By Sole
No bien llegamos a la ruta notamos la presencia de bicisendas a ambos lados. Respiré aliviada! Sin mayores dificultades recorrimos los kilómetros que nos separaban de nuestra próxima parada: Moon Hill. Justamente esta colina recibe ese nombre por el orificio natural casi perfecto que se encuentra en lo alto de la misma.
Moon Hill |
Si bien parecía ser un lugar muy turístico que figuraba entre las atracciones de la zona nos llamó la atención la poca cantidad de gente que había en la entrada. Pagamos 15 Yn cada uno, acomodamos las bicis en un sector destinado para tal fin y emprendimos el ascenso por el sendero de eternas escaleras. En la subida nos cruzamos con algunos de los ingleses de la hostería que venían descendiendo. Cuando comenzamos a sentir la falta de aire en medio del ascenso fue obvio porqué había tan pocos turistas locales...subir 800 escalones requiere esfuerzo! Y si algo requiere esfuerzo no hay tours chinos!!! Bienvenido sea el esfuerzo a cambio de algo de silencio!!!
Fuimos siguiendo el camino hacia “Moon Palace” y unos 15 minutos después llegamos a la cima, agotados pero vivos!!! Estratégicamente ubicada ahí arriba había una mujer que vendía gaseosas. Insistente como pocas, cuando le dijimos que ya teníamos agua nos retrucó que ella tenía “cold water” –y no calentita como la nuestra-. Tras rechazar varias veces la oferta proseguimos la caminata hacia el mirador propiamente dicho que ofrecía una privilegiada vista panorámica de la zona con las formaciones cársticas de fondo. Y obviamente, al subir tantos metros, teníamos un primer plano del “agujero” casi perfecto de Moon Hill en cuyos alrededores había gente (muy valiente) haciendo escalada en roca. La presencia de ganchos amurados a la pared nos dio una sólida evidencia que es una de las actividades habituales del lugar; me generó vértigo de tan solo mirarlo.
Desde Moon Hill |
Escalada en Moon Hill |
Considerando el silencio, la sombra del lugar, y la vista que incluía el espectáculo de escalada, decidimos hacer una parada en ese lugar para recuperar energía. Enseguida salieron los maníes –que entre la sal y las especies no resultaban muy felices- y una galletitas TUC de paprika –que eran todo lo ricas que esos maníes no eran-.
Unos 15 minutos después emprendimos el descenso, tomando a poca distancia de llegar abajo el desvío hacia el “Moon Pavillon”. Este es una especie de templete cuadrado de madera con bancos para sentarse desde donde se pueden sacar lindas fotos de Moon Hill, con un ángulo interesante y haciendo poco esfuerzo. Aprovechamos la oportunidad para sacar alguna foto más y proseguimos la bajada hasta el estacionamiento donde nos reencontramos con las bicis.
Hora de seguir pedaleando! Sabíamos que había un camino para bicicletas que iba paralelo al río, pero la chica del hotel nos había dicho que era difícil de encontrar. A pesar de sus palabras fuimos en su búsqueda dejándonos perder por pequeños caminos y senderos rurales, sin encontrar lo que buscábamos. No obstante, nos resultó interesante ir entre plantaciones de pomelos gigantes y pequeñas villages llegando a calles que morían en el río por donde se veían pasar las balsas. En estos puntos a falta de puentes o camino para seguir, y sin intención de perdernos, dábamos media vuelta y volvíamos al punto inicial de partida.
Casita por uno de esos caminos... |
Caminos... |
Luego de un par de estas vueltas volvimos a tomar la bicisenda hacia Yangshuo. El recorrido me resultó de lo más agradable hasta que llegamos al pueblo. De hecho, de un momento a otro comencé a ver un lindo grupo de viviendas blancas con detalles negros con un aspecto similar; no terminé de preguntar si habíamos llegado cuando me ví en una avenida rodeada de autos, motos y otras bicis… Casi entro en pánico, o tal vez entré en pánico invadida por toda la inseguridad que me generó esa situación y ahora mis mecanismos de defensas me hacen negarlo… Cómo odio andar en bicicleta en la calle!!! Tengo el recuerdo de estar en el medio del cruce de dos avenidas casi paralizada esperando que dejasen de venir autos en todas las direcciones para poder girar y avanzar raudamente hacia el carril derecho de la calle que nos iba a llevar a West Street. De alguna manera milagrosa sobreviví y llegamos a la calle más concurrida por los turistas. En momento como estos creo que tengo más vidas que un gato y simplemente no muero porque no es mi hora.
En fin, finalmente estábamos en la famosa calle comercial donde divisamos los carteles de Mc Donald´s y KFC; no había dudas de que habíamos llegado. Siendo esta una calle peatonal no está permitido circular en bicis, así que descendimos de las mismas y fuimos caminando llevándolas a nuestro lado –no estábamos dispuestos a dejarlas “estacionadas” en un lugar tan concurrido- tratando de no chocar a las cientos de personas que caminaban por ahí. Abundaban en los alrededores los locales de chucherías con los ya clásicos palitos de selfie de distinta calidad (en la gama regular, malos y muy malos), y adornos colgantes chinos con moneditas y cordones de colores –predominando los de color rojo- entre otras cosas. También había un par de locales que vendían jugos, ajíes rojos picantes y comida.
