By Seba
Mayo 2009
Volar en RyanAir es toda una experiencia, teniendo en cuenta
que es la reina de las aerolíneas low cost. El servicio es el mínimo
indispensable (han considerado volar sin copilotos) y la decoración de los
aviones es una mezcla de minimalismo y mal gusto. Al aterrizar el avión suena
una trompeta, anunciando que el vuelo llegó en horario. Así que llegué a
Edinburgo entre trompetazos, ya entrada la noche.
Ya con mi valija en mano, empecé a seguir los carteles hasta
que sin darme cuenta llegué a la calle! WTF? Nadie me pidió pasaporte ni nada?
No completé ningún papel? Volví sobre mis pasos, metiéndome de nuevo en el
aeropuerto, y pregunté a una persona de seguridad, que me mandó para la calle
otra vez. Al parecer, a nadie le importaba quién ingresaba al país…
Me tomé un micro con muchos lugares para poner valijas en dirección a la estación Waverley en
el centro, y bajé cuando bajaron todos. Entre el cansancio por haber viajado
todo el día, la oscuridad y el viento estaba medio desorientado… sabía que tenía que ir para el lado de Old
Town, pero no sabía si tenía que ir a la izquierda o a la derecha: levantar la
cabeza y ver el majestuoso Edinburgh Castle iluminado en las alturas me dio la
pauta que tenía que ir para ese lado.
Mi hostel (High Street Hostel) estaba en la calle
Blackfriars a metros de la Royal Mile, la histórica calle principal de la vieja
Edimburgo, que une el Castillo con el Palacio de Holyrood House. Una vez que me registré me compré un
fish&chips por ahí, y a descansar!
La mañana siguiente me encontró bien temprano, a las 8 am,
camino al Castillo (previo paso por Starburks, donde me compré un mega
capuccino y un muffin gigante). La Royal Mile estaba casi desierta y el día
estaba extrañamente despejado, aunque fresco, así que se podían disfrutar las
cosas increíbles que tiene Edimburgo, con siglos de historia a cada paso, en
cada edificio, cada iglesia, cada calle, cada pasadizo.
Royal Mile |
De repente me encontré
casi sólo en la explanada de ingreso al castillo, frente a las puertas
flanqueadas por sendas estatuas de William Wallace y Robert Bruce, que serían
como el San Martín y el Belgrano de los escoceses (aunque Braveheart –Corazón
Valiente- es por lejos mejor película que las recientes versiones sobre los
héroes argentinos).
Ingreso al Edinburgh Castle |
Dediqué la mañana del 6 de mayo a recorrer todo el predio
del castillo, con construcciones de distintos siglos (capillas y aposentos
reales hasta calabozos). El lugar de asentamiento del castillo estuvo ocupado
desde casi siempre por fortificaciones, por su posición elevada que permite la
vista al mar, o su posición estratégica en las Lowlands escocesas. Hoy es un atractivo turístico mayúsculo, y es
donde se guardan las joyas de la corona escocesa, y la Piedra del Destino. No
voy a extenderme en el relato, pero les aseguro que conocer la historia de
estos elementos es conocer la historia de innumerables disputas entre escoceses
e ingleses, que datan de antes de la época de Wallace (fines del siglo XIII)
hasta nuestros días, en los que el pueblo escocés sigue dando pasos en busca de
una total autonomía (se viene el plebiscito en 2014… veremos…).
Interiores del Edinburgh Castle |
Al mediodía me hice una escapada al Museo de Historia de
Escocia, que tiene piezas de la Edad Antigua pertenecientes a los primeros
picts y scots que habitaron estas tierras y mucho material alusivo a la
Revolución Industrial.
La tarde de ese día la pasé en un free walking tour que fue
muy recomendable. Tuve que hacer grandes esfuerzos para entender el fuerte
acento escocés del guía, pero creo que no me perdí casi nada. Recorrimos calles
y callejones de Old Town, la Royal Mile y los alrededores del Castillo.
Visitamos el cementerio de Bobby Blackfriars, el café donde JK Rowling se
inspiró para crear a Harry Potter y la zona del antiguo mercado Grassmarket. La
ciudad está llena de historias y mitos, algunos muy divertidos y otros muy
oscuros: En Edimburgo conviven la modernidad de la ciudad nueva con la historia
de la vieja, y el espíritu de grandes escritores y pensadores como Walter
Scott, Robert Louis Stevenson y Adam Smith, con los fantasmas de asesinos y
asesinados, víctimas de las plagas y víctimas de la hoguera.
