sábado, 17 de marzo de 2018

Bienvenidos a Chinatown, perdón Arrowtown

By Sole (con versión de los hechos desde la perspectiva de Seba)

9 de diciembre de 2016 

Comenzamos el día yendo a los Queenstown Gardens, el jardín botánico que se extiende a lo largo de una península rodeada por el lago Wakapitu. Nos dejamos perder por los senderos que discurrían entre las diferentes especies vegetales. No éramos los únicos que habíamos madrugado, había otras personas caminando como nosotros, y varios corriendo y andando en bici. Realmente un paseo muy tranquilo y lindo viendo el lago y alrededores desde distintos ángulos.

Entrada al jardín botánico


Me parece haber visto un lindo banquito!
Una de las cosas que más me sorprendió fue la ausencia de la típica regla “no pisar el césped” haciéndolo más vivible y disfrutable que otros botánicos. De alguna manera estimulaban pisar el pasto ya que muchos de los bancos para sentarse estaban alejados de los senderos y hasta había canastos para embocar frisbee entre estos. A pesar de eso estaba impecable, al igual que las plantas, árboles y arbustos. Las rosas y otras flores parecían estar en su momento de mayor esplendor. Y para hacerlo más perfecto había un pequeño lago con patos nadando y un puente que lo cruzaba. Todo estaba muy cuidado; el par de jardineros que vimos trabajando desempeñaban una excelente labor.





Nos resultó un hermosísimo y apacible lugar para caminar, o sentarse a leer o comer algo en algunos de sus bancos. 

Desde ahí seguimos camino hacia el centro. No recuerdo que hora sería, pero había muy poca actividad. Apenas estaban abiertos los cafés que emanaban un delicioso aroma, y algún que otro negocio aislado. Aún no habían llegado los tours.
Aprovechando que el i-site estaba abierto entramos a averiguar por los transfers al Routeburn track. Nos atendió una chica oriental muy amable que nos asesoró y terminó reservándonos el transporte para el día siguiente ($45 por persona cada tramo). Estos lugares suelen tener la información de todas las empresas que prestan los servicios, horarios, se contactan con los vendors, completan las reservas y hasta toman los pagos con tarjeta de crédito. Todas las veces que entramos en algún i-site fuimos atendidos muy bien.

Resuelta la actividad del día siguiente nos abocamos a la de ese día: visitar Arrowtown. Para ello teníamos que tomar uno de los pocos buses que iba por día a esa pequeña aldea de mineros ubicada a pocos kilómetros. Siguiendo la tabla de horarios sabíamos que a las 10:35 horas partía el Connectabus desde O’ Connells Mall en Camp Street. Fue muy fácil identificar la parada ya que había un puesto con el nombre de la empresa; ahí compramos los pasajes ($15 cada uno) que se podían abonar en efectivo o con tarjeta de crédito. Justo al horario predeterminado tomamos el micro de la línea 8 que iba en forma directa vía Arthur’s Point (en otros horarios pasa la línea 10 con trasbordo intermedio en Frankton).


Parada de O’ Connells Mall
En una media hora llegamos a la última parada del recorrido que era justamente en Arrowtown. Ni bien pusimos un pie en la calle vimos que a pocos metros había un parking lleno de micros turísticos con chinos. Debimos haber sospechado algo al ver que algunos de nuestros acompañantes eran de esa nacionalidad y al  leer la historia del pueblo… Hace muchos años cuando en la zona la principal actividad económica era la explotación minera hubo una gran ola inmigratoria de chinos que venían a probar suerte buscando un futuro mejor. Justamente una de las atracciones actuales es el “Chinese Settlement” donde se cuenta mediante infografías tanto en inglés como en chino la historia del asentamiento, el mal recibimiento por parte de los europeos que habitaban el área, su triste vida de frío y miseria, así como también su destino final. Basado en todo esto, podríamos suponer que es una parada obligatoria para todos los tours chinos que visitan Queenstown y alrededores.

Con algo de decepción recorrimos las calles principales, Rawshaw y Buckingham. A pesar de que los locales comerciales y cafés intentaban mantener la estética antigua con “fachadas originales” tal como las que tenía el pueblo en el 1800, todo parecía falso. Tuvimos la sensación de estar caminando por un pueblo escenario 100% preparado para los tours; la conservación del encanto original había quedado solo en una promesa… No pudimos evitar recordar la visita al pueblo chino de Tong Li donde habíamos tenido exactamente la misma sensación de artificialidad.


Podría haber sido Universal Studios...

