viernes, 24 de marzo de 2017

Templos, pagodas y dumplings en Suzhou

By Sole

No sé cuanto habremos caminado hasta llegar al Wen Temple, pero estimo que al menos nos llevó media hora más. Definitivamente el tiempo ya no estaba de nuestro lado, y a las nubes se le había sumado una suave garúa intermitente que nos llevó a preguntarnos: "Seguimos o nos sentarnos en algún café?". Decidimos seguir.

Cuando llegamos, la desolación del lugar nos hizo dudar si no nos habíamos equivocado de templo. Tal vez no formaba parte del circuito de los tours turísticos o el hecho de que parte se encontrase en remodelación evitaba la visita de las grandes masas humanas. Tras esquivar el andamiaje que recubría el arco de la entrada, ingresamos al complejo por una de las galerías laterales en cuyas paredes había varias estelas. Tal como habíamos visto en el Templo de la Literatura de Hanoi acá también estaban esas grandes piedras con inscripciones talladas que seguramente recordarían los logros de alguien, pero en mejor estado de conservación; quizás eran más nuevas o quizás habían sido víctimas de la restauración compulsiva china.


Estelas de graduados

Detrás del andamio, y entre las galerías laterales había un jardín muy bonito con algunos bonsáis, y coronando el lugar una estatua de Confucio invitándonos a entrar a su templo. Luego de sacarnos una foto con el anfitrión, aceptamos su invitación e ingresamos al edificio que guardaba una colección de instrumentos musicales –algunos bastante extraños y de gran tamaño-, un cuadro del pensador y varios objetos más. Todo se encontraba en perfecto estado y con colores tan vivos que parecía que había sido pintados recientemente.


Confucio y su templo de fondo

La entrada

Uno de los tantos instrumentos

Aprovechando la tranquilidad reinante en el lugar y que en ese momento no llovía, nos sentamos en uno de los bancos del jardín a descansar, y comer un sándwich y los maníes que seguían formando parte de nuestro equipaje diario. Con un poco más de energías terminamos de recorrer el predio que incluía un anexo lateral con otro templo -albergaba una gran figura del señor Confucio-, una gran fuente y los sanitarios. No lo voy a calificar de must, pero creo que es uno de las atracciones de Suzhou que merecen una visita si sobra algo de tiempo.


Imagen del segundo templo

Siguiente punto en el mapa: Ruiguang Pagoda (Auspiciuos light pagoda). Esta estructura de trece pisos construida alrededor del año 240 y posteriormente restaurada en reiteradas oportunidades es reconocida por ser la primera perteneciente a la religión budista en la ciudad. A medida que nos fuimos acercando al estacionamiento notamos la gran cantidad de micros aparcados; eso sumado a las gotas que caían del cielo, hicieron que le sacásemos algunas fotos desde el exterior y emprendiéramos el regreso.


Ruiguang Pagoda

Bajo la garúa caminamos en forma sostenida hasta la zona céntrica, donde finalmente llegó el tan ansiado café que veníamos postergando. Esta vez optamos por un Starbucks donde descansamos y escribí un rato mientras disfrutábamos de un rico capuchino.

Ya habíamos cubierto los principales puntos turísticos que teníamos marcados en el mapa. Así que el resto de la tarde quedaba para descansar y caminar libremente.

Dimos varias vueltas por la zona comercial descubriendo que el H&M que estaba cerca del hotel ya no existía. Con bastante decepción decidimos volver a Pinjiang road para recorrer el sector que nos había faltado. 

A pesar de estar más concurrida que a la mañana aún conservaba cierto encanto y seguía siendo un lugar agradable para caminar. En esta ocasión pudimos ver una balsa de bambú en la que el “gondoliere” mientras remaba les iba cantando a su grupo de clientes compuesto por “mujeres de la quinta década”.


Tendrá wifi la "góndola"?

En el regreso al hotel tomamos una calle en la que estaba la entrada a un “mercado de animales”; no entramos por miedo a contagiarnos alguna peste, pero en las inmediaciones se veían jaulas, algunas vacías y otras llenas de pájaros y conejos.

