By Sole
Aunque
teníamos el mapa que nos mostraba el camino más directo hacia el Grand Bazaar decidimos caminar
libremente perdiéndonos en las pequeñas callejuelas. Literalmente, nos
perdimos!!! No creo que los carteles que hay cada tanto indicando para donde
queda el Bazaar hayan sido colocados de buena fe; sospecho que son para
direccionar a los potenciales compradores a otros locales…
Todos
los alrededores del Grand Bazaar
están llenos de negocios. Por lo que fuimos viendo cada calle –la mayoría era
bastante angosta dando la sensación de estar en un callejón– estaba especializada
en algún rubro. Así fuimos pasando por la “zona de los pañuelos” con pañuelos y
pashminas, “la zona de las polleras” oscuras y largas que llegaban a los
tobillos de los maniquíes, “la zona de los paraguas”, “la zona de los bazares”
con las ollas y sartenes, etc. Cualquier
cosa que uno quiera comprar seguramente ahí la va a encontrar; sólo es cuestión de
saber buscar!
Qué necesitas? |
Cuando
logramos ubicarnos en el mapa descubrimos que habíamos pasado de largo el
“Bazaar”; sabiendo dónde estábamos no fue difícil hallar una puerta de acceso.
Hacia ahí fuimos!
Una de las entradas al grand bazaar |
Al
meternos dentro de este gran mercado techado (el más viejo del mundo – de
1461–) nos abstrajimos completamente de
lo que sucedía en el exterior: la lluvia, el frío y el prematuro atardecer
quedaron afuera. Sin siquiera haber adaptado la visión a las luces
incandescentes del lugar ya fuimos asediados por los primeros vendedores.
Inmediatamente se nos vinieron a la mente los vendedores indios!!! A medida que
pasábamos por los puestos nos iban saludando en diferentes idiomas hasta dar
con el indicado; en caso de que nos hubiesen escuchado hablar ya arrancaban con
un “España???”. Acostumbrados a tratar con turistas dominaban saludos, números,
y vocabulario básico en varias lenguas. Si cuando íbamos caminando nuestros
ojos se detenían más de 2 segundos en algún objeto, no importaba a la distancia
que estuvieran, lo detectaban, y desde ya el asecho incluía al producto en
cuestión. A la hora de comprar algo el regateo era obligatorio, aunque a esa
hora del día el precio que se podía alcanzar dependía bastante de cómo hubiesen
sido las ventas del resto del día.
La
mercadería expuesta en los locales era de lo más variada incluyendo las
infaltables tazas de té –de distinta calidad y ornamentaciones–, posa pavas, posa vasos, azulejos, monederos, bolsos,
almohadones, alfombras, pashminas, lámparas multi-colores, velas, jabones,
camisetas de fútbol truchas, imanes,
bisutería, joyas, ojos turcos –talismán que protege del mal de ojo–, llaveros, adornos de cobre, ropa “hippie”, calzados, especias sueltas, tés en
hebras, turkish delights, etc, etc, etc. Tan variada era la oferta de productos como sus precios de local a local. Algunos tenían
precios fijos y otros dependían de la cara del comprador, y había puestos que
tenían un producto a mucho menos que el vecino y otro a un precio mayor. Así
que como recomendación: antes de ir de compras al Grand Bazaar es conveniente
dar una vuelta por los locales de souvenires con “fix price” que están por
Sultanahmet para tener una referencia del precio máximo que se debería pagar.
Lámparas turcas |
Especias... qué tentación! |
Entre
los casi 5000 negocios distribuidos en unos 60 pasillos, no faltaban tampoco varios
lugares para comer o tomar algo, fuentes (donde vimos a un hombre lavándose los
pies y a otro lavándose los dientes) y baños turcos.
Durante
el recorrido nos cruzamos con muchos “repartidores de té” que deambulaban por
los pasillos con sus bandejas –con suporte metálico– llenas de vasitos
transparentes de té con sus respectivos platitos y terrones de azúcar
entregando las infusiones a los vendedores. Aunque no les pudimos sacar una
foto decente tomé una prestada para que los vean en acción.
Un tecito, por favor. |
Una
visita al Grand Bazaar puede durar todo lo que los compradores estén dispuestos
en invertir en tiempo (un buen regateo insume bastante) y en efectivo. Adictos
a las compras abstenerse!!!!
Cuando
salimos ya no llovía pero era de noche. En realidad es una forma de decir,
apenas eran pasadas las 17 hs, pero teníamos la sensación de que por lo menos
eran las 20 hs. La sensación de noche era tal que estábamos más para ir a cenar
que para tomar el té de las 5 de la tarde! Más allá que estábamos en otoño los
turcos viven en un huso horario equivocado, estando tan al este no pueden tener
el mismo horario que el resto de Europa!!!
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