Huyendo de la gente fuimos hacia el río Arrow en cuyas márgenes había senderos de hiking y bici. Caminamos un rato por el Anniversary track, disfrutando del silencio que solo era interrumpido por el sonido del agua, los pájaros y algún eventual ciclista o caminante.


Sendero 💘
Los lupines de diferentes colores totalmente florecidos que sobresalían entre la vegetación verde en las márgenes del río generaban una imagen idílica. Bellísimo. Ese contacto con la naturaleza nos cambió radicalmente el humor.




Luego de caminar unos 2 kilómetros regresamos ya que se estaba haciendo el horario del almuerzo, y la banana que habíamos colacionado ya no aplacaba el hambre. Luego de evaluar todas las opciones, nos tentamos con el bar- restaurante irlandés “Micky Finn’s” donde pedimos el menú del día “Pies with mash and gravy”, en criollo una tarta de carne con puré de papas y salsa, y una Guinness tirada. Papa y cerveza, tipically Irish!!! Nos sentamos en una de las mesas de la calle y disfrutamos de un rico almuerzo.


Riquísimo!!!

A la tarde continuamos con la actividad planificada: ir en bici hasta el lago Hayes, bordearlo y regresar. En realidad, la idea original era salir de Queenstown en bici, ir al largo y si quedaban energías pasar por Arrowtown. Cuando se fue acercando el día vimos que era demasiado pretencioso e imaginamos que iba a estar bueno visitar el pueblito… otro recalculando del viaje.

Antes de ir por las bicis, dimos un rápido paseo por el Chinese Settlement donde justamente había chinos… Leímos las infografías, recorrimos las ruinas de las construcciones y un par de precarias casas que habían sido reconstruidas. Interesante para reflexionar un poco sobre la dura vida de los inmigrantes que van a un lugar totalmente desconocido con una cultura, idioma y realidad totalmente diferentes.


Casita del Chinese Settlement

Desde ahí, fuimos a la bicicletería que estaba justo al lado de la atracción que acabábamos de recorrer, “Queenstown bike tours”. Nos atendió un muchacho con gorro de papá Noel que nos ofreció el “half day hire” de $45 basado en lo que queríamos recorrer y el tiempo estimado para hacerlo (la hora costaba $25, y nuestro recorrido podía tomar entre 2 y 3 horas). Llenamos un formulario digital en una Tablet que incluyó un deslinde de responsabilidad por eventual muerte o lesiones utilizando las bicis. Nos dieron los cascos, protector solar y las indicaciones de cómo llegar al lago –había algunos cruces confusos y mal señalizados-. Seba recibió una bici muy “pro” con cambios, amortiguación y no sé cuántos chiches más. Cuando vieron mi cara de pánico al ver que la mía iba a ser igual en todo sentido, incluido el tamaño, enseguida vino la pregunta “andas mucho en bicicleta?”. Rápidamente fue cambiada a una levemente más chica y sin tanto aspecto deportivo. Desde ya que dieron por sentada mi ignorancia en el uso de estos vehículos de tracción a sangre y me tuvieron que explicar cómo funcionaban los cambios. Panorama muy prometedor: primera vez usando una bici con cambios + terreno ondulado que requería su uso. El miedo me invadió desde el primer momento que puse los pies en los pedales.

A pocos metros de comenzar apareció la primera subida que culminó conmigo bajando de la bici y arrastrándola cuesta arriba, por más cambios que tuviera fue imposible remontarla. Anduvimos un par de cuadras planas, cruzamos una ruta… y nos perdimos dentro de un campo de golf!!! Creo que fue la mejor parte de toda la desventura sobre ruedas, ir por esos senderos planos, pavimentados entre pastizales verdes prolijamente cortados y lagunas artificiales. Evidentemente el camino no era por ahí… así que antes que nos rajaran por invadir propiedad privada dimos media vuelta y volvimos atrás, encontrando la senda real de ripio en Millbrook.

Tras varios metros de relativa tranquilidad todo se complicó cuando apareció el cartel que indicaba “Christines Hill” que fue seguido por una larguísima bajada que no parecía terminar nunca en la que la bici iba ganando velocidad a pesar de ir apretando los frenos. Conclusión: terminé estrellada contra el alambrado que estaba al lado del sendero. Primer milagro del día: no me lastimé nada. Continué el resto de la bajada a pie con la bici al lado.

