miércoles, 20 de enero de 2016

Topkapi Palace: recorriendo los aposentos del sultán

By Sole

Diciembre 2014

Si bien hacía frío, finalmente podíamos decir que no llovía!!! Qué felicidad!!!!
Ya sin paraguas iniciamos el recorrido del día caminando hacia Topkapi Palace, ubicado justo detrás de Hagia Sophia. A medida que nos fuimos acercando a este palacio que supo ser el hogar del sultán de turno por unos 400 años, comenzamos a sentir el característico olor a quemado de las castañas asadas. Cual caracoles luego de la lluvia, los vendedores estaban firmes junto a sus carritos. Además de estos riquísimos frutos secos se podía optar por choclos (también asados) y los simits simples o rellenos. Creo que sólo faltaba el vendedor de té!
Cómo habíamos desayunado unos minutos atrás seguimos de largo; debo reconocer que el olor a quemado tampoco me atraía a comprar.

Castañas asadas

Antes de ingresar al palacio, mientras observábamos la fuente de Ahmet III, se acercaron los vendedores de guías turísticas… Le hicimos un “fush, fush” y siguieron hacia las siguiente víctimas que incluyeron a un par de niños a los que intentaron engañar diciéndoles que era un “gift”. Debían estar bien adoctrinados por los padres que hicieron caso omiso al comentario sin agarrar el libro “de regalo” que el hombre les estaba ofreciendo. Otra vez se nos vino a la cabeza la palabra “timo” y todo lo que habíamos leído para nuestro viaje a Asia.

Cuando escucho la palabra “fuente” pienso en un gran reservorio de mármol con una estatua en su interior y chorros de agua. La “Fuente de Ahmet III” tenía un aspecto totalmente diferente al concepto que está grabando en mi inconsciente. Era una especie de “casita” revestida en mármol entre otros materiales y con varias canillas… y yendo al diccionario también cumple con la definición de fuente. Otra manera de aplicar el mismo concepto.

Fuente de Ahmet III
El palacio Topkapi tiene una estructura similar a los que habíamos visitado en la India: un conjunto de jardines interconectados rodeados de edificios bajos –la mayoría de una sola planta–. Si bien su construcción comenzó en 1459, esta se prolongó hasta fines del siglo 16 a medida que los sucesivos sultanes iban adicionando habitaciones, patios y salones.

Durante su época de esplendor albergaba a unas 4000 personas entre miembros de la realeza y trabajadores quienes se deslomaban para satisfacer todos los caprichos de los primeros. Además de las habitaciones, jardines, salas de audiencia y dependencias de servicios, tenían su propia escuela, mezquita, y salones donde se desarrollaban tareas oficiales del estado. Casi todo lo que necesitaban estaba dentro del palacio; funcionaba como una pequeña ciudad dentro de la ciudad. Pero como todo lo que sube, en algún momento cae…  El ocaso llegó en 1856 cuando la corte se mudó al elegante palacio de estilo europeo, el Dolmabahçe Palace, ubicado del otro lado del Bósforo. Durante los años siguieron en funcionamiento algunos sectores como el tesoro imperial, la biblioteca y la casa de la moneda entre otros, hasta que en 1924 fue convertido en museo.

Listos para entrar? Como en todo palacio el primer obstáculo que tenemos que sortear es la muralla! Esta tarea no fue difícil porque nos encontramos con una majestuosa entrada –la puerta imperial–  cubierta de mármol blanco, coronada por unas placas caligráficas doradas con versos del Corán.
Cerramos los ojos, nos transportamos a varios cientos de años atrás y entramos en el albergue del sultán encontrándonos con el primer “courtyard”…

Puerta imperial

En este primer patio, de acceso público, encontramos la iglesia de Hagia Irene, una de las entradas al museo arqueológico y las taquillas para comprar las entradas para Topkapi (30 TL) y el Harem (15 TL). Si bien este último forma parte del mismo establecimiento requiere una entrada por separado.