Tras una parada en el hotel que incluyó la degustación de una papas Lays de pepino y unas Pringles regulares, alrededor de las 19 hs salimos a cenar. La noche anterior habíamos visto un lugar que vendía dumplings; recordando que nos habían gustado cuando los habíamos comido en Beijing decidimos darle una chance. Cuando entramos en Chen Yang descubrimos que tenía una cartelera como las de los fast food, pero completamente en chino!!! Mientras sacábamos el papel con la lista de comida que incluía los caracteres locales para ver si lográbamos descifrar algún nombre, alguien nos dijo “hablan español?”. Resultó ser un joven chino que hablaba inglés y algo de castellano por haber vivido en Colombia. Nos indicó cuales eran los dumplings de cerdo y nos recomendó pedir los de cangrejo, y acompañar la comida con una sopa… Hicimos el pedido señalando un listado: una opción de dumplings, una opción de sopa y dos lemon juices –el agua mineral brillaba por su ausencia-.




Luego de pedir y pagar, con señas nos indicaron que la comida iba a tardar unos 10 minutos. Nos acomodamos en una de las mesas del salón que estaba en el primer piso, y luego del tiempo de espera estimado el pedido subió en un pequeño monta carga y nos fue entregado.

El momento de la verdad había llegado! Recibimos una vaporera con los dumplings de cerdo, una sopa con fideos de aspecto de spaghettis pero transparentes (debían ser de arroz) y unas tiritas de carne (99% segura que era lengua de algún animal) flotando en un caldo super picante que generaba adormecimiento de los labios. Pero lo peor de todo vino a la hora de probar la bebida… debe haber habido algún problema de interpretación porque en lugar de jugo de limón nos dieron dos vasos de leche de soja tibia. Comimos los dumplings –la mayoría se los comió Seba porque el cerdo mucho no me gusta-, y algunos fideos de la sopa cuyo picante tratamos de calmar con algunos sorbos de ese líquido blanco caliente con sabor a poroto de soja, hasta que las nauseas nos impidieron seguir. A pesar de haber comido bastante poco y apenas tomado 1/3 de la leche quedamos con una sensación de pesadez tal como si hubiésemos comido un montón. A esta altura puedo decir que fue la peor comida del viaje superando al Mc Donald’s del aeropuerto de Guangzhou.


Los dumplings

Caminamos un poco para ver si se nos iba la fea sensación estomacal, y terminamos en el hotel tomando un té de jazmín para matar el recuerdo del sabor a soja… Nos fuimos a dormir teniendo la certeza de que iba a amanecer lloviendo.

domingo, 19 de marzo de 2017

Suzhou, la Venecia china?

By Sole

28 de Octubre 2016

Considerando que estaba pronosticado lluvia para los siguiente días, a las 6:30 hs ya estábamos desayunando. Teníamos que aprovechar al máximo el día soleado que se avecinaba. Además, habíamos leído que el mejor horario para visitar los jardines de la ciudad era bien temprano a la mañana, antes que llegaran los tours chinos que venían en day trips desde Shanghai. Imaginen como seguimos al pie de la letra el consejo que ese día hicimos un desayuno rápido y discreto a pesar de todas la opciones que había en el comedor.

Ajustándonos a nuestro plan ni bien desayunamos iniciamos la caminata hacia el “Humble Administrator's Garden”, el jardín más grande y representativo de Suzhou. Tras haber pasado un par de días en Hanoi, poder caminar por veredas, y cruzar calles con semáforos con un tránsito no tan caótico nos resultó sumamente placentero.

Tal como esperábamos cuando llegamos había muy poca gente; de hecho ni tuvimos que hacer fila para sacar las entradas (90 Yn cada una), la empleada de la boletería estaba esperándonos. Aprovechando el silencio, y la poca gente –en general eran personas solas o parejas- fuimos recorriendo ese gran complejo exquisitamente diseñado en el que convivían los jardines propiamente dichos con flores, césped y arbustos, pérgolas, construcciones que parecían jardines de invierno cuidadosamente amueblados, estanques y cursos de agua atravesados por pequeños puentes de piedras. En un sector había una colección impresionante de bonsáis; nunca habíamos visto una colección tanta grande y variada. 

