By Sole
25 de
febrero de 2014
Recuerdo este madrugón y todavía me da sueño!. A las 4:45 hs sonó el despertador. Había que levantarse sí o sí ya que a las 5:00 hs nos esperaba Chen en
la puerta para llevarnos a ver el amanecer a los templos. Partimos con nuestras breackfast box del hotel para no tener que regresar a desayunar luego de amanecer.
Era de
noche y estaba fresco. A pesar del horario nos cruzamos con varios
grupitos de camboyanos que caminaban por la senda que estaba junto a las
márgenes del río. Para esta gente parece que no existía la excusa “no tengo
tiempo de caminar, entro muy temprano a trabajar”. Realmente admirable esa
fuerza de voluntad!!!
No eran
los únicos que estaban levantados, también había algunos ciclistas, y
cuando pasamos por el hospital pediátrico descubrimos una larga fila –de más de
100 metros- de mujeres con niños que aguardaban entre vendedores de globos.
En las
inmediaciones del sitio donde habíamos comprado las entradas (que en ese
momento se encontraba cerrado) encontramos el check point donde nos pidieron
los carnets. A partir de ahí desaparecían las luminarias y la ruta trascurría
entre arboledas; las luces de los tuk tuks y las linternas era lo único que
brillaba en la oscuridad.
Cuando
llegamos a Angkor Wat se veía una larga hilera de luces que iban adentrándose
en los parques circundantes al gran templo. Nos colocamos las linternitas frontales y con las doggy
bag en mano nos unimos a la muchedumbre. Era tal la oscuridad que
no podíamos asegurar que el templo siguiera en su lugar.
Caminamos por el
camino central de piedras y a mitad del mismo nos desviamos hacia el parque que
estaba a la izquierda coronado por un estanque. No bien pisamos el pasto
comenzamos a oír las ranitas croando, y el ruido que provocaban al tocar el
piso en cada salto.
La
mayoría de la gente estaba sentada en las piedras que bordeaban el estanque;
nosotros optamos por el pasto que aún estaba húmedo producto del rocío
nocturno. Intentando no aplastar a las ranitas nos sentamos, preparamos las
cámaras y desayunamos. Entre bocado y bocado fue aclarándose el cielo y comenzamos
a divisar la inconfundible silueta del templo principal de Anglor Wat.
Seba
aprovecho para jugar una vez más con su trípode y diferentes modos de la
cámara; por la poca luz era fundamental tener el trípode, las fotos a mano
alzada salían muy mal. Pudimos contemplar el cielo que fue pasando por una
amplia gama de colores: negro, gris, violáceo, celeste brumoso.
Los mil colores de Angkor Wat |
Cerca
de las 6:30, el cielo había aclarado pero el sol aún ni siquiera se asomaba;
nos unimos a las pocas personas que comenzaban a ingresar al templo porque
suponíamos que la foto del amanecer iba a quedar truncada por las nubes,
mientras el resto –la mayoría- permanecía sentada aguardando.
Antes
de seguir con nuestra recorrida, hagamos una breve reseña histórica: Angkor Wat
es la mayor estructura religiosa del mundo, inicialmente dedicada al dios hindú
Vishnu. De hecho, este gran edificio de piedra está coronado por 5 torres en
forma de loto que representan al monte Meru, morada de los dioses hindúes.
Construido por orden de Suryavarman II en el siglo XII, fue la capital del
vasto imperio khmer durante un buen tiempo, hasta que cayó abandonado en medio
de la selva.
En
lugar de ingresar por la puerta principal al templo central como habíamos hecho
la tarde anterior, fuimos bordeándolo en sentido de las agujas del reloj
aprovechando la soledad del lugar. Entramos por una de las puertas laterales
y recorrimos tranquilamente los interiores. Cuesta creer como semejante
construcción de piedras encastradas –sin ninguna sustancia adherente entre ellas-
se mantiene en pie luego de tantos siglos.
También son impresionantes los trabajos de tallado que se hicieron luego de la construcción. Imaginen la presión con la que trabajaron los artesanos, no había posibilidad de error!!! Una vez más fuimos recorriendo las imágenes de guerra, con bajorrelieves de ejércitos completos, y las imágenes para nada bélicas de las apsaras con abultados pechos –nada más lejos que el estándar asiático-. En el suelo de algunos sectores se veían excrementos de murciélagos, los dueños del lugar durante las noches. Si uno va más tarde no se percata de estos detalles, porque con la cantidad de gente que pasa cada día por ahí no queda ni rastro de esta suciedad.
La otra cara de Angkor Wat |
Cuando estábamos recorriendo los jardines de la zona posterior del templo nos dimos cuenta que se
estaba despejando. Rodeamos el edificio, tarea que nos llevó cierto tiempo por
el tamaño del predio y la cantidad de gente que parecía caminar desorientada,
pero finalmente llegamos a ver la salida del sol, elevándose detrás de la torre
principal. Cuanto más se elevaba el disco solar en el cielo más se hundía en el estanque en el que todo el complejo se veía reflejado. IMPERDIBLE!!!
Sin palabras. |
Felices
con lo que habíamos visto dejamos atrás el “temple-mountain” volvimos al tuk tuk para visitar el siguiente
templo. Por recomendación de Chen fuimos hasta la puerta sur de Angkor Thom
para sacar la foto correspondiente antes de que se llenara de gente.
Acá está la foto! |
Cumplido el objetivo pegamos la vuelta y retrocedimos unos metros hasta Phnom Bakheng, un
templo construido en la cima de una colina: el primero erigido en el área de
Angkor a fines del siglo IX. Es uno de los lugares recomendados para ver el
atardecer; el resto del día suele estar despoblado.
Se
puede ascender en lomo de elefante (servicio disponible en el sunset) o bien
realizar un mini-trekking en ascenso constante de unos 10 minutos (tal vez un
poco más si uno no está entrenado).
Rumbo a Phnom Bakheng |
Al momento de nuestra visita el templo
estaba en restauración, y se podía visitar parcialmente. En las inmediaciones había un mirador desde el que se veía a lo lejos la silueta del
Angkor Wat que emergía de la húmeda llanura.
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