Con las entradas en mano seguimos hacia la siguiente puerta, “Gate of Salutation”. Cuando el palacio estaba en funcionamiento sólo algunos visitantes que concurrían por motivos oficiales o dignatarios extranjeros podían atravesarla. Ahora es la entrada de acceso donde se presenta el ticket y se pasa por el scanner de seguridad… y se deja el trípode!!! Siii, he did it again!!!! Otra vez Seba cargó el trípode en la mochila a pesar de que tenía un 99% de chances que se lo retuvieran…

De esta manera ingresamos al segundo patio donde ya no estaban los pavos reales y gacelas que supieron ser los dueños del lugar. Este gran espacio verde estaba rodeado por varios edificios entre ellos la cocina, recientemente remodelada y re-inaugurada. Tuvimos la gran fortuna de poder visitar este sector tan importante e interesante por sus dimensiones –sobretodo llamativo para los que no estamos acostumbrados a las cocinas de tamaño industrial–. Ni bien Seba me preguntó por dónde empezamos, sin dudarlo le dije “la cocina!!!”.

A la derecha del patio nos encontramos con un pabellón con paredes de piedra y varias chimeneas en la parte superior. La exposición estaba dividida en tres sectores:
  • Palace Kitchen- 15-18th Century
  • Palace Kitchen in the 19th Century
  • Confectionery Kitchen.
Como el nombre lo sugiere las piezas en exposición estaban separadas según su año estimado de fabricación. Aun se conservan en perfectas condiciones parte de juegos de vajillas provenientes de la China y otros lares del lejano oriente. Además de los detalles de la decoración, muchos objetos tienen tamaños increíbles! No hay que olvidar que en ese sector del palacio trabajaban en forma regular unas 800 personas preparando comida para 4000!!! Si, no es un error de tipeo!!! No sólo se cocinaba para el sultán y su harem, sino que también para todas las personas que trabajaban en su interior que eran realmente muchas!!!

Recuerdo especialmente unos morteros enormes donde se deben haber molido las más diversas especies, las gruesas mesadas de mármol y ollas tan pero tan grandes que debían requerir media docena de personas para moverlas cuando estaban llenas.

Como consecuencia de los últimos trabajos que la mantuvieron cerrada durante un tiempo además de apreciar las distintas piezas en exposición el visitante puede enriquecerse con paneles con información sobre las comidas que se preparaban en las distintas épocas, la gradual incorporación de costumbres e ingredientes de Europa y América, la gente que trabajaba en el lugar, como éstos realizaban sus tareas, etc, etc, etc. Es un sector que vale la pena visitar y dedicarle por lo menos unos quince minutos de la visita. Como habíamos llegado temprano –léase antes de la horda de turistas– pudimos recorrerlo tranquilos sin nadie que nos molestara.

La otra sala que también da al segundo patio y merece un comentario es el edificio del tesoro imperial donde actualmente se exponen una vasta colección de armas y armaduras. Confieso que no se absolutamente nada del tema, pero eso no fue razón para que no me maravillara como un niño al ver armas que sólo había visto en películas y en el juego “Age of Empires”. Había espadas de todos los tamaños, algunas tan grandes que costaba creer que pudieran ser levantadas por una sola persona, manguales –maza de cadena terminada en la bocha con pinches –, hachas, cuchillos, armas de fuego, una combinación de estas dos últimas, armaduras, cascos, escudos, etc. Es una exposición muy completa con ejemplares fabricados entre el siglo 7 y 20 que merece una visita. A pesar del asombro y el interés que me generaron todos estos objetos no voy a negar que en algún momento no se me paso por la cabeza el pensamiento censurador “no puedo estar fascinada con todas estas armas creadas para la destrucción” o la pregunta “cuánta gente habrá muerto producto de su uso?”.
Más allá de lo interesante que nos resultó el tema, la temperatura de la sala era super agradable, y no nos daba ganas de volver al frío del jardín. Lamentablemente no se podía sacar fotografías en el interior de ese edificio por lo que no hay foto…

Patio

Seguimos avanzando y tras atravesar la “Puerta de la felicidad” entramos al “Third Courtyard”, la parte privada del palacio donde nadie podía ingresar sin la expresa autorización del Sultán. Ni bien pasamos la puerta prácticamente chocamos con la “Cámara de Audiencias” ubicada estratégicamente en ese lugar para bloquear la visión del tercer patio a los visitantes. El interior del edificio no dice mucho, apenas un par de salas alfombradas y con los techos exquisitamente pintados.

En este patio está la entrada a la exposición de indumentaria del Sultán. Entre los objetos expuestos nos llamó mucho la atención el tamaño de los pantalones y los caftanes (túnicas abotonadas por delante, con mangas, que llega hasta los tobillos). Esos hombre debían ser bastante altos y pesar más de 150 kg, o usaban la ropa muy holgada! Más allá de las dimensiones, algunas también llamaban la atención por todo el trabajo manual de bordados que tenían.

También hicimos una rápida recorrida a la sala del tesoro imperial donde se exponen reliquias familiares, joyas, obras de arte y dinero que llegaron al palacio como regalos, trofeos de guerra o fueron fabricados por los artesanos de la corte. Incluía muchos objetos de oro, plata con engarces de piedras preciosas. No me llamó particularmente la atención, aunque reconozco que había mucha gente recorriendo el lugar y mirando boquiabierta los objetos expuestos; una cuestión de interés.

El palacio también alberga las “reliquias más sagradas del mundo musulmán” entre las cuales se incluyen dos espadas, una capa, un arco, un diente y pelos de la barba del profeta Mahoma, y espadas de los primeros cuatro califas entre otros objetos. Es considerado un lugar sagrado, e incluso el Sultán tenía la entrada parcialmente restringida al lugar, aparentemente tanto él como su familia podían entrar una vez al año durante el Ramadán.

Antes de ingresar al Harem, dimos una vuelta por el cuarto patio donde lo más remarcable son las fantásticas vistas del Cuerno de Oro y del Bósforo con la costa del otro lado. Bellísimo!!!
En este “Four Courtyard” hay un par de jardines y varias salas como la de circuncisión –una costumbre también adoptada por los musulmanes– que no dicen demasiado.

Vista desde el palacio

No podíamos abandonar el lugar sin antes visitar el Harem que sería como la frutilla del postre!
En este sector del palacio estaban los tesoros más preciados del Sultán: su madre (quién estaba a cargo el sector), esposas y concubinas, así como el resto de la familia y sus sirvientes. Cabe aclarar que todas estas mujeres eran servidas por criados eunucos… no sé cómo se realizaba la selección de personal. No creo que pusieran un cartel “Se busca criado eunuco”. Auch! Qué dolor! Este lugar debe haber sido el escenario de un cuento de hadas para algunos y de un cuento de terror para otros…



Sería como un mini palacio dentro del palacio, o sea un conjunto de habitaciones conectadas con pasillos, patios y jardines. Actualmente sólo se puede visitar una pequeña parte del edificio, lo que resulta suficiente para darse una idea de cómo vivía esta gente en medio de la opulencia. Las pinturas artísticas de paredes y techos, los cerámicos, molduras, los trabajos en las hojas de las ventanas y la gran pileta son una clara evidencia de que no escatimaban en gastos a la hora de ornamentar sus aposentos. Sólo faltaban las alfombras en el suelo y los leños en los hogares para dar calidez al lugar… De todas maneras, a pesar de estar deshabitado y todos los años que tiene en su haber se encuentra muy bien conservado.

Interior del Harem
La cama del sultán

Exterior del Harem

La pileta del sultán

Para el horario en que visitamos el Harem el lugar ya había sido apoderado por los temibles tours que caminan como verdaderos bloques humanos derribando todo lo que se cruce en su camino! Los empujones y el bullicio hicieron que ni bien termináramos de recorrer las principales atracciones huyéramos del lugar!


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