Varias tomas del jardín (antes de los tours)

Jardín de bonsáis

Mi fotógrafo favorito

Nos resultó un lugar muy lindo para una caminata matutina, sacar fotos, o sentarse a comer algo o leer un libro... al menos esa fue nuestra impresión hasta que a las 8:45 horas nos cruzamos con la primera oleada de orientales aglutinados detrás de un guía con la infaltable banderita. En pocos minutos el jardín perdió la paz y se transformó en un caos; no faltaban los gritos, gente vestida con los colores más estridentes y las combinaciones de ropa de lo más bizarras empujándose entre sí y peleando por un lugar para sacarse una selfie. Llegó un momento en que parecían hasta salir de debajo de las piedras!!! Tras observar un rato la escena como si fuese un experimento sociológico pusimos fin a la visita y dijimos “hora de partir!”.

El jardín (con los tours)

Nuestra recomendación: para disfrutar del lugar y sacar lindas fotos hay que estar ahí a cuando abre sus puertas.

Sin planificarlo, y solo porque estaba al lado y era gratis entramos al Museum of Suzhou. Poco recuerdo de esa atracción que no logró captar nuestra atención. Recorrimos rápidamente varias salas donde estaban expuestas algunas piedras talladas, abanicos, piezas de cerámica de distintas dinastías, y un par de pinturas modernas. Ingresar fue fácil –más allá de pasar por el scanner de seguridad-, pero salir fue casi una tarea imposible. Guiados por los aislados carteles que indicaban la salida terminamos en una especie de laberinto pasando de una sucesión de pasillos hasta que finalmente encontramos la calle.

Cuando logramos salir ya había bastante gente en la calle, incluidas varias personas con carteles escritos en chino en sus manos que intentaron insistentemente vendernos algo que estimo que eran tours… como no teníamos interés en contratar nada ni ser víctimas de un scam ni siquiera les dimos la posibilidad de que nos explicaran de que se trataba. Huimos por la primera calle que encontramos, alejándonos rápidamente de la muchedumbre y de estos estos individuos. Guiados por el excelente sentido de la orientación de Seba llegamos a Pingjiang road, una callecita muy pintoresca que conservaba un canal de agua y varios puentes para permitir el cruce de la calle. Fuimos caminando por la peatonal que corría paralela al canal en el cual circulaban algunos botes de bambú con turistas cual góndolas venecianas. Completaban el paisaje pequeños locales con productos artesanales, cafés y puestos de expendio de jugos naturales. Tuvimos la impresión de estar recorriendo una escenografía donde todo estaba colocado a propósito para crear una escena idílica quedada en el tiempo, salvo por las siempre presentes motos que hacían caso omiso al hecho que la calle fuese peatonal e iban esquivando gente tocando insistentemente sus bocinas. Como en todo lugar representativo o pintoresco de una ciudad había varias parejas de novios o tal vez recién casados en trajes tradicionales sacándose fotos. A pesar de la sensación de artificialidad con la que nos quedamos, consideramos que es uno de los lugares más lindos de Suzhou que merece una visita. 


Uno de los canales de Suzhou
Just married?

Buscando algo más autentico tomamos una de las callejuelas perpendiculares. Excelente decisión! Nos encontramos con otra vía peatonal y otro canal, pero con muy poca gente y en lugar de negocios casas que nos recordaron a lo que en Argentina llamamos “casas chorizos” -una entrada con un largo pasillo del que salían varias puertas-. Como detalles de color recuerdo la ropa tendida en la calle sin ningún tipo de pudor ni temor a que alguien “tomase prestada” alguna de las prendas en las que había grandes calzones.

