By Sole
Jueves 9 de octubre 2014
A las 7:30 hs nos pasó a buscar el transfer
para llevarnos al aeropuerto, ya era hora de despedirnos de Cape Town.
Una vez más hicimos la transición entre los
barrios más acomodados y los humildes townships, lo que me llevo a pensar en la
desigualdad que aún persiste a pesar que ya pasaron más de 20 años de la
abolición del Apartheid. La ley actual dice “todos son iguales”, pero no
creemos que sea tan así. El hecho de que la mayoría de los “no- blancos”
durante varias generaciones hayan estado privados de recibir una educación
formal adecuada durante los años más oscuros del país tiene un impacto sobre la
probabilidad de conseguir un empleo de calidad, y la consecuente posibilidad de
progreso socioeconómico. En el poco tiempo que estuvimos en el país todos los
empleados de limpieza de hoteles y aeropuertos, choferes, obreros de la
construcción con los que nos cruzamos siempre fueron negros. Si bien es verdad
que era mucho más probable que nos encontrásemos con individuos de esa raza por
el simple hecho de que son mayoría (la relación entre negros/ blancos en la población
es de alrededor de 10 a 1) creo que las diferencias que vimos van más allá de
eso. Esperemos que con el tiempo las brechas se vayan achicando y que todos
tengan las mismas posibilidades.
Entre un pensamiento y otro, en unos treinta
minutos estábamos en el aeropuerto. Hicimos el check in y aguardamos al horario
de partida del vuelo de Airlink –la low cost de South African– con destino a Nelspruit, uno de los
aeropuertos más cercanos al Parque Kruger. Con la experiencia del vuelo de
Mango pensamos que no nos iban a dar ni un caramelo, pero no, esta vez nos
dieron una bandejita con unos pinchos de pollo y una mini cheese cake de postre
que fueron nuestro brunch.
A las 12:15 hs aterrizamos en el pequeño pero
coqueto “Kruger Mpumalanga International Airport” que tiene aspecto de gran
quincho con techo de paja. Retiramos las
valijas y ni bien salimos nos encontramos con Frank, nuestro chofer. Subimos al
auto y salimos del aeropuerto viendo en el camino los primeros impalas de los
miles que habitan la región. Tomamos una carretera de dos carriles que cada
tanto se hace de tres (dos y un carril por lado en forma intermitente) para
permitir que los vehículos se adelanten. De a poco comenzamos a sentir el calor
del mediodía; hicimos una parada intermedia en una estación de servicio donde
compramos algunas bebidas para no morir deshidratados!
Kruger Mpumalanga International Airport |
El viaje iba a buen ritmo hasta que llegamos
a una zona de obras: estaban repavimentando algunos sectores de la ruta. A los
costados se extienden largas hileras de hombres vestidos de naranja con
herramientas de trabajo, la mayoría sentados en el piso junto a una gran cantidad
de envases de gaseosas vacíos. No podría calificarlos de vagos; resultaba
inhumano trabajar a esa hora bajo el sol. No faltaban en las inmediaciones
vendedores de bebidas y maní, y mujeres con canastas y cajas sobre la cabeza.
Luego pasamos un cartel que decía que el
tiempo promedio de espera era de 45 minutos; nos alertó un poco. Había un
sector de la ruta donde los 2 carriles se transformaban en uno, intercambiando
el sentido de circulación cada 45 minutos. Esta vez tuvimos suerte, los que
estaban haciendo la larga fila para pasar eran los que iban en sentido
contrario.
Ruta del aeropuerto al lodge |
Como todo lugar nuevo, puede ser interesante
recorrerlo por primera vez; la segunda, tercera, cuarta vez se vuelve un poco
tedioso… El camino tenía algunos sectores más interesantes y otros no tanto.
Por momentos fuimos bordeando el río Crocodile, el cual se podía divisar con
cierta dificultad entre la vegetación amarillenta. En otros sectores había
cultivos, llamándonos especialmente la atención los de bananas, que tenían
los frutos tapados con bolsas de nylon opaco blanco o azul.
Luego de una hora y media de viaje tomamos un
camino secundario y traspasamos el Portal de Marloth Park, una reserva/
complejo veraniego, y tras dar varias vueltas llegamos al lodge. Tuve la
impresión que Grand Kruger Lodge estaba ubicado en el medio de la nada, aunque
creo que voy a tener que retractarme de este comentario cuando les cuente sobre
el resto de los alojamientos del viaje. Lo cierto es que viendo los mapas de
las calles en Google, esperábamos encontrar en Marloth Park una especie de club
de campo con hoteles y retaurantes, pero se trataba de una traza de calles de
ripio entre la vegetación, con escasas construcciones.
Cuando hicimos el check in tuvimos que firmar
el primer deslinde de responsabilidad del viaje. Con esa firma nos estábamos
haciendo cargo de cualquier situación poco fortuita que nos sucediera tanto en
el predio del lodge como en las excursiones a cargo de ellos. Si me comía un
león ellos no se hacían cargo!