Luego vinieron unos cuantos metros de desniveles muy suaves que no causaron inconvenientes hasta casi llegar al lago donde me vi frente a otra pendiente pronunciada… sin siquiera arriesgarme a terminar en medio del agua, bajé de la bici y haciendo un grandísimo esfuerzo para ir frenándola fui caminando con ese maléfico objeto al lado mientras maldecía en todos los idiomas conocidos el momento en que habíamos decidido alquilarla. Llegué al lago con ganas de dejarla ahí tirada y volver caminando. Y para sumar un poroto a la frustración que tenía, Seba en tono acusatorio resaltó que habíamos tardado un montón en llegar…

Como no queríamos quedarnos varados en Arrowtown, teníamos que ajustar un poco los tiempos para llegar a tomar el micro. Quedaban varias horas por delante, pero no sabíamos cuánto podíamos llegar a tardar haciendo los 8 km alrededor del lago y los 5 km de regreso. Tras descansar apenas 2 minutos, seguimos adelante con la bicicleteada dando la vuelta al algo en sentido contra-horario como nos habían recomendado… Ni bien comenzamos se nos apareció otra subida mortal; a arrastrar la bici cuesta arriba! El resto del camino hasta llegar al otro extremo del lago presentaba algunos desniveles suaves que pude superar sin tener que bajarme. Luego siguió un entarimado sobre una zona húmeda, que al ser plano no me causó problemas. Ya habíamos hecho más de la mitad de la circunferencia! Teóricamente frente a ese lado del lago había mansiones con privilegiadas vistas... tanto prestar atención a no perder el equilibrio y a las irregularidades del terreno que no presté atención a nada más! Así que si había o no casas caras no lo puedo asegurar… solo sé que en un par de oportunidades arrastré la bici a pie. Las horas en la bici de spinning no se vieron reflejadas en mi desempeño de ese día…


Bordeando el lago Hayes


Habiendo superado el lago, hicimos una parada para hidratamos y picar algo antes de emprender el regreso. Solo faltaban 5 km que se pronosticaban duros por todas las subidas que teníamos, de hecho, inicié la primera caminando. En general me cansan mucho las pendientes, ni hablar cuando además voy arrastrando un objeto en contra de la fuerza de gravedad… Cuando vi que el terreno era lo suficientemente plano me monté en la bici y pedalee hasta llegar a Christines Hill. La subida era tan prolongada, empinada y desmotivadora que sin dudarlo emprendí la travesía a pie; en este sector Seba me acompañó al lado. Durísimo!!!

Seguimos pedaleando durante un par de kilómetros hasta que a poco de llegar a destino nos encontramos frente a frente con una bajada un tanto complicada que incluía un giro en U –se trataba de la primera subida que había hecho a pie-. Antes de comenzar a bajar hice una evaluación de por donde tenía que ir y como tenía que girar, estaba todo planificado. La primera parte perfecta, giro abierto y … el camino desapareció!!! Hubo algún error de cálculo y seguramente en la técnica que hicieron que literalmente me desbarrancara. De repente me vi sorprendida cayendo; el shock fue tal que ni siquiera atiné a gritar. No sé cómo, pero la bici en un punto dejó de caer; no puedo asegurar si fue algún árbol, la superficie de tierra con vegetación o algún Dios. Despatarrada en el suelo, parcialmente aplastada por la bicicleta comencé a chequear que pudiese mover todo el cuerpo… respiré aliviada al notar que no había huesos rotos. Segundo milagro del día: sólo me llevé raspaduras en toda la cara interna del brazo izquierdo y rodilla derecha, y un par de hematomas en las piernas.

Al ir un par de metros delante de mío, Seba aún no se había enterado de lo sucedido…  Desde donde estaba le grité “Me caí!!!”.


Me caí!!!

Veamos la versión de Seba sobre los hechos:

Luego de una lenta bicicleteada para no dejar tan atrás a Sole estábamos ya cerca del pueblo. Se venía una curva cerrada a baja velocidad pero sencilla, así que le grite para que frene y se abra para doblar sin problemas... tras unos segundos de silencio decido mirar hacia atrás, y no vi a nadie. Dejé la bici y empecé a correr cuesta arriba sin ver ni a Sole ni a la bici! De repente, casi inaudible, se escuchó un "me caí". No podía entender cómo había ido a parar tan abajo y cómo no se había lastimado más teniendo en cuenta todos los árboles que había!


Sigo con mi relato...