Orgulloso de mis calzones

Teníamos marcados en el mapa varios puntos de interés a visitar, pero ninguno con la calificación de imperdible; eran simplemente las “atracciones” de la ciudad que las guías mencionaban. Así fue que llegamos al “Couple's garden”. Qué nombre romántico… hasta que uno ver un tour entrando y el lugar pierde todo romanticismo. Como sólo estábamos dispuestos a pagar los 25 Yn a cambio de un rato de silencio y tranquilidad, desistimos de entrar…

Si bien no entramos eso no impidió que nos sentásemos en un banco en las inmediaciones del ticket office a descansar y picar algo mientras veíamos a los grupos de turistas de lo más extravagantes yendo hacia el jardín.

Habiendo recuperando algo de energía y en vistas de que el día venía desmejorando –ya no quedaba nada del sol de la mañana-, decidimos seguir viaje; no había tiempo que perder! Tras caminar un par de metros nos encontramos con un paseo que corría paralelo a un sector reconstruido de la antigua muralla de la ciudad. Del lado interior de la muralla había varios bancos para sentarse, estatuas de figuras humanas en tamaño real representando distintas profesiones, y pequeños bares y restaurantes –estos últimos hacia el final del recorrido-. Del lado de afuera, encontramos un canal de mayor tamaño que los anteriores por el circulaban algunas lanchas con contingentes de turistas. Disfrutamos mucho esa caminata sobre todo por la poca gente que había.



El siguiente punto que teníamos marcado en el mapa eran las “Twin pagodas”. Caminamos varias cuadras, haciendo una de nuestras casi obligatorias paradas en un par de supermercados. Como casi todos los que habíamos visto hasta el momento también eran pequeños pero con los productos alimenticios más artificiales y menos apetecibles del mundo como las “garritas de pollo” envasadas al vacío que merecieron una foto.

Comemos???




Entre una cosa y otra, cuando nos quisimos dar cuanta habíamos pasado de largo las pagodas. Qué raro! Reconozco que podemos habernos distraído un poco con los supermercados, pero no tanto como para no ver dos pagodas! Volvimos sobre nuestros pasos y no vimos nada… más raro aún… no podían haber desaparecido. Reevaluamos el mapa y estaban marcadas ahí… Esta vez decidimos ir por el otro lado de la calle, tal vez el mapa era “orientativo” y no daban a la avenida. Nos metimos en un callejón paralelo a  Ganjiang dong road y fuimos buscándolas detenidamente entre los restaurante hasta que finalmente las encontramos. Realmente el lugar desde la calle no llama mucho la atención y no hay un cartel indicativo claro. Con tan solo mirar a través de la puerta nos llevamos una gran decepción; eran más pequeñas de lo que imaginábamos y con muy poco espacio verde alrededor. Una vez más desistimos de pagar la entrada –que en este caso era de 8 Yn- y decidimos seguir caminando hasta el Templo Wen o de Confucio.

sábado, 11 de marzo de 2017

Amanecimos en Hanoi... anochecimos en Suzhou

By Sole

27 de Octubre 2015

Nos levantamos con el canto del gallo a las seis de la mañana. Una vez más a las 6:30 estábamos paraditos en el comedor esperando que comenzaran a servir el desayuno. Teniendo un largo viaje por delante iniciamos la mañana con un exquisito omelette de jamón, queso, champignones y tomate. A esta altura los huevos se estaban transformando en habituales matutinos.




Hicimos el check out recibiendo de cortesía por haber elegido ese hotel un paquete de café. Nos generó bastante curiosidad, pero tendríamos que esperar a regresar a Buenos Aires para probarlo.

A las 7:15 ya estábamos en el transfer del hotel hacia el aeropuerto. Los hoteles suelen ofrecer este servicio a menor costo que un taxi; en este caso nos costó U$S 15. Entre el caos de motos, que no creo que haya sido mayor al habitual, terminamos tardando una hora hasta destino.

