By Sole
21 de Octubre 2015
Nos despertamos otra vez temprano, alrededor de las 6:30 am. Como aún era temprano para desayunar nos fuimos caminando hasta el río para ver el amanecer y el paisaje con las primeras luces del día. A pesar de lo temprano que era la gente del lugar ya estaba trabajando. Parece que están ahí de sol a sol. Admirable!
Amanecer desde la habitación |
Nos encontramos con una imagen increíble! El sol que estaba saliendo se difuminaba en medio de la niebla. Las plantas estaban cubiertas por pequeñas gotas de rocío y telas de araña que no habíamos notado el día previo, y el río por una espesa bruma producto de la diferencia de temperatura entre el agua y el ambiente. En esas tempranas horas de la mañana algunos hombres aprovechaban para pescar mientras las mujeres fregaban la ropa en la orilla del río.
Amanecer en el campo |
Amanecer en el río |
Lavando la ropa en el río |
Caminamos un rato disfrutando de este espectáculo matutino surrealista, por el que ya había valido la pena pasar la noche en esta village y madrugar. Cuando el “rugido” del estómago se hizo implacable rumbeamos hacia el hotel a desayunar!
Habiendo pasado las 7:30 hs, el servicio de desayuno ya había comenzado. Nos sentamos en una de las mesas exteriores junto a los ingleses a ver la carta mientras la camarera anotaba los numerosos pedidos de té con y sin leche, café, tostadas, tocino, queso, pancakes y huevos revueltos. Nuestro pedido no fue menos modesto e incluyó una tetera con green tea, yogurt con frutas, dos tostadas, scramble eggs, bacon y un café; variadito y lleno de energía, ideal para las actividades que se avecinaban.
A las 9:30 elegimos las bicicletas que íbamos a usar ese día, y salimos pedaleando hacia el embarcadero más cercano acompañados de una mujer que iba a tramitar el viaje en balsa. Ni bien me subí a la bicicleta recordé mi ineptitud para conducir dicho vehículo. Habiendo aprendido a andar en bicicleta de grande, no tengo incorporado el hábito como algo natural y cuando el terreno no es plano y liso tengo la sensación de que me voy a caer de cabeza… y romperse la cabeza durante las vacaciones y tan lejos de casa no está bueno. Teniendo en cuenta esto sabrán apreciar que mi visión está un tanto sesgada y no es la de una eximia ciclista.
Recorrer este primer kilómetro hasta donde estaban las balsas me generó cierta incertidumbre de cómo iba a ser el resto del día arriba de la bici. Varios sectores de este sendero tenían bastantes piedras dificultando mi circulación; confesaré que algunos metros los hice caminando llevando la bicicleta a mi lado.
Con las dificultades mencionadas llegamos al embarcadero. Siguiendo las indicaciones de la chica que nos estaba guiando, aparcamos las bicis junto a otras, les pusimos la traba que nos habían dado en el hotel y fuimos hacia el sector donde estaban las balsas. Previsores, antes de embarcar nos sacamos las zapatillas y nos pusimos las ojotas; había altas chances de mojarse los pies en el viajecito por el río Yulong, un tributario del famoso río Li que aparece en los billetes de 20 Yuanes. Si bien los paseos más populares son por el río Li, partiendo desde Yangshuo, nosotros habíamos optado por esta otra opción que prometía aguas más limpias y más tranquilidad. Por lo que leímos el río Li está bastante contaminado y además de las tradicionales bamboo rafts, circulan por sus aguas barcos a motor de distinto tamaño incluidos ferries que hacen el recorrido Guilin- Yangshuo.
Nos ubicamos en los asientos de la balsa de bambú que resultaron ser más cómodos de lo que impresionaban a la distancia. Por detrás nuestro se ubicó el “balsero”, un hombre flaco de más de 50 años con la piel morena curtida por el sol, con una larga caña también de bambú que auspiciaba de remo. Si bien era temprano el sol ya estaba comenzando a sentirse, entendimos ahí porque estas precarias embarcaciones están equipadas con una sombrilla priorizando la funcionalidad sobre la estética. Habiéndonos puesto protector solar decidimos comenzar el paseo con la sombrilla cerrada. Afortunadamente había poca gente haciendo el paseo en ese momento, no sabemos si era por la hora o porque no habíamos partido de uno de los embarcaderos más populares.
