By Seba
Un
vuelo de Vueling de menos de una hora de duración me llevó del moderno
aeropuerto de Bilbao hasta el Prat, en las costas del Mediterráneo, en las
afueras de Barcelona. Era el jueves 8 de Julio del 2010, el sol del mediodía
golpeaba con fuerza.
Pagando
5 euros se puede tomar un micro del aeropuerto hasta Plaza de Catalunya. Allí
nace el Passeig de Gràcia, un amplio boulevard arbolado en el que estaba mi
atestado hostel.
Aprovechando
que estaba a dos cuadras del edifico La Pedrera, comencé mi
visita por allí, desafiando el calor. También conocida como Casa Milà, esta
obra concebida por el genio de Antoní Gaudí es un ícono de la ciudad, y
sorprende no sólo por su fachada sino por su fantástica terraza, que tiene un
estilo muy particular, que si hoy es controvertido no quiero imaginar lo que
debe haber sido en la primera década del siglo XX, cuando fue construida.
Chimeneas en la terraza de La Pedrera |
La ruta
de Gaudí en Barcelona sigue en Park Guell, pero no se agota allí! El parque
está más alejado del centro, en una zona elevada, aunque es posible acercarse
gracias al metro (estación Vallcarca) y unas escaleras mecánicas en medio de la
calle. La pasión de Gaudí por las geometrías de la naturaleza se pone de
manifiesto en este lugar, que es difícil de describir: Galerías irregulares,
columnas inclinadas, asientos interminables, escaleras, pabellones, y el famoso
dragón del ingreso que tienen el sello único del arquitecto catalán. Para mí
fue un lugar ideal para tomar unos mates viendo la silueta de las torres de la
Sagrada Familia.
Park Guell |
El
viernes 9 comenzó en Montjuic, una zona elevada al sur de la ciudad,
que fue epicentro de los Juegos Olímpicos de 1992. Más allá de tener hermosas
vistas de la ciudad y del mar, Montjuic aloja el museo de la Fundación Joan
Miró. Aún sin entender la profundidad de su obra, la mezcla de colores y formas
de Miró siempre me fascinó, y quedé más involucrado con su arte al entender que
cada elemento, simbólico o concreto, tiene su razón de ser en cada cuadro, y
que cada cuadro está perfectamente equilibrado, no tiene nada de más ni de
menos, y cada cosa está en su lugar.
Salí de
Montjuic con unos cuantos souvenirs del museo, pasando por el imponente
edificio del Museo Nacional de Arte de Catalunya, y llegando a la Placa
d´Espanya. A pocas cuadras de allí se encuentra el parque Joan Miró, con la
clásica escultura "La mujer y el pájaro".
Mujer y el pájaro de Miró |
Mi
próximo destino era el Camp Nou, la casa del FC Barcelona, el equipo que bajo
la dirección del Pep Guardiola revolucionó el fútbol entre 2008 y 2012. El
ingreso al museo y el tour del estadio costaban 15 euros, e incluían una
recorrida por todos los títulos y copas del equipo. Hay perlas fantásticas como
camisetas originales de Maradona o botines de Messi, en general acompañados por
material audiovisual. Cuando se sale del museo se entra en una megatienda en la
que uno tiene ganas de comprar de todo, porque hay desde camisetas hasta los
souvenirs más insólitos. Luego se sale a la tribuna techada, para tener un
panorama general de uno de los estadios más grandes de Europa. Y finalmente se
ingresa a los vestuarios, y se recorre el camino hasta el campo de juego y los
bancos de suplentes. Es escalofriante imaginar lo que debe ser salir a jugar un
partido allí, con casi 100.000 personas gritando…
Camp Nou |
La tarde incluyó un paseo por la zona comercial que nace en
la Plaza de Catalunya hacia el lado del mar y se extiende hasta el inicio de la
ciudad medieval. El Corte Inglés, Zara, Benetton y demás tiendas están
presentes a lo largo de un par de cuadras. Ya en la parte más vieja, se destacan
el edificio de la Catedral y el Palau de la Generalitat. Las intrincadas calles
pueden llevarte al Palau de la Música Catalana (las ventanillas de expendio de
entradas son un detalle más de la impronta de Gaudí) o a la Rambla, una calle
peatonal amplia que es el corazón de la ciudad, y se la puede recorrer hacia un
lado y el otro varias veces. El monumento a Colón está en un extremo, y el
mercado de la Boquería es una de las principales atracciones: una gran feria de
frutas, verduras, mariscos, pescados y fiambres que supone una parada
obligatoria, para comer, comprar o simplemente pasear.
Jamón Serrano en mercado de la Boqueria |
El sábado se inició en la Sagrada Familia. La majestuosa
obra inconclusa de Gaudí es un imán que atrae a miles de turistas por día (3
millones de visitantes al año!). Hay que ir bien temprano para no tener que
soportar largas colas…
La obra se inició en 1882, y faltan unos cuantos años para
que se termine. Las dos fachadas principales, que son las entradas laterales,
son las del Nacimiento y la de la Pasión: una tiene un espíritu positivo y
optimista, y abundan los elementos de la naturaleza; la otra es cruda y fría, con líneas rectas y
verticales. El interior es fantástico, las dimensiones asombran. Los juegos de
luces con los vitrales y la forma de las columnas remiten a un paseo por un
bosque de altos árboles. Y las torres (que en el proyecto original son
dieciocho y representan a Jesús, la Virgen, los evangelistas y los apóstoles)
guardan delicadezas únicas. La leyenda dice que Gaudí en persona tallaba en las
alturas detalles que eran imperceptibles desde el suelo, y le llevaba mucho
tiempo. Era cuestionado porque el proyecto iba a quedar inconcluso con su
muerte, pero él se empecinaba con las cosas pequeñas, porque aunque no puedan
ser vistas por el ojo del hombre, “Dios las iba a ver”. La naturaleza es fuente
de inspiración, y en muchos lugares pueden verse elementos con formas de
flores, de semillas, animales, etc. Cuando se concluirá? Cuanto va a diferir de
lo que soñó Gaudí? Imposible saberlo; lo que es cierto es que los andamios y el
ruido de los obreros trabajando no empañan en absoluto la belleza de la obra.
Desde las torres de la Sagrada Familia |
La tarde fue más relajada y no tuvo mucho de arte: me fui
hasta la playa de la Barceloneta a meter las patas en el Mediterráneo. Antes de
la caída del sol, el Passeig de Grácia se llenó de gente con la “senyera”, la
bandera de independentista Catalunya. Eran cuadras y cuadras de familias
enteras marchando en paz, reclamando por su derecho de autodeterminación. La
vista desde la terraza del hostel, con un vermouth en mano para mitigar el
calor, era impresionante: una marea humana reclamando por lo que considera
justo.
El domingo fue día de visita a Girona, que está a poco más
de una hora de tren, en dirección a la frontera con Francia. Partí de la
estación Sants y llegué a Girona cerca del mediodía. Sin muchos planes por
delante, me dediqué a recorrer sus calles y escalinatas y a
disfrutar de su tranquilidad. El casco histórico de la ciudad es uno de los
mejor conservados de España, y cuenta con atracciones como la Catedral, el
barrio judío y el paseo de la muralla. Vale la pena cruzar alguno de los
puentes sobre el río Oñar para apreciar desde allí las coloridas casas que
están a sus orillas.
Postal de Girona |
Traté de volver temprano a Barcelona, porque se jugaba la
final del Mundial de Fútbol. Me sorprendió el poco entusiasmo con el que se
vivió el triunfo de España, unos pocos miles de personas se juntaron a
festejar. Algo similar había observado durante la semifinal, que se jugó cuando
estaba en Bilbao. Evidentemente el sentimiento independentista de vascos y
catalanes es tan fuerte al punto tal de no sentirse españoles, la marcha del
día anterior y la apatía frente al triunfo español me lo habían confirmado.
El lunes volví a tomar el tren en Sants, pero en dirección
al Sur, a Sitges. A unos 30 kilómetros de Barcelona, es uno de los balnearios
de mayor renombre. Si bien las playas eran más lindas que las del centro de
Barcelona, no me parecieron una maravilla, así que volví a la ciudad condal
poco después del mediodía. Aproveché la tarde para recorrer la zona del “Arco
de Triunfo” (descansando en la sombra de los parques aledaños) y el Parlamento
de Catalunya. También di vueltas por los alrededores de la Rambla para hacer
compras, y cerré el día “de tapas”, comiendo unos langostinos y otras cositas
ricas.
A menos de 50 metros de mi hostel, sobre Passeig de Gràcia,
se encuentra otro de los edificios emblemáticos de Gaudí: casa Battló. Aquí
también la naturaleza, en especial la flora y fauna marina, sirven de inspiración
para lograr una combinación perfecta de funcionalidad y estética. Las formas
onduladas de la fachada, el juego de colores del patio interno, el desván que
simula ser el costillar de un gran animal y las chimeneas de la terraza
resultan fascinantes, incluso para los que somos totalmente ignorantes en
materia arquitectónica.
El martes era mi último día; tenía que esperar al mediodía
para ir hacia el aeropuerto. Así que hice una última recorrida por la ciudad,
caminando por la zona del mercado de Santa Caterina, que no tiene la fama (ni
las multitudes) del de la Boquería, pero tiene un techo muy llamativo por su
combinación de colores.
Tomando
el micro en Plaza Catalunya, llegué al aeropuerto en poco más de media hora.
Atrás quedaba una Barcelona mágica, antigua y moderna, con una identidad propia
y particular, que continuamente la acercan y la alejan de España.
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