Una vez más nos encontrábamos con un aeropuerto con aspiraciones primermundistas en de un país tercermundista, un gran contraste entre la puerta de entrada y salida del país, y el país en sí. Eso sí, los precios de los locales también eran del primer mundo… 

Terminamos en una larga espera que incluyó cambio de puerta de embarque y un retraso de más de una hora donde la gran estrella fue la falta de información. Casi todos los pasajeros fuimos pasando uno o uno por el mostrador de embarque recibiendo como respuesta que había que esperar. De hecho recién “oficializaron” en la pantalla a las 10:50 hs el retraso del vuelo que debía embarcar a las 9:30. Una vez más Vietnam Airlines partiendo a horario y manteniendo a sus clientes informados…

En algún momento incierto que no recuerdo subimos al avión y partimos. Si bien la aerolínea no se destaca en la atención al cliente en suelo, en el aire parece funcionar mejor. Voy a reconocer que tuvimos un vuelo tranquilo con un almuerzo bastante decente. En esta oportunidad la clásica pregunta “meat or pasta” fue reemplazada por “pork or chicken”, y para evitar dudas o tal vez solucionar el problema de la barrera idiomática la asistente de abordo iba mostrando una foto del plato con una breve descripción. Elegimos el chicken with chilly sauce and fried rice. Considerando que el vuelo solo duró 2:30 hs, fue un muy buen servicio.

Esta vez ingresamos a China por el aeropuerto Pudong de Shanghai. La organización del sector de migraciones no tenía nada que ver con la del caótico aeropuerto de Beijing; parecían países diferentes. Nos encontramos con carteles indicativos, filas correctamente delimitadas y hasta con información del tiempo estimado de espera. Luego de casi media hora de fila estábamos otra vez oficialmente en China.

Siguiendo los carteles “Long distance buses station”, fuimos raudamente hacia la parada de micros. Justo llegamos a las 15:20 hs, 10 minutos antes de que partiera el siguiente servicio hacia Suzhou. Con una pronunciación horrible que fue corregida por la empleada como “sútzoou” y ayudados por el infalible papel con el nombre de la ciudad de destino sacamos los pasajes; tal como teníamos previsto pagamos 84 Yn por cada uno.

Guiados por el lenguaje de seña de los empleados de la terminal nos subimos a un micro. Como siempre estuvo presente durante casi todo el viaje la pequeña gran duda “nos habremos subido al bus correcto?”

Si bien estuvimos al menos una hora en Shanghai, tiempo en que tardamos de ir de un aeropuerto a otro, no conocimos más que sus autopistas. Nos tomó otros 60 minutos llegar a Suzhou, y otra hora más hasta la parada final en la estación de buses. Fue un viaje bastante aburrido, donde lo único que vimos fue una gran cantidad de complejos de altos edificios habitacionales, en su mayoría vacíos y con aspecto de haber sido construidos recientemente. Otra muestra más del boom inmobiliario del país.

Ya era de noche cuando llegamos a destino; de hecho había anochecido antes de las 18 horas. Caminamos unos cuantos metros guiados por un par de carteles hasta que descubrimos que la parada de taxi se encontraba en el subsuelo de la estación de trenes que estaba al lado. Tras hacer una fila de 10 personas finalmente subimos a un auto. Recordando algunos timos y recomendaciones que habíamos leído nos aseguramos que el taxista activara el relojito que resultó ser más evolucionado que el de los taxis de Buenos Aires; discriminaba el precio en tres componentes: bajada de bandera, kilómetros recorridos, y tiempo parado sin avanzar. Raudamente recorrimos los 3,8 km, que hasta incluyeron un extraño giro a la izquierda donde impresionaba estar prohibido y el choque con una moto en el que nadie resultó herido a pocos metros del hotel. Cuando terminó la charla o discusión entre el taxista y el motoquero (hay veces que hablan de una forma tan exaltada que cuesta distinguirlo) pagamos los 12 Yn y bajamos del último transporte del día!

Cuando pusimos un pie dentro de Soul hotel pudimos comprobar que era tan bizarro como lo habíamos imaginado por las fotos, pero mucho más grande. Acostumbrados a las pequeñas hosterías nos sentimos como una hormiga más en un gran hormiguero con más de 40 habitaciones por piso. Una de las grandes curiosidades eran los tres ascensores, cada uno tenía una decoración particular que seguía una temática y altoparlantes con música –en general caribeña- de fondo. Estaba el de los "guerreros de terracota" con imágenes de los ejércitos que habíamos visto en Xi'an, para los más pequeños el ascensor "nave espacial" y por último "el comunista" que incluía un monitor en la pared con imágenes de actos políticos de Mao.




