sábado, 23 de mayo de 2015

Rumbo a Nelspruit, primeras impresiones de la región y el lodge

By Sole

Jueves 9 de octubre 2014

A las 7:30 hs nos pasó a buscar el transfer para llevarnos al aeropuerto, ya era hora de despedirnos de Cape Town.

Una vez más hicimos la transición entre los barrios más acomodados y los humildes townships, lo que me llevo a pensar en la desigualdad que aún persiste a pesar que ya pasaron más de 20 años de la abolición del Apartheid. La ley actual dice “todos son iguales”, pero no creemos que sea tan así. El hecho de que la mayoría de los “no- blancos” durante varias generaciones hayan estado privados de recibir una educación formal adecuada durante los años más oscuros del país tiene un impacto sobre la probabilidad de conseguir un empleo de calidad, y la consecuente posibilidad de progreso socioeconómico. En el poco tiempo que estuvimos en el país todos los empleados de limpieza de hoteles y aeropuertos, choferes, obreros de la construcción con los que nos cruzamos siempre fueron negros. Si bien es verdad que era mucho más probable que nos encontrásemos con individuos de esa raza por el simple hecho de que son mayoría (la relación entre negros/ blancos en la población es de alrededor de 10 a 1) creo que las diferencias que vimos van más allá de eso. Esperemos que con el tiempo las brechas se vayan achicando y que todos tengan las mismas posibilidades.

Entre un pensamiento y otro, en unos treinta minutos estábamos en el aeropuerto. Hicimos el check in y aguardamos al horario de partida del vuelo de Airlink –la low cost de South African–  con destino a Nelspruit, uno de los aeropuertos más cercanos al Parque Kruger. Con la experiencia del vuelo de Mango pensamos que no nos iban a dar ni un caramelo, pero no, esta vez nos dieron una bandejita con unos pinchos de pollo y una mini cheese cake de postre que fueron nuestro brunch.

A las 12:15 hs aterrizamos en el pequeño pero coqueto “Kruger Mpumalanga International Airport” que tiene aspecto de gran quincho con techo de paja.  Retiramos las valijas y ni bien salimos nos encontramos con Frank, nuestro chofer. Subimos al auto y salimos del aeropuerto viendo en el camino los primeros impalas de los miles que habitan la región. Tomamos una carretera de dos carriles que cada tanto se hace de tres (dos y un carril por lado en forma intermitente) para permitir que los vehículos se adelanten. De a poco comenzamos a sentir el calor del mediodía; hicimos una parada intermedia en una estación de servicio donde compramos algunas bebidas para no morir deshidratados!

Kruger Mpumalanga International Airport

El viaje iba a buen ritmo hasta que llegamos a una zona de obras: estaban repavimentando algunos sectores de la ruta. A los costados se extienden largas hileras de hombres vestidos de naranja con herramientas de trabajo, la mayoría sentados en el piso junto a una gran cantidad de envases de gaseosas vacíos. No podría calificarlos de vagos; resultaba inhumano trabajar a esa hora bajo el sol. No faltaban en las inmediaciones vendedores de bebidas y maní, y mujeres con canastas y cajas sobre la cabeza.

Luego pasamos un cartel que decía que el tiempo promedio de espera era de 45 minutos; nos alertó un poco. Había un sector de la ruta donde los 2 carriles se transformaban en uno, intercambiando el sentido de circulación cada 45 minutos. Esta vez tuvimos suerte, los que estaban haciendo la larga fila para pasar eran los que iban en sentido contrario.

Ruta del aeropuerto al lodge

Como todo lugar nuevo, puede ser interesante recorrerlo por primera vez; la segunda, tercera, cuarta vez se vuelve un poco tedioso… El camino tenía algunos sectores más interesantes y otros no tanto. Por momentos fuimos bordeando el río Crocodile, el cual se podía divisar con cierta dificultad entre la vegetación amarillenta. En otros sectores había cultivos, llamándonos especialmente la atención  los de bananas, que tenían los frutos tapados con bolsas de nylon opaco blanco o azul.

Luego de una hora y media de viaje tomamos un camino secundario y traspasamos el Portal de Marloth Park, una reserva/ complejo veraniego, y tras dar varias vueltas llegamos al lodge. Tuve la impresión que Grand Kruger Lodge estaba ubicado en el medio de la nada, aunque creo que voy a tener que retractarme de este comentario cuando les cuente sobre el resto de los alojamientos del viaje. Lo cierto es que viendo los mapas de las calles en Google, esperábamos encontrar en Marloth Park una especie de club de campo con hoteles y retaurantes, pero se trataba de una traza de calles de ripio entre la vegetación, con escasas construcciones.