Nos asignaron una especie de cabaña, bush
camp, equipada para cuatro personas (incluyendo dos baños completos). Estábamos
más que cómodos: cama, pava eléctrica, heladera y ducha con agua caliente. Como
suelo hacer en cada alojamiento, luego de acomodarme comencé con la lectura del
reglamento del lugar hallando un dato muy curioso: recomendaban no caminar por
los jardines entre el crepúsculo y el amanecer por el riesgo de ataque de
animales salvajes…
Pronto nos pusimos los trajes de baño y nos
fuimos hacia la pileta; era un espectacular día soleado y bastante caluroso.
Nos embadurnamos de protector solar –ya estábamos tomando el antibiótico anti-malaria en
cuyo prospecto decía que debíamos protegernos del sol para evitar lesiones de
piel durante su uso- y nos ubicamos en las reposeras que rodeaban la pileta,
cuya forma recreaba la silueta del continente africano. Un movimiento del otro
lado de la cerca del hotel llamó mi atención, “mirá! un mono” le dije a Seba; cuando me acerqué al árbol descubrí
que en realidad había media docena de simios. La sorpresa fue mayor aún cuando
pasó caminando un warthog (facocero o
jabalí verrugoso en castellano)!!!
Pileta con reposeras |
Antes de seguir voy a hacer un comentario
sobre el mix de nombre de animales que seguramente iré haciendo durante mi
relato. Durante el viaje, salvo cuando hablábamos entre nosotros, el inglés era
el idioma de comunicación con el mundo. Esto, sumando a que previamente
habíamos estado leyendo algunas páginas web con las especies que íbamos a ver,
hizo que o bien de algunos animales sepa el nombre en inglés y no en
castellano, o que esté más familiarizada con el primero. Uno de los casos más
patente eran los jabalíes, cada vez que veíamos uno la primera palabra que me venía
a la cabeza era warthog.
Esa tarde no teníamos programadas actividades
y la única opción era hacer fiaca!!! Así que aprovechamos para leer, descansar,
bañarnos y conectarnos unos minutos a Internet (era paga y extremadamente
lenta) para avisar que estábamos vivos.
Terraza del lodge |
A las siete y algo pusimos en práctica el
“operativo repelente” y nos fuimos hacia el restaurante. Al mejor estilo anglosajón, ni bien abrió ya
estábamos ubicados en una de las mesas de la terraza -también había mesas en interior del salón como pueden ver en la foto de abajo-. Cada una tenía un par de velas que junto a las
estrellas del firmamento alumbraban el lugar; era una noche estrellada con una
temperatura muy amena, ideal para disfrutar de una cena al aire libre.
Todo listo para la cena |
Sin demora se acercó un camarero y nos
entregó el menú de la noche, que incluía dos opciones de entrada, plato
principal y postre.
Comenzamos por la sopa del día: vegetable soup.
Una cremosa y deliciosa sopa de hongos.
De entrada tuvimos que elegir entre: “Creamy
garlic snails” y “chicken liver”. En este momento, siendo consciente de lo que
escribí hubiese rechazado ambas ofertas, pero ese día fuimos por los
caracolitos. Nos trajeron un platito playo con varios “hoyitos” circulares
donde en cada uno había un animalito, todo cubierto por una exquisita crema con
queso gratinado; esto venía acompañado por varias tostadas de pan. Por la
consistencia y el sabor a nada, si no hubiese sabido que trataban de caracoles
hubiese apostado a que eran hongos.
![]() |
Tomé prestada esta foto de la web para que ilustrar mi descripción. |
Y seguimos luego con el main course! Seba fue
por las “Spare ribs” unas costillitas que no sé si eran de vaca o cerdo con muy
poca carne, acompañado por arroz y chauchas salteadas. Yo opté por el “chicken
cordon bleu”, una milanesa de pollo rellena con jamón, con papa asada, puré de
zapallo y los mismos vegetales. Todo muy rico!!!
Para culminar la cena: el postre!!! Seba fue
directo al panqueque con bananas y yo me quedé con una gelatina de nueces con
frutas, ambos venían acompañados de una bocha de helado.
Fue una noche soñada con comida deliciosa y
un ambiente disfrutable, musicalizado por el croar de las ranitas y el
chillidos de los murciélagos (esto último no me gusto tanto porque me dan
pánico!).
Habiendo comido como chanchitos regresamos a
nuestro bush camp donde nos encontramos que alguien había entrado a reacomodar
todos los almohadones de la cama y dejarnos en la almohada una galletita de
jengibre y un chocolatito que decía “Good night”. Un lindo detalle.
Sacamos todos los almohadones que alguien se
había esmerado en acomodar y nos fuimos a dormir!
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