Siguiendo con las cosas extrañas, ni bien bajamos del ascensor nos encontramos con un hall con espejos que distorsionaban la imagen. Para subir o bajar la autoestima en segundos… 

Viendo todo esto tuvimos miedo de entrar a la habitación… Esta, si bien tenía una decoración particular –no tan extravagante como los espacios comunes-, era grande y confortable. Igual creo que hubiese resultado divertido encontrarse con un cuarto tan “artístico” como los ascensores y halls.




Luego de tanto viaje estábamos cansados. No obstante nos acondicionamos un poco y salimos a dar una vuelta por los alrededores. Apenas habíamos recorrido unos metros por una calle muy tranquila cuando de repente nos encontramos con una peatonal repleta de negocios con las características marquesina con luces de neón de todos los colores y música a todo volumen que podría haber desencadenado una convulsión al estilo Pokemon.




Cansados y sin encontrar un lugar para comer que nos tentara terminamos en un Pizza Hut… cada vez que pruebo comida chatarra de este tipo de cadenas de comida me da menos ganas de regresar. Como hacía bastante que no comíamos nuestra pizza semanal, decidimos darle una oportunidad. Tras analizar el sector de pizzas de la carta –donde más del 90% tenían carne y/o embutidos-, terminamos pidiendo dos individuales, una “vegetariana” (tomate, ananá, choclo, morrón, hongos y queso) y una bomba atómica con queso, hongos, pollo, panceta y salsa cheddar. Junto a la pizza pedimos agua mineral. Mientras esperábamos la comida, nos trajeron dos vasos con agua fría media alimonada, al igual que a las mesas de los alrededores. Vinieron las diminutas pizzas, que a mi gusto dejaban bastante que desear, pero de las botellitas de agua ni noticias. Reiteramos el pedido de agua, pero en lugar de recibir lo que esperábamos nos trajeron una jarra de agua fría. Evidentemente el lugar no trabajaba con agua mineral, y por desinterés o barrera idiomática solucionaron el problema trayendo un poco de agua de la canilla. Igual no me voy a quejar de esta cena, porque no fue la peor que tuvimos en la ciudad...

Ya no nos quedaba energía para seguir andando y teníamos pensado arrancar el día siguiente bien temprano, así que optamos por la opción más razonable y tentadora: volver al hotel a dormir.

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sábado, 4 de marzo de 2017

Recorriendo Hanoi a pie

By Sole

26 de octubre 2016

Esa mañana había tiempo para disfrutar tranquilamente del desayuno. Tras acomodarnos en una de las mesas comenzó el desfile de comida que incluyó unos sabrosos scrambled eggs, pan, queso, papaya, sandía, yogur, jugo de maracuyá y café con leche. Seba cambió los huevos revueltos por un suculento triple de jamón, queso, tomate y pepino, y agregó un diurético té de jazmín. Bien cargados de energía y con dos bananitas en las mochilas nos fuimos a caminar… a las 7:30 hs ya estábamos en la calle.

A pesar del horario la ciudad estaba en plena actividad. Esa mañana de día lunes las madres llevaban a sus niños en moto al colegio, algunas personas desayunaban sopa en la calle, mientras que los vendedores ambulantes de frutas, verduras, carnes y pescados aguardaban a los compradores con su mercadería ya expuesta. Al alejarnos varias cuadras del hotel encontramos algunas veredas por las que se podía caminar, no porque faltasen las motos estacionadas sino porque eran más anchas dejando algo de espacio para los peatones. Sin embargo había que estar atento a las eventuales motos que decidían circular por la acera en lugar de hacerlo por la calzada…


Mercadería lista!!!

Si bien no teníamos un camino predeterminado, si teníamos un objetivo: el Mausoleo de Ho Chi Minh. Fuimos caminando tranquilamente en ese sentido disfrutando del paisaje y las invaluables imágenes de la vida cotidiana, todos esos detalles que uno se pierde si no recorre la ciudad a pie.