West Street |
Habiendo caminado casi 200 metros decidimos que ya habíamos tenido suficiente contacto con el mundo y giramos en una calle perpendicular menos concurrida. Avanzamos unos metros más y terminamos en una costanera arbolada con bancos y mesitas de piedra. Nos ubicamos en una mesa a pocos metros de un grupo de chinos de edad avanzada que pasaban la tardecita jugando al mahjong a la sombra de un árbol. Ahí me quede sentada un rato mirando el río Li mientras Seba con toda su caballerosidad iba a comprar unos helados y un jazmine ice tea a uno de los polirrubros vecinos.
Viendo el río Li, que a mi parecer no era tan lindo como el Yulong, degustamos unos helados chinos parientes del Conogol. Acto seguido, nos fuimos a recorrer el paseo de “artesanos” donde compramos regateo mediante unas fundas de almohadones. Seba tiene una debilidad especial por estos productos y casi siempre termina comprando. Con tantos viajes tenemos fundas para varios decenios…
Tenía que enfrentar una vez más lo inevitable… la calle! Por suerte habíamos quedado en una ubicación tal que no tuvimos que volver a pasar por el cruce de avenidas y pedaleando tranquilamente por el costado de la calle nos fuimos acercando a la salida del pueblo, sin antes hacer una paradita en el super a comprar un par de cosas incluido un pomelo gigante! Desde hacía varios días que me generaba curiosidad ese cítrico y ahí nos encontramos frente a frente con el vendedor de “pomelos”. Elegimos uno y cuando lo pesó pesaba 1 kg!!! Con esto comprobarán que no estoy exagerando al decir que era un pomelo gigante!!!
Minutos después salimos del pueblo y volvimos a la bicisenda. Fuimos erráticamente buscando el camino que corría paralelo al Yulong; entre idas y vueltas llegamos al camino peatonal que impresionaba ser el mismo que habíamos tomado el día anterior, pero algunos kilómetros más abajo. A pesar de ser “peatonal” había algunas bicis, carretillas y hasta un water bufalo, una vaca y su ternerito. Reafirmando que se trataba de un camino peatonal cada tantos metros había puentecitos con escalones que nos hacían bajar de las bicis y cruzarlos con estas en brazos.
Cuando estábamos relativamente cerca de llegar pisé una rama con la rueda delantera que terminó en una pinchadura y progresivo desinflado de la misma. Catrasca total! Menos mal que estábamos cerca, sino hubiese sido una situación bastante complicada… Estimo que habremos hecho cerca de 1 km a pie con la bici al lado…
Un poquito más tarde de lo estimado por este percance llegamos al hotel. Estábamos bastante cansados luego de estar dando vueltas todo el día. Así que no dudamos en disfrutar del jardín de la hostería a la sombra de sus arbolitos. Seba pidió una cerveza y yo sin perder mi originalidad un plato y un cuchillo… había llegado la hora de develar la verdad respecto a mi cítrico de 1 kg! Con cuidado le clavé el cuchillo cortando con algo de dificultad la gruesa cáscara. Un par de cortes más y conseguí sacar una gajo. Sin saber con qué me iba a encontrar mordí ese primer gajo, comprobando que tenía un sabor levemente dulce que no podría asemejar a otro cítrico; los hollejos eran un tanto amargos recordándome inmediatamente al pomelo. De hecho cuando pregunté en el hotel como se llamaba el fruto me dijeron “pomelo”; exactamente la misma palabra que utilizamos en castellano! Sin bien no era la fruta más deliciosa que habíamos probado en nuestra vida, nos resultó muy refrescante en esa calurosa tarde. Apenas llegamos a comer la mitad del “pomelo familiar”, guardando la otra para el día siguiente…
Beer & pomelo |
Tras bañarnos regresamos a cenar. Siguiendo con las innovaciones Seba decidió pedir un vaso de vino de arroz. Mientras esperábamos los fried noodles con vegetales y el colorful chicken (salteado con pollo, zanahoria, morrón, hongos y cebolla) nos trajeron la “medida” de vino como si se tratase de un whisky… No en vano la porción era tan pequeña, la graduación alcohólica de esa bebida debía ser igual o mayor a la del whisky. Estaba más cerca de ser alcohol de quemar que una bebida apta para el consumo humano. Voy a contarles una infidencia: Seba ni siquiera pudo terminar esos 40 ml que le sirvieron, de hecho apenas tomó un par de sorbos… y como le daba vergüenza que vieran que no lo había tomado se fue al baño a tirar lo que había quedado en el vaso. Apuesto a que destapó todas las cañerías con ese líquido! Sacando este detalle de color, la cena transcurrió en tranquilidad disfrutando de dos deliciosos platillos.
Pipones, volvimos caminado rapidito escuchando y viendo la sombra de los murciélagos que sobrevolaban a poca distancia. No les puedo explica la repulsión que me causan estos bichos y el miedo que tengo que me muerda uno…. No porque tenga miedo de transformarme en vampiro, sino por el asco y el hecho de tener que salir corriendo a buscar la vacuna anti-rábica…
Tras ese momento de stress, y apenas pasadas las 9 de la noche nos fuimos a dormir.