By Sole
Otra vez parados frente al cartel de Oromahoe road esta vez optamos por el camino costero a Paihia.
Sonaba lindo, pero el problema era que primero teníamos que llegar a la costa, más precisamente a Opua que era desde donde partía el coastal track… La soledad nos acompañó en los siguientes 4 km que fuimos caminando por la ruta de ripio abierta en medio de las colinas, delimitada por bosques a ambos lados; en todo el trayecto apenas pasaron 4 autos y 0 caminantes. Si bien el terreno era oscilante e irregular en algunos sectores, no tenía grandes desniveles. Casi al final del camino comenzaba el pavimento y las casas con sus prolijos jardines. Seguimos derecho hasta que desembocamos en una calle que bajaba hacia el muelle de Opua; los carteles indicaban que estábamos a 1,5 km del mismo.
Faltaba poco para llegar a Opua!!! |
Si no necesitas mesa te sientas con el banco con una linda vista! |
Seguimos caminando pendiente abajo los metros que nos faltaban. Nos impresionó la cantidad y variedad de flores y plantas en los jardines de las casas, apuesto que es algo que toman bien en serio a lo que le dedican mucho tiempo y parte del presupuesto del hogar. Era raro ver alguna entrada con yuyos o con el pasto alto y descuidado. Entre tantas observaciones, y especulaciones como “podría movemos venir a trabajar de jardineros a NZ”, cuando nos quisimos dar cuanta ya estábamos en el muelle! Ahí mismo hicimos una parada en el General Store para comprar un helado y galletitas. Era el mediodía y teníamos hambre.
A pocos metros de ahí encontramos el inicio del Opua- Paihia Coastal Walkway, un sendero de 6 km que conectaba ambas localidades. Mi primer Coastal Track!!! Los primeros metros discurrían por la playa por un entarimado sobre elevado que eliminaba el problema del nivel de la marea permitiendo la circulación cuando la misma estaba alta, para luego seguir por un camino consolidado entre plantas y arbustos que brindaban algo de protección del sol, viento y eventuales lluvias. No lo mencioné, pero en el cielo había algunas nubes bastante oscuras que anunciaban eventuales precipitaciones.
En un punto del recorrido que no puedo precisar nos encontramos con un cartel que indicaba la presencia de un mirador que estaba a 5 minutos de distancia. Siempre dispuestos a explorar un poco más allá, tomamos el desvío que escalera mediante (que pasaba por el costado de una casa) terminaba en un lookout con una vista tan limitada que hizo que no valiera la pena el esfuerzo de la subida. Justo cuando estábamos regresando al camino principal comenzó a garuar… por suerte la vegetación era bastante tupida y nos protegió las gotitas. Pronto la nube que nos cubría se desplazó unos metros y la garua cesó.
Disfrutamos mucho del recorrido que iba acercándose y alejándose en forma intermitente de la playa, pasando por sector de manglares (habiendo pasado por ese ecosistema el día previo en el sendero a las Haruru Falls entendimos de qué se trataba) justo antes de llegar a la ruta.
A esa altura giramos, y avanzamos en forma paralela a la misma metiéndonos unos metros más adelante en un parque privado de camping para campervans. No estábamos seguros si debíamos ir por ahí o no, pero al encontrarnos con el cartel de “walkway” que indicaba el inicio del sendero luego de atravesarlo (e invadir la privacidad de los acampantes) confirmamos que no nos habíamos perdido.
Seguimos bordeando la costa, haciendo alguna que otra parada en los bancos que estaban distribuidos a lo largo del camino. Cuando estábamos a un par de kilómetros del destino volvimos a encontrarnos con la ruta que a ese nivel cruzaba una desembocadura al mar puente mediante; continuamos caminando por el sector peatonal del mismo, sin cruzarlo. A partir de ahí el track discurría entre la carretera y una playa hasta llegar a una bifurcación. Dependiendo el nivel de la marea se podía optar por seguir caminando por la playa propiamente dicha o ir bordeando la ruta. Por suerte, en ese momento la marea estaba baja y pudimos elegir la primera opción.
El cambiar de superficie, una combinación de arena con distintos grados de humedad y rocas, nos resultó divertido ya que al ir por la zona más húmeda (donde el esfuerzo era menor) teníamos que estar atentos a que no viniera alguna más ola grande que nos mojase los pies... Los caracoles y los bivalvos que colgaban de algunas piedras también contribuyeron a la distracción. En un momento levantamos la vista y nos encontramos con un lugar familiar. Tras unas dos horas de caminata habíamos llegado.
Justito en ese momento se largó a llover violentamente. Como no teníamos paraguas, sólo atinamos a cruzar corriendo la calle y meternos en el primer negocio que encontramos: una licorería. Estuvimos unos dos minutos dando vueltas por el liquor place donde la variedad de bebidas era sorprendente. Seba se quedó con las ganas de llevarse alguna cervecita para después, todas venían en pack de seis y él apenas quería una. Cuando salimos ya no llovía; había sido un chaparrón aislado. Rápidamente caminamos las cuadras que nos separaban del hotel y agotados nos sentamos a merendar en el balcón siendo testigos de lo cambiante del tiempo que iba de sol a lluvia en cuestión de minutos. Nos dimos unas más que merecidas duchas y dedicamos el resto del día a leer y escribir.
Seba fue el encargado de preparar la cena: pasta Alfredo. No se imaginen que se calzó el delantal y gorro de cheff, y se puso a amasar y preparar una salsa gourmet… esas cosas las dejamos para casa. La tarea consistía en reconstituir el contenido de la caja de pasta con salsa deshidratada que habíamos comprado. Es todo un desafío sacar algo decente de ahí, sobre todo cuando uno comprueba que se requieren 250 ml de leche que no tiene… a falta de leche el agua abundaba! Habiendo decidido hacer ese reemplazo, el temerario hombre anunció “Lo voy a hacer a ojo”, lo que minutos después fue seguido de un “esto no espesa, parece que tiene mucho líquido”. De alguna manera que desconozco los fideos con salsa se cocinaron (no me atreví a entrar a la cocina), y comimos las “tres porciones” que contenía el paquete que ni siquiera llegaban a ser dos. Debo admitir que sobrevivimos a la técnica “a ojo” de Seba, y a pesar de que esta vez funcionó la próxima vez nos propusimos leer los ingredientes extras que requiere la preparación.