Bamboo rafting |
Paseando en balsa |
A los pocos metros de salir nos encontramos con un desnivel en el río, un pequeño muro o breakwater construido para permitir el cruce de los animales de una orilla a otra. Estos se fueron repitiendo aproximadamente cada kilómetro a lo largo del río y en algunos pudimos ver cómo era utilizado por un hombre. Para favorecer el pasaje de las balsas por ese “escalón” había una especie de tobogán. Cuando la balsa pasó por el primero de estos de algún lado nos sacaron una foto. A pocos metros había un islote artificial donde vendían las fotografías. Hace falta aclarar que le dijimos a nuestro conductor que no queríamos comprar fotos?
Cruzando el río por el breakwater |
Belleza, paz, tranquilidad, silencio son algunas de las palabras que se me vienen a la cabeza a la hora de describir esta maravillosa experiencia. El paisaje es realmente idílico. En las márgenes del río se apreciaban las grandes formaciones rocosas, y vegetación entre las que no faltaban grupos de bambúes, y flores de distintos colores. El agua tan clara y quieta nos permitía ver la vegetación subacuática y cardúmenes de pequeños pececitos; en algunos sectores había tan poca profundidad que se veía el fondo. Pero como saben, la perfección no existe y es justamente la presencia del hombre la que contribuía al a imperfección del paisaje con los cables de electricidad que cada tanto cruzaban el río, las edificaciones –incluyendo un hotel con una espectacular terraza- en ambos lados del río, y los pequeños muros que lo atravesaban. Igual voy a reconocer que nos resultó muy divertido y refrescante bajar cada uno de esos desniveles que hacían que la parte delantera de la balsa se llenara de agua. Y teniendo en cuenta que estábamos en China, no podían faltar los chinos que con su característica incontinencia verbal, que iban gritando de una balsa a otra.
Desde la balsa |
Con el sol aproximándose al zenit, no nos quedó otra que hacer uso de la sombrilla para no terminar carbonizados. El pobre balsero dejó de remar durante el par de minutos que dedicó -lucha mediante- a abrir la maltrecha sombrilla. Su trabajo parecía realmente agotador… la caña no tenía el mismo poder de propulsión que un remo normal, cosa que pudo comprobar Seba por sí mismo cuando pidió permiso para remar un ratito. El hombre ya acostumbrado a este tipo de pedidos le entregó sin problemas la caña y el habilidoso Seba demostró que no era tan fácil como parecía. Era todo un arte navegar una balsa de bamboo con ese adminículo tan poco apropiado.
Mi balsero |
Luego de 1:15 hs llegamos al Gongnong bridge donde concluía nuestro paseo. Sin que el balsero lo pidiese le dimos una propina por haber hecho tanto trabajo bajo el sol. Si bien nosotros pagamos una buena suma de dinero por el paseo estamos casi seguros que este servicios está concesionado a un grupo de personas que ponen las balsas y la logística llevándose los billetes y pagándole una miseria a esta gente que pone literalmente su cuerpo en este trabajo.
Cuando bajamos nos encontramos con un lugar bastante bizarro. Más allá de los puestos que vendían comida, bebida, y las bicicletas que esperaban por sus dueños, recuerdo haber pasado junto a un par de monos encadenados, un blanco corcel y un camello… Raro. Desde ya que ni siquiera les prestamos atención, no queríamos ningún ofrecimiento de tocar los animales ni sacarnos fotos con ellos. Siempre que existe una situación como esta que podría terminar en un timo... lo mejor es mirar hacia el lado contrario ignorándola.
Merece una especial mención la logística que hay por detrás de estos recorridos en balsa. Por un lado los pasajeros suben a las balsas dejando sus bicicletas “estacionadas en el embarcadero” (desde ya que eso no aplica a los tours pasivos que se movilizan en bus). Mientras transcurre el paseo por el río, las bicis son transportadas en camioncitos reencontrándose con sus dueños cuando desembarcan.
Como nadie va a ir remando río arriba, hay un grupo de hombres que saca las balsas del agua, les desensambla los asientos, las sube a los camiones apilándolas una arriba de otra y por encima de estas los asientos. En otro vehículo suben los balseros, y de esta manera regresan con las balsas al embarcadero desde donde partieron.
Una vez que encontramos las bicis aprovechamos la sombra de un árbol para sentarnos a picar algo, y observar detenidamente el inicio del circuito terrestre de las bamboo rafts. Con un poquito más de energías nos subimos a las bicis y comenzamos a pedalear.
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