Las nubes, el viento y la llovizna se encargaron de
recordarnos que estábamos en Escocia, pero cuando finalizamos el recorrido en
Princess Street Gardens, abajo del Castillo ya en la ciudad nueva, el día nos
regaló unos últimos rayos de sol para entibiarnos.
El 7 de mayo volví a levantarme temprano, y enfilé la Royal
Mile pero en sentido inverso al que había tomado el día anterior. Al acercarse
al Palacio de Holyrood, se observa el modernísimo edificio del Parlamento
escocés, que marca un claro contraste con la arquitectura medieval de Old Town
y georgiana de New Town. Ahí empieza el “trekking” al Arthur´s Seat, un
promontorio de origen volcánico que mira a la ciudad. Desde la altura, si uno no
se vuela, se tienen excelente vistas de todo Edimburgo, con el Castillo como
imagen destacada.
El viento me hechó del lugar, así que me dí la vuelta por
Calton Hill y por los comercios de la ciudad nueva, para terminar en Princess
Street Gardens al mediodía, y sacarme la foto de rigor con la remera de Racing
y el castillo de fondo.
Edinburgh desde Carlton Hill |
La tarde se volvió más fría y ventosa aún, así que deambulé
por Cowgate y otras calles aledañas a la Royal Mile. Cuando ya caía la noche me
sumé a otro walking tour, que en esta ocasión era pago (8 libras creo…). Esta
caminata recorría lugares oscuros e historias sórdidas, desde los callejones
más desolados donde habían vivido hacinadas miles de personas afectadas por la
plaga, hasta las tumbas profanadas del cementerio de Calton Hill (donde está el
mausoleo del filósofo David Hume). Arrancamos cerca de las 20 horas con la luna llena, pero en menos de una
hora se nubló todo, bajó la temperatura y empezó a llover –con granizo
incluido–. Lo que empezó como un juego inocente terminó dando mucho miedo! A
punto tal que hubo varios que abandonaron el tour por la mitad! La noche
terminó en un pub, tomando la pinta de cerveza que estaba incluida en el tour,
sin muertos ni apariciones de fantasmas.
El 8 de Mayo tocaba salir hacia Stirling. La terminal de
micros de New Town era simple y prolija, no me costó encontrar el micro. Con
puntualidad británica, unos segundos después de
las once estábamos saliendo, y poco después del mediodía llegamos a Stirling.
Willy Wallace hostel estaba a unos 200 metros de la terminal de micros y la
estación de trenes, en la calle principal de un tranquilo pueblo, que fue
escenario de una de las batallas más importantes de la independencia escocesa.
Calles de Stirling |
Para los que vieron Corazón Valiente, Stirling es la primera
batalla de la película: con un ejército menos numeroso, los arriesgados
escoceses liderados por William Wallace doblegaron a la caballería inglesa del
rey Eduardo II. Los detalles de la batalla y la táctica utilizada en la
realidad son muy distintas a las que muestra la película, al punto tal que la
misma omite cualquier mención al famoso puente de Stirling, que fue clave en el
desarrollo del combate. A unos metros del campo de batalla, cruzando el
serpenteante río Forth, se alza el
Monumento Nacional William Wallace en honor al gran héroe escocés. Hacia ese
lugar caminé por la tarde, luego de haber visitado el castillo de la ciudad
(con muchas similitudes a Edinburgh Castle pero a menor escala).
Stirling Castle |
El Monumento a Wallace está rodeado de un frondoso bosque, y consta de una gran torre con miradores, a la que se accede a través de una larga escalera en espiral con diferentes exposiciones y explicaciones acerca de la vida del homenajeado. Desde lo alto se observa el campo de batalla entre los meandros del río, con el castillo y la actual ciudad de fondo, y las montañas de las Trossachs hacia el este.
Wallace National Monument |
La ciudad de Stirling es realmente pequeña pero con rincones pintorescos, puede recorrerse a pie en una tarde. Es recomendable el camino que rodea la muralla de la ciudad y llega al castillo (Back Walk), una agradable recorrida que atraviesa jardines, la iglesia de Holy Rude, muchas casas antiguas y el apacible cementerio aledaño al castillo.
Ya de noche en el hostel me enteré que al día siguiente se jugaba el clásico Celtic- Rangers en Glasgow... así que me fuí para allá.
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