By Sole
Sábado 3 de Septiembre 2016
Qué tire la primera piedra quien no caminó avenida de Mayo sin saber que estaba pasando por el Palacio Barolo? Este emblemático edificio es otro de los tesoros de la época floreciente de Buenos Aires que merece una visita.
Hace un tiempo vimos en la tele parte de un programa de Mario Markic en el que justamente visitaba este edificio; quedamos maravillados con su diseño y toda la simbología incluida en su diseño, a tal punto que dijimos “tenemos que ir”.
Tras haber averiguado el horario de las visitas en la página web (http://www.palaciobarolotours.com) y realizado la reserva, finalmente esa promesa al aire se concretó. Afortunadamente para los que trabajamos en la semana está la opción de realizar la visita diurna los sábados. Estas visitas tienen un costo preferencial para argentinos presentando el DNI.
En el contexto de un día que se pronosticaba frío y con eventuales chaparrones vespertinos, opté por la visita de las 10 de la mañana; coincidí en tiempo y lugar con una pareja de jubilados con los que terminamos conformando el minoritario grupo de las 10 horas. Pronto se nos unió Analía quien nos iba a guiar por este recorrido casi surrealista.
Siempre existió, existe y existirá gente con mucho dinero e ideas… ese era el caso del empresario italiano Luis Barolo quien soñó con un edificio de oficinas con un diseño inspirado nada más y nada menos que en “La divina comedia” de Dante Alighieri. En vistas de las guerras que se avecinaban en Europa, su plan incluía el traslado y resguardo de las cenizas del poeta en el mismísimo edificio. Para hacer su sueño realidad contrató al arquitecto Mario Palanti, también italiano, para concretar su faraónico proyecto. Pronto el plan se puso en marcha, inaugurándose este magnífico edificio cuatro años después, en 1923.
En primer lugar tuvieron que pedir permiso al intendente de la ciudad en esa época, José Cantilo, ya que estaba proyectado que el palacio tuviese 100 metros de altura –siendo lo máximo permitido en esa época 25 metros-; de esto pueden deducir que fue el edificio más alto en su momento (hasta 1935, momento en que el Kavanagh tomó ese lugar).
Nuestra visita comienza en la planta baja, nivel que representa el infierno. Originalmente el actual hall era una galería abierta que conectaba la Avenida de Mayo con Hipólito Yrigoyen; hace algunos años se pusieron las puertas vidriadas para una mejor conservación del edificio –y supongo que también por un tema de seguridad-.
Esta representación del infierno tiene 9 cúpulas –una central, 3 hacia Avenida de Mayo, 3 hacia Yrigoyen y 1 hacia cada lateral-, siendo 9 los círculos del infierno. Si lo viéramos desde arriba comprobaríamos que forman una cruz; no tiene nada de casualidad una cruz en el infierno si uno tiene en cuenta la relación de Dante con la iglesia católica. Las bóvedas contienen frases en latín de 9 obras distintas, incluida la Biblia. En el suelo resaltan unos rosetones en bronce –simbolizan el fuego del infierno- y en las paredes esculturas de serpientes, cóndores y dragones que sostienen las luminarias. Debajo de la cúpula central hay un “mausoleo” –sin las deseadas cenizas- con una escultura de un águila elevando el cuerpo de Dante hacia el paraíso.
Desde el infierno |
Desde el infierno II |
Desde el infierno III |
Tomamos el ascensor hasta el purgatorio, donde están representados los 7 pecados capitales que hay que ir limpiando a medida que vamos ascendiendo al paraíso. Como los pecados son 7 y los pisos 14, tenernos un pecado cada 2 pisos. Vamos observando que a medida que subimos van disminuyendo las ornamentaciones en las paredes, y va aumentando la luz.