Cuando vi venir a Seba y le confirmé que estaba entera nos pusimos a reír de la situación tragicómica. Cómo había terminado ahí era la gran pregunta! Caballerosamente bajó hasta donde estaba y me subió la bici al camino, también había resultado ilesa. Cuando dejamos de reírnos y revisamos que las heridas que tenían sangre eran superficiales, sugirió “Volvamos, lavate las lastimaduras en el río y sacate el pasto de las medias antes de devolverla, jaja”; disimulemos la caída.

Volví a subir a la bici y esta vez descendí correctamente la segunda parte de la pendiente, llegando rápidamente al Chinese Settlement. Justo en la entrada al mismo había unos baños públicos donde debía haber lavatorios, pero la pestilencia que emanaban –se sentía a un par de metros sin siquiera entrar- hizo que fuese directamente al río sin importarme si el agua estaba limpia o no.

Como si nada hubiese pasado, fuimos a devolver ese arma mortal. Sin dudas fueron los $45 peor invertidos de las vacaciones… Espero que al menos Seba haya disfrutado de la actividad propuesta por él; para no ser aguafiestas tirándole todos sus planes abajo había aceptado subirme a ese rodado siendo consciente de mis limitaciones. Yo la pasé bastante mal, no lo disfruté y encima me terminé perdiendo todo el paisaje al ir tan concentrada mirando el terreno.

Pasado el momento traumático del día, volvimos a las calles principales con un solo propósito: un helado!!! Una de las primeras cosas que habíamos visto al bajar del micro fue un local de Patagonia Chocolates (misma franquicia del que estaba en el aeropuerto y el centro de Queenstown); había quedado fichado justamente para hacerle una visita a la tarde. Pedimos un vasito con 2 bochas, una de chocolate amargo Patagonia con macadamia y una de mascarpone con frutos rojos. Estuvo rico, aunque no me voló la cabeza.




Decidimos tomar el bus de las 17:35 horas por más que tuviésemos que trasbordar en Frankton y tardase un rato más; el lugar ya no daba para quedarnos una hora y algo más. El viaje de regreso incluyó un recorrido por Lake Hayes State, un barrio con aspecto de country pero sin muros ni rejas, donde el bus tenía una parada. Uno ratito después bajamos en Frankton, y tras una corta espera seguimos viaje en otro bus hacia el centro.

Cuando llegamos eran las 18:30 horas de un viernes, los bares estaban atestados de gente tomando cerveza; parecía que todo el mundo estaba de after office. Ni siquiera atinamos a buscar un lugar para sentarnos. Directamente hicimos unas compras en el super y regresamos al departamento sufriendo mucho la eterna subida que fue ampliamente recompensada con cerveza y maní en el balcón.

La cena iba a ser un gran experimento. Habíamos comprado una caja de risotto con hongos bien artificial para cocinar en microondas (el único artefacto que teníamos). El primer problema que enfrentamos fue la falta de un recipiente grande para cocinar y un medidor para calcular el agua. A falta de bowl buenas son las compoteras… tendríamos que cocinar el contenido repartido en los potes uno después del otro ya que los dos no cabían en el microondas. Para ver la cantidad de agua utilizamos la medida de la pava eléctrica, estimando que cada taza tenía unos 200 ml (en algún lugar estaba guardado lo que había estudiado años atrás sobre capacidad de tazas, vasos y cucharas). La prueba fue superada con éxito! 

Mientras mirábamos el atardecer (el sol terminó de ponerse unos minutos antes de las 21:30 horas) cenamos el arroz cocido "artesanalmente"; somos unos McGyvers en la cocina! Sin ser una exquisitez el sabor zafaba, pero la verdad es que no se veía para nada bien, y nada parecido a la imagen de la caja… para evitar la repulsión de los espectadores ni siquiera nos atrevimos a sacarle una foto. Habiendo cenado nos fuimos a dormir. El reloj estaba programado para las 6:30 horas.


Imaginemos que lucía así... dice 4 porciones???

Conclusiones del día:

  • Jardín botánicohermosísimo y apacible lugar para caminar, o sentarse a leer o comer algo en algunos de sus bancos. Must!
  • i-sites: en caso de tener alguna duda o si quieren contratar alguna excursión o transfer no duden en visitarlos!
  • Arrowtown pueblo: no esperen encontrar un pueblo histórico genuino.
  • Arrowtown off the beaten trackrecomendamos hacer una caminata por los senderos que bordean el río. Tranquilidad y silencio en contacto con la naturaleza donde no llegan los tours.  
  • Arrowtown en bici: creo que no elegimos la senda que mejor se ajustaba a mis habilidades. Una mejor opción es recorrer los senderos que están junto al río donde los desniveles son más suaves. 


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