Cruzamos las vías del tren, que estimo que no debía tener mucha frecuencia por la cantidad de gente que circulaba o estaba sentada entre los rieles. Luego seguimos por una avenida terminando en una plaza donde había gente bailando, parecían estar haciendo su actividad física matutina. Nos llamó la atención lo cuidado que estaban los canteros, incluyendo uno con plantines que formaban un cartel que apuesto que era una propaganda política considerando los colores rojos y amarillos, y la bandera…


Espero que no venga el tren...



Atrás habían quedado las casas de uno o dos pisos con sus fachadas parcialmente cubiertas por densos ramilletes de cables, dando lugar a lujosas embajadas. Solo la constante presencia de motos nos ubicaba espacialmente en Hanoi.

Casi sin darnos cuenta terminamos en la explanada frente al Mausoleo de Ho Chi Minh, que poco tenía de la majestuosidad de su equivalente chino dedicado a Mao. Lo que si compartían ambos era la excesiva presencia de personal de seguridad, los grandes espacios abiertos en los alrededores sin utilidad aparente -más que congregar adeptos políticos en algún eventual acto-, y las gradas para observar los desfiles militares. En ese momento se me vinieron a la cabeza las palabras de nuestro guía Jack sobre el gran respeto que sintieron y sienten los vietnamitas por este líder revolucionario, llegando a considerarlo en algunos casos como un padre. No hay que tener demasiada imaginación para darse de cuenta del origen de esa idea tras haber visto los posters de propaganda política en los que se referían a este personaje como “uncle Ho” o lo mostraban en imágenes paternales rodeado de niños.


Mausoleo de Ho Chi Minh

El "paternal Ho Chi Minh" en una calle céntrica

Nuestra visita se limitó a caminar por la explanada y sacar un par de fotos, huyendo raudamente cuando los tours comenzaron a apoderarse del lugar. Luego de pasar las vallas seguridad y caminar unos metros encontramos el parque en el que se encontraba la “One Pillar Pagoda”, una discreta obra arquitectónica que representaba una flor de loto. Tal como su nombre lo indicaba esta reconstrucción (la original fue destruida en 1954 por las fuerzas francesas) estaba sostenida por un solo pilar, el cual estaba emplazado en un estanque con peces. Era bonita, pero mucho más pequeña de lo que esperaba, al punto de llegar a decir “esto es todo?”.

One Pillar Pagoda

Detrás de la pagoda había un masetero circular con un árbol en su interior que captó nuestra atención por la presencia de varios orientales que daban vueltas alrededor del mismo como si se tratase de una estupa. Algunos parecían muy concentrados en la actividad, con las manos en actitud de rezo, mientras que la mayoría iban charlando o caminando rápidamente y distraídos como si simplemente estuviesen cumpliendo con una sugerencia de su guía. Nos sentamos unos minutos a descansar en un banco que estaba en las inmediaciones mientras observábamos esta peculiar escena.


Lo dejo a su libre interpretación...

Completando el complejo había algunos puestos de souvenirs y baños públicos pagos. Quien había tomado previamente un diurético té de jazmín visitó los sanitarios, quedando sorprendido por la presencia de un árbol en medio de lavatorios, inodoros y mingitorios que se exteriorizaba a través de un agujero en el techo. Nadie puede decir que el recinto no estaba ventilado!!!

El siguiente punto en el recorrido era el Templo de la Literatura, que se encontraba a pocas cuadras. Al igual que el Templo de Confucio en Beijing, homenajeaba al gran pensador. Recordando la tranquilidad de su equivalente chino, esperábamos encontrar un espacio lleno de paz y silencio... Pagamos la entrada de 30000 VND, e ingresamos a este complejo que básicamente seguía con el concepto de templos que habíamos observado en otros lugares: patios o courtyards que incluían construcciones intercaladas con jardines cuidadosamente diseñados.


