By Seba y un minúsculo aporte de Sole
Se jugaba el clásico Celtic-Rangers en Glasgow…así que me fui para allá.
Se jugaba el clásico Celtic-Rangers en Glasgow…así que me fui para allá.
Era un
sábado muy escocés, ventoso y con garúa finita. Caminando a tientas por las
calles cercanas a la terminal de micros, encontré un local de merchandising
oficial del Celtic que tenía ofertas increíbles, pero cuando pregunté por los
tickets me dijeron que estaban agotados. El consuelo era caminar hasta el
East-End, el barrio popular de los obreros de Glasgow, y meterme en un pub, así
que reanudé la caminata.
Eran
las 11 de la mañana de un feo sábado, faltaba una hora para el partido. Pero
los pubs ya estaban llenos y la cerveza había empezado a correr un largo rato
antes. Estos pubs no son cualquier pub: son auténticos santuarios
futbolísticos, desbordantes de bufandas, recortes de diarios, fotos de
futbolistas, camisetas antiguas y todo tipo de merchandising.
En el
ambiente se respiraba ansiedad. Todos tenían su camiseta puesta, su pinta de
cerveza en la mano y la mirada fija en la pantalla: era el enfrentamiento de la
clase obrera contra la clase alta, de los católicos contra los protestantes, de
los de origen irlandés contra los pro-británicos, en definitiva, era Celtic vs
Rangers.
Finalmente,
el duelo se inclinó hacia el lado de los azules por sobre los verdes, así que
la decepción en el pub fue muy grande. Me fui, un poco menos cabizbajo que el
resto, de vuelta al centro. Hubo una escala previa en Mc Donalds y en un café,
para matar el frío y protegerme de la llovizna, y de ahí a tomar el micro. Al
llegar a Stirling el cielo se había despejado y tenía un celeste muy profundo,
quedaba luz suficiente para recorrer las murallas de la ciudad, pasear en el Back Walk y aprovechar la ausencia de
turistas para tener lindas fotos de la zona del castillo.
El
domingo 10 de mayo de 2009 era el
momento de internarme en las Highlands del norte de Escocia, así que partí
rumbo a Inverness. Por arreglos previstos en las vías, tomamos un micro hasta
Perth, donde hubo que hacer un trasbordo para seguir en tren. Luego de atravesar
campos extensos a los pies de los picos aún nevados, llegamos cerca del
mediodía.
Si
Stirling me pareció pequeño, Inverness es minúsculo! Son unas pocas cuadras
sobre ambas márgenes del río Ness, con
una pequeña zona comercial con un Mc Donalds, un Subway, un Costa Café, algunos
bancos, librerías, comercios de té en hebras, comercios de bufandas escocesas,
un supermercado Tesco, algunos pubs y poco más.
Tiene
un castillo muy bonito en una zona elevada cerca del río, y un paseo costero
ideal para tranquilas caminatas, muy bien integrado al ambiente, con abundante
flora y fauna (sobre todo patos). Las colinas siempre están presentes en el
horizonte dándole un marco especial al lugar.
La
tarde de mi llegada me alcanzó para recorrer el lugar, hacer unas compras, y
planear los días siguientes. Se estaba llevando a cabo una carrera de aventura
que culminaba con kayaks llegando al puente central, con una premiación en la
explanada del castillo, ambientada con gaiteros y músicos que interpretaban
canciones tradicionales.
Al día
siguiente me sumé a una de las excursiones al Lago Ness. Si bien se pueden
contratar varias excursiones, todas son operadas por la misma empresa y tienen
una estructura similar, aunque con distintas opciones. Salimos de la ciudad
bordeando el río Ness y el canal aliviador (Caledonian Canal). Luego nos
embarcamos y empezamos a navegar el Lago -que no es muy ancho pero tiene
muchísimo kilómetros de extensión- siempre rodeado de colinas y en sentido
sudoeste, hasta la altura de las ruinas del Urquhart Castle. Allí desembarcamos
y nos explicaron la historia del lugar, para luego ir a un centro orientativo donde jugaban a develar el
misterio del monstruo del Loch Ness, y contaban las anécdotas de los fallidos
intentos de búsqueda. Si bien la ciencia dice que es imposible que semejante
bestia prehistórica sobreviva en esas aguas, abundan las imágenes y souvenirs
del simpático animalito.
Urqhart Castle y Loch Ness |
El
martes 12 me tomé un micro que bordeó todo el lago en dirección a la isla de
Skye (que vendría a ser lo más inhóspito y salvaje de las Highlands), y bajé en
Dornie, cerca del castillo Eilean Donan. El castillo, que fue reconstruido
recientemente siguiendo la estructura original, está en un pequeño islote a
escasos metros de la orilla, y se accede al mismo cruzando un puente. Luego de
la visita guiada a todas las habitaciones y torres, seguí camino (a pie, 10
kilómetros por la banquina porque el siguiente micro pasaba en 4 horas) hasta
la ciudad de Kyle of Lochlash, junto antes del puente que salta a la isla de Skye.
Si bien vale la pena visitar el Eilean Donan Castle, la logística de los micros
no es la ideal y a menos que se tenga previsto saltar a la isla y quedarse unos
días, no hay mucho para ver en esta zona.
Eilean Donan Castle |
Aunque nunca he estado por ahí voy a dejar un comentario (sólo para chicas), con el permiso de Seba, obviamente. En la película "Made of Honor" (en castellano, "La boda de mi novia") con Patrick Dempsey, cuando los protagonistas se encuentran en Escocia, se ven los exteriores del Castillo de Eilean Donan.
Así que
regresé en el segundo y último micro del día, con ganas de armar la valija y
tomar el tren que me depositaría en Londres. Eso iba a ser el día siguiente,
luego de una breve escala con cambio de estación en Glasgow. Me faltaba la
última cena en Escocia, y el menú tenía que ser haggis. Es el plato tradicional
escocés por excelencia, si uno lo prueba no parece feo, aunque sí bastante
especiado. Pero cuando te dicen de qué está hecho uno se arrepiente de haberlo
comido: vísceras de oveja picadas con cebollas y especias, cocidas dentro del
estómago del animal. Sólo para valientes…
La
Escocia de las Lowlands tiene una historia y un presente fascinante, con
epicentro en la mágica Edimburgo. Hacia el norte se encuentra la Escocia de los
escenarios naturales y de las tradiciones que perduran. La clave del éxito del
viaje es encontrar el balance justo entre ambas.
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