Cuando hicimos el check in tuvimos que firmar el primer deslinde de responsabilidad del viaje. Con esa firma nos estábamos haciendo cargo de cualquier situación poco fortuita que nos sucediera tanto en el predio del lodge como en las excursiones a cargo de ellos. Si me comía un león ellos no se hacían cargo!

Nos asignaron una especie de cabaña, bush camp, equipada para cuatro personas (incluyendo dos baños completos). Estábamos más que cómodos: cama, pava eléctrica, heladera y ducha con agua caliente. Como suelo hacer en cada alojamiento, luego de acomodarme comencé con la lectura del reglamento del lugar hallando un dato muy curioso: recomendaban no caminar por los jardines entre el crepúsculo y el amanecer por el riesgo de ataque de animales salvajes…

Pronto nos pusimos los trajes de baño y nos fuimos hacia la pileta; era un espectacular día soleado y bastante caluroso. Nos embadurnamos de protector solar –ya estábamos tomando el antibiótico anti-malaria en cuyo prospecto decía que debíamos protegernos del sol para evitar lesiones de piel durante su uso- y nos ubicamos en las reposeras que rodeaban la pileta, cuya forma recreaba la silueta del continente africano. Un movimiento del otro lado de la cerca del hotel llamó mi atención, “mirá! un mono” le dije a Seba; cuando me acerqué al árbol descubrí que en realidad había media docena de simios. La sorpresa fue mayor aún cuando pasó caminando un warthog (facocero o jabalí verrugoso en castellano)!!!

Pileta con reposeras

Antes de seguir voy a hacer un comentario sobre el mix de nombre de animales que seguramente iré haciendo durante mi relato. Durante el viaje, salvo cuando hablábamos entre nosotros, el inglés era el idioma de comunicación con el mundo. Esto, sumando a que previamente habíamos estado leyendo algunas páginas web con las especies que íbamos a ver, hizo que o bien de algunos animales sepa el nombre en inglés y no en castellano, o que esté más familiarizada con el primero. Uno de los casos más patente eran los  jabalíes, cada vez que veíamos uno la primera palabra que me venía a la cabeza era warthog.

Esa tarde no teníamos programadas actividades y la única opción era hacer fiaca!!! Así que aprovechamos para leer, descansar, bañarnos y conectarnos unos minutos a Internet (era paga y extremadamente lenta) para avisar que estábamos vivos.

Terraza del lodge

A las siete y algo pusimos en práctica el “operativo repelente” y nos fuimos hacia el restaurante. Al  mejor estilo anglosajón, ni bien abrió ya estábamos ubicados en una de las mesas de la terraza -también había mesas en interior del salón como pueden ver en la foto de abajo-. Cada  una tenía un par de velas que junto a las estrellas del firmamento alumbraban el lugar; era una noche estrellada con una temperatura muy amena, ideal para disfrutar de una cena al aire libre.

Todo listo para la cena

Sin demora se acercó un camarero y nos entregó el menú de la noche, que incluía dos opciones de entrada, plato principal y postre.

Comenzamos por la sopa del día: vegetable soup. Una cremosa y deliciosa sopa de hongos.

De entrada tuvimos que elegir entre: “Creamy garlic snails” y “chicken liver”. En este momento, siendo consciente de lo que escribí hubiese rechazado ambas ofertas, pero ese día fuimos por los caracolitos. Nos trajeron un platito playo con varios “hoyitos” circulares donde en cada uno había un animalito, todo cubierto por una exquisita crema con queso gratinado; esto venía acompañado por varias tostadas de pan. Por la consistencia y el sabor a nada, si no hubiese sabido que trataban de caracoles hubiese apostado a que eran hongos.

Tomé prestada esta foto de la web para que ilustrar mi descripción.

Y seguimos luego con el main course! Seba fue por las “Spare ribs” unas costillitas que no sé si eran de vaca o cerdo con muy poca carne, acompañado por arroz y chauchas salteadas. Yo opté por el “chicken cordon bleu”, una milanesa de pollo rellena con jamón, con papa asada, puré de zapallo y los mismos vegetales. Todo muy rico!!!

Para culminar la cena: el postre!!! Seba fue directo al panqueque con bananas y yo me quedé con una gelatina de nueces con frutas, ambos venían acompañados de una bocha de helado.

Fue una noche soñada con comida deliciosa y un ambiente disfrutable, musicalizado por el croar de las ranitas y el chillidos de los murciélagos (esto último no me gusto tanto porque me dan pánico!).

Habiendo comido como chanchitos regresamos a nuestro bush camp donde nos encontramos que alguien había entrado a reacomodar todos los almohadones de la cama y dejarnos en la almohada una galletita de jengibre y un chocolatito que decía “Good night”. Un lindo detalle.

Sacamos todos los almohadones que alguien se había esmerado en acomodar y nos fuimos a dormir!

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