jueves, 6 de noviembre de 2014

Ultimas imágenes de Camboya

By Sole 

Cerca de las 14 hs estábamos de regreso. Nos llamó la atención la cantidad de gente que había en la piscina, igual o más que en la tarde previa.
Varios estaban “desparramados” como lobos marinos en las reposeras desde donde pedían comidas y bebidas, o fumaban, intercalando su actividad ociosa con algún chapuzón en la pile. Prontamente Seba se mimetizó con los franceses y rusos, se preparó un gin tonic y se tiró en una reposera que culminó en una siesta que fue interrumpida por la invasión de pequeñas hormigas provenientes de las plantas de los alrededores.

Post- pileta nos fuimos a caminar por los senderos que estaban junto a las márgenes del río donde el pasto estaba prolijamente cortado y había varios bancos de cemento y faroles que generaban una imagen pintoresca. Estaba todo tan bien cuidado que invitaba a recorrerlo… y justamente eso hicimos!!!

Paseo junto al río
Como no podía ser de otra manera después hubo visita al supermercado donde para mi decepción predominaban los productos importados. Apenas encontramos unas galletitas locales que tenían la forma de Angkor Wat que compramos para traer de recuerdo. No saben la cantidad de grasa que tenían, cuando las comimos nos cayeron como bombas atómicas.

Apenas pasadas las 18:00 hs nos acercamos a la calle de los restaurantes para ver cuanta gente había en el que habíamos pre-seleccionado para cenar. A pesar de ser muy temprano para nuestros hábitos, apenas quedaba una mesa libre, así que sin pensarlo dos veces la ocupamos. El restaurante estaba entre los más económicos de la zona, no era casualidad la cantidad de gente. Tras analizar el menú del Khmer Kitchen Restaurante BBQ pedimos una cerveza Angkor (para Seba que estaba dispuesto a probar todas las cervezas de cada ciudad), papas fritas, un curry de pollo (la versión local no picaba ni un poquito comparado con los curries indios) y una especie de sufflé de zapallo bajo el cual había un mix de pescado, cebolla y hongos (era un plato local del cual no recuerdo el nombre); como acompañamiento nos trajeron el infaltable arroz. Comimos super bien y rico por sólo 14 U$S!!! 


A la hora de pedir la factura tuvimos un problemita… "Cuál era nuestro mozo?" le pregunté a Seba quien respondió: “uno de remera gris, achinado”. Todos los empleados cumplían con esas dos características!!! Así que decidimos pedirle la “bill” al primero que dirigió la vista hacia la mesa sin tener idea si era quien nos estaba atendiendo.

Como aún era temprano para ir a dormir hicimos un último recorrido por Pub Street con todas sus luces y el night market para comprar unos regalitos que nos faltaban, consiguiendo tras intensos regateos descuentos del 50% del precio original.

Pub Street en todo su esplendor
La mañana siguiente nuevamente tuvimos que madrugar, pero esta vez para ir al aeropuerto. Teníamos reservado un tuk tuk para las 7 hs. Unos 15 minutos antes de ese horario nos acercamos al comedor a desayunar. Qué ricos que estaban el mango y la papaya!!! Volvería allá tan sólo para comer frutas!!! 

El aeropuerto internacional de Siem Reap es pequeño (adecuado al tamaño de la ciudad) pero prolijo y ordenado. Teníamos que tomar un vuelo a Bangkok y de ahí a Samui con una espera de 3 horas y algo en el medio.

Estuvimos menos de 48 hs en Camboya, pero fue más que suficiente para tomarle cariño a su gente tan sufrida, y a los lugares maravillosos que ofrece.
Luego de un retraso, abordamos la nave y ocupamos nuestros lugares. De un lado tenía sentado a Seba (mirando por la ventanilla como siempre), y del otro un francés alérgico al jabón y al desodorante, y por ende muy oloroso. No me quedó otra que inspirar lo menos hondo posible para evitar que la oleada de hedor ingresara en mis fosas nasales, oler cada tanto la toalla perfumada para limpiarnos las manos, y respirar permanentemente hacia el lado que estaba Seba.

Junto a las normas de seguridad que exponían en las pantallas, vimos una vez más el video institucional de Bangkok Airways, y durante el vuelo nos volvieron a dar la cajita feliz con salchichón versión gourmet con champignon (que se quedaba entre lo top y lo popular). En 45 minutos ya estábamos de regreso en Tailandia.

En el aeropuerto de Bangkok nos indicaron que debíamos ir al sector “transfer”, pero como sudacas tuvimos que pasar previamente por el control de salud para mostrar otra vez el carnet de vacunación. A pesar de las promociones que dicen que los tailandeses siempre sonríen, nos volvimos a encontrar con empleados sin rastros de la sonrisa eterna.

En esta espera hicimos la visita al lounge de la aerolínea. Fue la perdición!!! Si están a dieta absténganse!!! Más allá de sillones, sillas, revistas y un par de computadora con servicio de internet nos encontramos con varias opciones de bebidas y snaks: rodajitas de banana y batatas fritas, bizcochitos de arroz inflado, sándwiches de salchichón –a esta altura el fiambre oficial de la empresa-, empanaditas de espinaca, mini-muffins de chocolate y pochoclos. Justamente los pochoclos son la tentación de Seba; perdí la cuenta de cuantas veces se paró regresando con una bolsita repleta de maíz inflado. Parecía Forest Gump comiendo helado!

El siguiente vuelo fue a horario y tranquilo. A qué no saben que nos dieron??? Otra cajita más con salchichón!!! Noooo!!! Y encima no me gusta el salchichón!!! Como ya habíamos comido en la espera apenas tocamos el almuerzo. Estábamos llegando al último destino de nuestras vacaciones, luego de largas y cansadoras jornadas…la playa!

Estaba en marcha la Operación Ko Samui…

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