Mirando el infierno desde el purgatorio |
El purgatorio |
Cada paso que damos, cada piso que recorremos nos vamos enterando que tiene un porqué, y no fue producto de la casualidad. Los 3 colores presentes en todo el edificio –rojo, verde y blanco- concuerdan con los de la bandera italiana, los 100 metros de altura del edificio se relacionan con los 100 cantos de la obra de Dante, las 22 pisos del edificio al dividirlo por 7 que es la cantidad de ascensores da 3,14 aproximándose al número Pi, lo que a su vez tiene que ver con la constante presencia de círculos –símbolo masón de la perfección-. Como los lotes con la numeración en la que nació y murió Dante ya estaban vendidos, no quedó otra que conformarse con el “1370”, que sumados dan 11 - un número importante para la logia masónica-; tampoco es casualidad que el edificio tenga 22 pisos, y que el 22 sea múltiplo de 11. No puedo menos que asombrarme al escuchar estos datos.
Combinando ascensor y escaleras, finalmente llegamos al piso 14; estamos a metros de entrar al paraíso. En este piso las ornamentaciones son inexistentes, el perímetro del edificio es menor y lo que más resalta es la luminosidad natural. El tercer nivel está representado por la cúpula, que si la miramos desde afuera tiene un característico estilo hindú que recuerda a los templos de la India, más precisamente al Raja Rani en Bhubaneshvar y al Palacio de los Vientos de Jaipur. Cuantos recuerdos!!!
Subimos 6 pisos por una angosta escalera –no apta para gente con movilidad reducida-, terminando en un mirador, con 8 pequeños balcones, desde donde se tiene una vista panorámica de la ciudad. Debe haber sido impactante la imagen desde este lugar varias décadas atrás cuando casi todas las edificaciones de Buenos Aires apenas contaban con un par de plantas. En la actualidad se llega a ver el río de la Plata hacia el norte y el este entre -los huecos que dejan los edificios-, la torre del antiguo Parque de la Ciudad a lo lejos, el edificio del Ministerio de Salud con la imagen de Evita, y a un par de cientos de metros el Congreso de la Nación. Sin dudas, esto último junto a la plaza de los dos Congresos es lo que mejor se ve. Tras 15 minutos para mirar, sacar fotos y descansar un ratito luego de tanta escalera, seguimos la recorrida… aún se puede subir un poco más!!!
Dos niveles más arriba por una escalera aún más angosta que la anterior y en la que Seba sin dudas se golpearía la cabeza con el techo, llegamos a un espacio vidriado con una vista 360º de la ciudad en el que está instalado el faro que representa el empíreo, el más alto de los cielos. Este faro giratorio se enciende cada noche iluminando aproximadamente 10 cuadras a la redonda. Si bien por el horario del día no lo vemos encendido –cosa que si es posible en las visitas nocturnas- si podemos observar como gira 360º.
El ojo de Dios??? |
Aunque hayamos llegado al paraíso, aún la visita no ha concluido. En el descenso hacemos una parada en una terraza desde la que se observa la cúpula que termina en una aguja con forma de cruz de lis, que durante algunos días de junio a las 19:45 queda alineada con la constelación de la Cruz del Sur. Me impresiona tanta precisión en cada detalle!!!
Por último, visitamos una oficina ambientada en los años 30, en la que se puede ver el tamaño original que tenían –actualmente algunas se fusionaron creando ambientes más funcionales- y lo que cabía en las mismas. Este viaje en el tiempo es como ingresar en una película blanco y negro.
Oficina modelo |
Cuando me quiero dar cuenta, ya son las 11:30 de la mañana y estamos de nuevo en el hall desde donde partimos. Aunque confieso que nunca he leído la Divina Comedia y no sé si algún día lo haré, me resultó muy interesante descubrir los paralelismos entre el edificio y esta obra literaria, y comprobar que hubo una mente brillante que pudo concretar semejante proyecto.
De más está decir que me encantó la visita, y la agrego a la lista de los must a visitar en la ciudad de Buenos Aires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario