By Sole
Cerca
de las 14 hs estábamos de regreso. Nos llamó la atención la cantidad de gente
que había en la piscina, igual o más que en la tarde previa.
Varios
estaban “desparramados” como lobos marinos en las reposeras desde donde pedían
comidas y bebidas, o fumaban, intercalando su actividad ociosa con algún
chapuzón en la pile. Prontamente Seba se mimetizó con los franceses y rusos, se
preparó un gin tonic y se tiró en una reposera que culminó en una siesta que
fue interrumpida por la invasión de pequeñas hormigas provenientes de las
plantas de los alrededores.
Post-
pileta nos fuimos a caminar por los senderos que estaban junto a las márgenes del
río donde el pasto estaba prolijamente cortado y había varios bancos de cemento
y faroles que generaban una imagen pintoresca. Estaba todo tan bien cuidado que
invitaba a recorrerlo… y justamente eso hicimos!!!
Paseo junto al río |
Como no
podía ser de otra manera después hubo visita al supermercado donde para mi
decepción predominaban los productos importados. Apenas encontramos unas
galletitas locales que tenían la forma de Angkor Wat que compramos para traer
de recuerdo. No saben la cantidad de grasa que tenían, cuando las comimos nos
cayeron como bombas atómicas.
Apenas
pasadas las 18:00 hs nos acercamos a la calle de los restaurantes para ver
cuanta gente había en el que habíamos pre-seleccionado para cenar. A pesar de
ser muy temprano para nuestros hábitos, apenas quedaba una mesa libre, así que
sin pensarlo dos veces la ocupamos. El restaurante estaba entre los más
económicos de la zona, no era casualidad la cantidad de gente. Tras analizar el
menú del Khmer Kitchen Restaurante BBQ pedimos una cerveza Angkor (para Seba
que estaba dispuesto a probar todas las cervezas de cada ciudad), papas fritas,
un curry de pollo (la versión local no picaba ni un poquito comparado con los
curries indios) y una especie de sufflé de zapallo bajo el cual había un mix de
pescado, cebolla y hongos (era un plato local del cual no recuerdo el nombre);
como acompañamiento nos trajeron el infaltable arroz. Comimos super bien y
rico por sólo 14 U$S!!!
A la hora de pedir la factura tuvimos un problemita… "Cuál era nuestro mozo?" le pregunté a Seba quien respondió: “uno de remera
gris, achinado”. Todos los empleados cumplían con esas dos características!!! Así
que decidimos pedirle la “bill” al primero que dirigió la vista hacia la mesa
sin tener idea si era quien nos estaba atendiendo.
Como
aún era temprano para ir a dormir hicimos un último recorrido por Pub Street con todas sus luces y el night
market para comprar unos regalitos que nos faltaban, consiguiendo tras intensos
regateos descuentos del 50% del precio original.
Pub Street en todo su esplendor |
La mañana siguiente nuevamente tuvimos que madrugar, pero esta vez para ir al aeropuerto. Teníamos
reservado un tuk tuk para las 7 hs. Unos 15 minutos antes de ese horario nos
acercamos al comedor a desayunar. Qué ricos que estaban el mango y la papaya!!!
Volvería allá tan sólo para comer frutas!!!
El
aeropuerto internacional de Siem Reap es pequeño
(adecuado al tamaño de la ciudad) pero prolijo y ordenado. Teníamos
que tomar un vuelo a Bangkok y de ahí a Samui con una espera de 3 horas y algo
en el medio.
Estuvimos
menos de 48 hs en Camboya, pero fue más que suficiente para tomarle cariño a su
gente tan sufrida, y a los lugares maravillosos que ofrece.
Luego
de un retraso, abordamos la nave y ocupamos nuestros lugares. De un lado tenía
sentado a Seba (mirando por la ventanilla como siempre), y del otro un francés
alérgico al jabón y al desodorante, y por ende muy oloroso. No me quedó otra
que inspirar lo menos hondo posible para evitar que la oleada de hedor
ingresara en mis fosas nasales, oler cada tanto la toalla perfumada para
limpiarnos las manos, y respirar permanentemente hacia el lado que estaba Seba.
Junto a
las normas de seguridad que exponían en las pantallas, vimos una vez más el
video institucional de Bangkok Airways, y durante el vuelo nos
volvieron a dar la cajita feliz con salchichón versión gourmet con champignon
(que se quedaba entre lo top y lo popular). En 45 minutos ya estábamos de
regreso en Tailandia.
En el
aeropuerto de Bangkok nos indicaron que debíamos ir al sector “transfer”, pero
como sudacas tuvimos que pasar previamente por el control de salud para mostrar
otra vez el carnet de vacunación. A pesar de las promociones que dicen que los
tailandeses siempre sonríen, nos volvimos a encontrar con empleados sin rastros
de la sonrisa eterna.
En esta
espera hicimos la visita al lounge de la aerolínea. Fue la perdición!!! Si
están a dieta absténganse!!! Más allá de sillones, sillas, revistas y un par de
computadora con servicio de internet nos encontramos con varias opciones de
bebidas y snaks: rodajitas de banana y batatas
fritas, bizcochitos de arroz inflado, sándwiches de salchichón –a esta altura el
fiambre oficial de la empresa-, empanaditas de espinaca, mini-muffins de chocolate y pochoclos. Justamente
los pochoclos son la tentación de Seba; perdí la cuenta de cuantas veces se
paró regresando con una bolsita repleta de maíz inflado. Parecía Forest Gump
comiendo helado!
El
siguiente vuelo fue a horario y tranquilo. A qué no saben que nos dieron???
Otra cajita más con salchichón!!! Noooo!!! Y encima no me gusta el
salchichón!!! Como ya habíamos comido en la espera apenas tocamos el almuerzo.
Estábamos llegando al último destino de nuestras vacaciones, luego de largas y cansadoras
jornadas…la playa!
Estaba
en marcha la Operación Ko Samui…
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