By Sole
Angkor
Thom es en realidad mucho más que un templo, es un gran complejo fortificado
con cinco puertas o entradas, una orientadas hacia cada punto cardinal y la
quinta, la de la victoria, que da directamente hacia el palacio real.
Construido a fines del siglo XII, fue la última capital del imperio Khmer.
Ingresamos
por la puerta sur y fuimos hacia el multifacético templo budista de
Bayon; la imagen más conocida del templo. Esta mega estructura de piedra tiene 37 torres en la mayoría de la cuales hay talladas cuatro caras mirando los
puntos cardinales. Aún se debate si el rostro corresponde a Buda, al rey de
turno o si es una combinación de los dos. Sin importar quien haya sido el
inspirador, realmente impresiona cuando uno se pone a pensar quién y cómo talló
eso.
En las
paredes exteriores hay más grabados, varios de ellos relacionados con
actividades de la vida cotidiana. Al ingresar al edificio nos
encontramos con una sucesión de pequeños cuartos fríos de piedra, pero la
visita no duró mucho... En un momento nos topamos con dos turistas que horrorizados
nos dijeron “a bat”. Y ahí nomás tras ver la sombra del mamífero volador
“recalculamos” el recorrido y dimos media vuelta.
Bayón |
Habiendo
concluido la caminata por Bayón seguimos hacia el imponente Baphuon, un templo
dedicado a Shiva (nótese la mezcla de budismo e hinduismo, ya que la religión
del imperio fue cambiando y los edificios se construyeron en distintas etapas).
Es uno de los templos en mejor estado producto de su reciente restauración,
finalizada en 2011.
Baphuon |
Con las
energías repuestas subimos las empinadas escaleras que nos condujeron hacia las
terrazas donde había un poco menos de gente –no todos estaban
dispuestos a hacer un esfuerzo extra para tener una vista panorámica de los
alrededores-.
La
siguiente atracción fue Phimeanakas, el templo del rey. Si bien es la
edificación escalable más alta de Angkor Thom, no suele ser la gran atracción
turística. De hecho, cuando fuimos apenas nos cruzamos con un par de personas
recorriendo los exteriores. La única escalera medianamente segura -parecía media escalera por lo angosta y tener baranda solo de un lado- era la de la
cara occidental. Los valientes, entre los que no me incluyo, tenían la
posibilidad de ascender a un segundo nivel donde según una leyenda vivía una
serpiente que se transformaba en mujer con la que el rey estaba obligado a
tener relaciones para evitar que las desgracias se expandieran en su reino. El
valiente y curioso Seba ascendió la maltrecha escalera original de piedra, pero
para su sorpresa en lugar de un ofidio encontró una imagen de un Buda y una
mujer que vendía sahumerios de “good luck”. Sin intenciones de hacer una
ofrenda en lo alto del templo regresó rápidamente al primer nivel donde yo lo
aguardaba ansiosa por saber cómo era todo desde ahí arriba.
La media escalera del Phimeanakas |
Terraza de los elefantes |
Hordas de turistas |
En
pocos minutos recorrimos esta terraza que ofrecía más paredes con diversos grabados
muy bien conservados, y siguiendo el “way of visit” sugerido terminamos en unas tolderías que vendían comida. Cuando nos acercamos fuimos asediados con vendedores de productos varios y niños que
pedían limosna. Casi hacemos la gran Angelina Jolie y nos traemos un pequeño
camboyanito, son una ternura!!!
Guía en
mano fuimos a la búsqueda del Preah Palilay, una torre de arenizca budista que
nunca encontramos a pesar de haber caminado casi hasta la puerta norte. Eso sí,
nunca salimos de los senderos que parecían ultra-transitados; por lo que
leímos aún quedan muchas minas anti-personales sin detonar en la región. Estos
legados de un pasado violento han generado muchos muertos y una gran cantidad
de víctimas que sobrevivieron con secuelas. Es común encontrar bandas musicales
con músicos con amputaciones de algún miembro secundarias a
explosiones.
Sacamos
unas fotos a los Kleangs - edificaciones rectangulares que podrían haber
servido de hospedaje a visitantes nobles y embajadores en la época de
esplendor- y regresamos al tuk tuk que Chen había aparcado junto a los
vehículos de sus colegas.
Un poco
más de calor, un poco más de agua, y ya iban más de 1 litro sin que la vejiga
acusase recibo. Aún quedaba mucho por delante y la temperatura prometía seguir
subiendo. Cada paseo en tuk tuk era un descanso muy placentero con el viento
fresco chocando contra las acaloradas áreas descubiertas de nuestros cuerpos.
Tuk tuk |
Un
ratito más de descanso en el tuk tuk… qué placer! Cruzamos el río Siem Reap que
en esa época del año tenía poco caudal, y seguimos de largo al pasar por Ta Keo
que estaba escondido tras grandes andamiajes. Fuimos directamente hacia Ta
Phrom, el otro de los tres templos imprescindibles del recorrido.
Ingresamos
por la puerta occidental tras acordar con Chen que nos encontraríamos en el
estacionamiento aledaño a la puerta oriental, justo en el lado opuesto.
Apuesto
a que todos alguna vez ha visto en algún libro, documental o película (Tomb
Raider más precisamente) alguna imagen de este monasterio budista. En este
se puede ver como la naturaleza fue recuperando el espacio que le había sido
expropiado por el hombre. Grandes raíces de árboles invaden las construcciones
con las que conviven en simbiosis; de intentar sacarlas, dejando de lado que
estaríamos sacándole la magia al lugar, los bloques de piedra se derrumbarían.
Hay sectores que no han soportado el efecto de la naturaleza y son escombros.
Ta Phrom: naturaleza vs templo |
Un recoveco de Ta Phrom sin gente |
Tras
esquivar gran cantidad de vendedores volvimos al tuk-tuk
que nos condujo hacia el último destino: Banteay Srey. Apenas era el medio día
y ya estábamos agotados… si bien el lugar estaba un tanto deteriorado le dedicamos
bastante tiempo por todos los descansos que nos tomamos.
Ya
estaban agotadas las reservas de agua por lo que fuimos en búsqueda de los
vendedores, cosa que no nos costó mucho. Compramos agua y un ananá pelado que
venía hincado con cuatro palitos de brochete. En un abrir y cerrar de ojos nos comimos el dulce y jugoso pineapple, uno de los mejores que probé en mi
vida!!!
mmm, ananá... qué rico!!! |
Niños jugando en el lago |
De
haber estado un día más en la ciudad tal vez hubiésemos alquilado una bicicleta
para hacer el mismo recorrido y volver a visitar los lugares que más nos
gustaron, con más tranquilidad, yendo a contramano de la masa de gente.
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