no vimos ningún otro cartel. Mmm, camino bien señalizando…

Pasamos el camino y nos metimos en el pueblo. No sabíamos por donde seguía el sendero… Fuimos caminando por las angostas "calles" –de iguales características que Ping'an- entre gallinas y los típicos perros lobizones marroncitos de la región, preguntando a todos los que nos íbamos cruzando por dónde debíamos seguir. Si bien la mayoría de las manos indicaban hacia arriba, no todos los arriba eran en el mismo sentido… teníamos la sensación de estar caminando sin rumbo. No sabíamos si nos estaban indicando el camino correcto o el que nos conducía a algún restaurante, o peor aún si estaban intentando que nos perdiéramos para que contratásemos el “servicio de guía” de algún local.

ZhongLíu Village

De alguna manera fuimos avanzando, por momentos retrocediendo cuando teníamos la sensación de que no era el camino correcto y tomando la otra bifurcación, hasta llegar a un sendero que salía del pueblo y ascendía por la montaña. No sé si era el camino correcto o no, pero nos sacó del pueblo y nos condujo a otros arrozales, tras atravesar una zona con algunos arbolitos incluidos bambúes. Mientras ascendíamos, nos cruzamos con un hombre que venía bajando con el tronco de un árbol al hombro. Poderoso el chiquitín!!! 

Perro chino & bambú

Seguimos caminando largo rato, disfrutando del silencio pero con la expectativa de encontrar Dazhia. Sabíamos que tomaba 4 horas llegar a esa village, y otras 4 para volver; habíamos calculado caminar ese tiempo y llegar a Ping'an antes de que anocheciera. Pero como no sabíamos si estábamos en el sendero correcto y si íbamos a llegar a Dazhia, decidimos seguir adelante hasta que se hicieran las 12 del mediodía, y ahí reevaluar la situación.

El gran guía de montaña con su brújula

Así que seguimos caminando por el sendero viendo como “desgranaban” las espigas de arroz golpeándolas contra un receptáculo de madera y cargaban los burros con los sacos llenos de granos. Cruzamos un par más de mujeres que nos decían “water” y “long hair”. El “long hair” no era ningún cumplido, sino el ofrecimiento para mostrarnos sus largos cabellos y que nos tomésemos la correspondiente foto.



Hago una pausa para hacer un comentario sobre el tema del cabello de las mujeres del grupo Yao. Por lo que habíamos leído sólo cortan su pelo una vez en la vida cuando cumplen 18 años como un rito de iniciación a la vida adulta. Como es de imaginar tienen cabellos muy largos que llevan recogidos y los utilizan como una forma de ganar dinero en los “Long Hair Shows of Yao Women” o simplemente sacándose fotos con turistas.

Toda esta gente que nos fuimos cruzando por el camino ofreciendo “servicios” nos generó una sensación ambivalente. Por un lado parecían personas amables que saludaban cada vez que pasábamos. Pero cuando les respondíamos el saludo como haríamos con cualquier otro ser humano que saluda, ahí inmediatamente venía el mangazo intentando sacarnos dinero como fuese posible. De hecho llegamos a la conclusión que la falta de carteles indicativos estaba especialmente pensado para obligar a la gente a contratar el servicio de guía.

Cerca de las 12 divisamos a lo lejos, y con lejos me refiero varios kilómetros, un pueblito. Considerando que no estábamos tan perdidos decidimos avanzar un poco más, terminando luego de un rato en un mirador con otra vista espectacular. Si bien desde los miradores se suele tener una vista más panorámica, todo el recorrido ofrece imágenes preciosas dignas de cualquier guía de viajes que promocione la región.



Hicimos una parada para picar algo. Considerando que eran las 13 hs y que aún quedaban varios kilómetros hasta el caserío que a juzgar por el cable car debía ser Dazhai decidimos emprender el regreso. Para evitar perdernos volvimos sobre nuestros pasos, cruzándonos con un par de los turistas con guía que habíamos pasado a la ida –con esto ganó más peso la teoría de que no nos habíamos perdido y habíamos recorrido gran parte del camino que habíamos planificado en un primer momento-.

Probablemente Dazhai...

Para las 16 hs ya estábamos de nuevo en el mirador “Nine dragons and five tigers”. Luego de haber caminado durante 7 horas seguidas bajo el sol y agotado todas las reservas de agua de la mochila, estábamos deshidratados! En el mismísimo mirador, sin importar el posible sobreprecio, compramos el green tea con jazmín más refrescante del mundo!!! Nos sentamos un rato a descansar e hidratarnos. A diferencia del día previo apenas había turistas, lo que nos permitió seguir disfrutando de cierta tranquilidad; no hablo de una plena tranquilidad porque había tres mujeres de unos 40 años que con sus gritos y permanente parloteo contaban como un tour entero…

Mirador "Nine dragons and five tigers"

Una vez recuperados tomamos el sendero que comunicaba los dos miradores sin necesidad de tener que atravesar el pueblo. El camino discurría entre los arrozales, dándonos otra perspectiva del mismo paisaje. En este senderito nos cruzamos con varias personas más, incluyendo un par de turistas que estaban en plena transacción comercial para sacarse una foto con una mujer de cabellos largos. Esto no nos sorprendió tanto como sí lo hizo la pequeña serpiente de color verde que pasó raudamente camuflándose entre unas plantas que teníamos a nuestro lado… qué miedito! Obviamente que no nos amedrentó, pero si nos hizo caminar con un poco más de precaución prestando más de atención a lo que sucedía a nuestro alrededor.

Unos pocos minutos después habíamos llegado al mirador de “Seven stars with the moon” propiamente dicho, unos metros más arriba de donde habíamos estado a la mañana. Sin dudas se trataba del mirador “para turistas” por la cantidad de puestos de chucherías varias.

“Seven stars with the moon”  por la tarde

Sacamos un par de fotos y regresamos al pueblo, haciendo una parada para una Liquan natural beer bien fría a un precio irrisorio de 12 Yn la botella de 650 ml, y un té muy raro que aun nosé de que era. Después de la rehidratación, volvimos al hotel para ver el resultado del partido de Racing (victoria 3 a 1 vs Bosta Jrs), darnos una ducha, y finalmente salir a cenar. Mmm, creo que Seba metió mano en este párrafo...



Esa noche decidimos innovar y probar suerte en un restaurante muy bien puesto: “Live”. Nos sentamos en una mesa del primer piso, disfrutando de la soledad del salón. Mientras esperábamos a los elegido de la noche -fried noodles with veggies y un kung pao chicken (un salteado con trocitos de pollo, zanahoria, cebolla y maní)- nos entretuvimos viendo en una gran pantalla un torneo chino de saltos ornamentales. Disfrutamos de una deliciosa comida y mucha tranquilidad.

Kung pao chicken

Satisfechos volvimos al hotel donde como era de esperar no había nadie y sólo estaba abierta la puerta que conducía a las escaleras que llevaba a las habitaciones. A descansar!