lunes, 18 de agosto de 2014

Tailandia: sonrisas asiáticas mirando hacia Occidente

By Seba

La llegada a Tailandia se emparenta con la llegada a cualquier país desarrollado de Europa: un aeropuerto enorme y moderno, un eficiente y veloz sistema de trenes que se conecta con el centro de la ciudad, enormes marquesinas y carteles publicitarios de marcas globales, altísimas torres y edificios de oficinas de las empresas líderes, gigantes malls con tiendas de las marcas más exclusivas…



Pero cuando uno desciende del tren y se adentra unos pocos metros en las calles aledañas a las grandes avenidas se da cuenta inmediatamente que está en un país más del sudeste asiático: la gente con ropas sencillas, las casas sin decoración sofisticada, los puestos callejeros de comidas extrañas, los olores no siempre agradables…



Si Asia es el continente de los contrastes, Tailandia es un fiel exponente de estos. Se desarrolla constantemente mirando a Occidente (sobre todo en los hábitos de consumo urbanos), al tiempo que mantiene con firmeza ciertos rasgos de su identidad (cómo el lenguaje escrito en los carteles, billetes, etc).

El antiguo reino de Siam hoy es una nación fervientemente budista que declara una enorme estima por su monarquía. Se siente orgullosa de no haber sido colonizada nunca por una potencia europea como si lo fueron sus naciones vecinas, mientras sus adolescentes lucen remeras con la imagen de la bandera británica caminando con sus vasos de Starbucks en la mano.

La adoración por la cultura inglesa merece un párrafo aparte; la frase “Mind the gap” que se repite en el Metro de Bangkok remite invariablemente al Underground londinense, mientras que la sección deportiva de los diarios rebosa de artículos sobre los equipos de fútbol de la Premier League, como el Chelsea, el Liverpool o el Manchester. Incluso marcas muy identificadas con el consumidor local, como las cervezas Chang y Singha, son main sponsors de equipos ingleses, como lo muestran las gigantografías que inundan la ciudad.



Muy temprano a la mañana la gente se vuelca a los transportes públicos de Bangkok para ir a sus lugares de trabajo; los hombres vestidos de manera muy similar a la que yo me visto para ir a la oficina, el 99% de ellos con la mirada absorta en sus smartphones. Mientras que dentro del silencioso tren el aire acondicionado nos hace tiritar, en las calurosas calles miles de manifestantes acampan, bloqueando las grandes avenidas, expresando su disconformidad con el gobierno.

Si bien Tailandia es el país más desarrollado de la región, ha sufrido innumerables golpes de estado en las últimas décadas, y ha experimentado enfrentamientos sangrientos, incluso en las semanas previas a nuestra corta estadía. La opulencia de un centro financiero global como Bangkok (con sus más de ocho millones de habitantes a cuesta) contrasta con la realidad de un país eminentemente rural, cuya segunda ciudad en importancia apenas supera los 150.000 habitantes… es como si en Argentina la ciudad más grande del país luego de Buenos Aires fuera Tandil… Los desequilibrios generados por estas asimetrías demográficas son notorios, y se reflejan en el panorama político (todo iba a desembocar en un golpe de estado algunas semanas después).

Khao San Road

Incluso Bangkok es un mundo en sí mismo, con barrios muy diferentes, alojando a varias colectividades. Desde el colorido Chinatown y sus mercados, hasta Khao San Road inundado de jóvenes anglosajones, pasando por las zonas rojas como Patpong o Soi Cowboy, cada sector de la ciudad tiene algo diferente para experimentar (aclaración importante, no experimentamos nada de la zona roja, sólo una pinta de Guinness).

Grand Palace

Más allá de las diferencias políticas y económicas, de su cultura milenaria, de los templos extravagantemente bellos de su cosmopolita capital, Tailandia exhibe una diversidad geográfica envidiable. El sur del país tiene vastas costas sobre el océano Índico, con playas increíbles: La selva cae desde abruptos acantilados a las cálidas aguas de diferentes tonos de turquesa; la arena blanca y las palmeras completan la imagen de tarjeta postal. Phuket, Krabi, Phi Phi y Samui son imanes para turista de todo el mundo, tanto los que buscan diversión, como para quienes quieren descanso o aventura. Hay tantos rincones inexplorados como espacios sobreexplotados, pero la tendencia va hacia la saturación, dejando cada vez menos zonas vírgenes.



Nosotros decidimos pasar unos días en Ko Samui, que nos ofrecía un buen balance entre infraestructura de transportes, hoteles y restaurantes, y la tranquilidad de las playas en un hermoso entorno natural.


Nos quedamos con las ganas de conocer más lugares, de probar más comidas, de hacer más trekking, más playa, más kayak, más templos, más masajes, más snorkel. Tailandia es muy grande como para recorrerla en una semana! Si dentro de un par de años decidimos volver es probable que encontremos un país más occidentalizado en sus centros turísticos, pero tal vez más auténtico en las selváticas colinas del norte. Lo que es seguro es que es un destino va a seguir ofreciendo muchas sonrisas y muchas opciones para todo tipo de visitante.

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