Literature Temple

Si bien en el país hay varios templos dedicados a Confucio este es el más importante por haber albergado a la primera universidad de Vietnam, la Academia Imperial, allá por el año 1076. Por sus aulas pasaron numerosos estudiantes –príncipes y personajes destacados de la sociedad del momento-, quedando como prueba de los que alcanzaron sus títulos doctorales estelas de piedra en las que están esculpidos los nombres; estas placas están ubicadas sobre tortugas, símbolos de la sabiduría y la longevidad. De las 116 erigidas originalmente en el año 1484, sobreviven 82.

Fuimos recorriendo tranquilamente los cinco patios. Tranquilamente es simplemente una forma de decir porque a medida que fueron pasando los minutos el lugar se fue atestando de gente. Distribuidos en los jardines y pabellones encontramos representaciones e imágenes de los cuatro animales sagrados del país (el dragón, el unicornio, la tortuga y el fénix), estatuas de Confucio, y figuras rodeadas de ofrendas de caramelos de colores con forma de frutas y obleas sabor queso. Quien pudiera ser una de esas figuras para recibir esas sabrosas ofrendas…




A pocos metros del último edificio del predio, que fue reconstruido en el año 2000 (el original había sido destruido en 1946), nos cruzamos con una campana y un tambor gigante que tuvimos muchas ganas de golpear; aclaro que nos quedamos con la ganas y solo le sacamos fotos.


Se quedó con las ganas...

Más allá de las construcciones nos entretuvimos observando un par de parejas de novios y varios graduados vestidos con togas y birretes que participaban de sesiones de fotos. Como suele pasar en occidente, en el grupo de estudiantes predominaban ampliamente las mujeres, quienes tras sacarse las primeras fotos se quitaron las togas quedando con las vestimentas tradicionales del país y zapatos de tacos altos a los que no parecían estar muy acostumbradas –caminaban tan mal como cuando yo me los pongo para ir a una fiesta-. La verdad es que estaban muy elegantes, y hay que reconocer que entre las asiáticas las vietnamitas nos parecieron las más bonitas por sus rasgos muy delicados.


Estela y graduados


El complejo contaba con baños pagos (1000 VND), un precio aceptable por su limpieza y hasta tener jabón líquido para lavarse las manos. No sé si la apreciación hubiese sido la misma de haberlos visitado un par de horas después, luego de que pasara toda la muchedumbre. Es sin dudas uno de los lugares que hay que visitar temprano en la mañana ni bien abre o tarde cuando los tours ya están por otros lares.

En contra de la corriente humana que iba ingresando raudamente salimos del predio, y enfilamos hacia la estación de tren. No teníamos intenciones de comprar pasajes, pero sí de curiosear un poco el interior. Por alguna razón estos lugares nos llaman la atención…

En los andenes pudimos ver un tren con bastantes años, o mejor dicho décadas de vida que no sé si estaría en funcionamiento o solo adornaba el lugar. El sector de venta de pasajes me recordó mucho a los viejos bancos de la city porteña con sus ventanillas de madera y vidrio; parecía quedado en el tiempo. Como si fuésemos pasajeros nos sentamos unos minutos en la sala de espera, que tenía una temperatura muy agradable producto del aire acondicionado, y aprovechamos para descansar y evaluar como seguíamos el día. Iríamos hacia el lago!

Guiados por Seba que tiene una capacidad sobrenatural para seguir mapas con solo observarlos un rato antes de partir (y sin tenerlos en la mano para re-checkear), fuimos caminando hacia ahí. Hacía bastante calor y teníamos un poco de hambre, la combinación perfecta para que se nos antojase un helado. Como siempre pasa, cuando uno se pone a buscar algo no lo encuentra… caminamos, caminamos y caminamos y no encontramos helado. Ni siquiera estábamos buscando una gelateria italiana, simplemente buscábamos un mini market para comprar uno de lo envasados que viene en conos.

En lugar de helado encontramos otra cosa muy tentadora: librerías!!! Azarosamente terminamos en la zona de los bookstores que para mi felicidad tenían un sector más que interesante de libros en inglés. Por un rato me olvidé de los helados y sucumbí a mi debilidad perdiéndome entre las estanterías. Desde hacía unos días le teníamos ganas a una novela de la época del guerra “The girl in the picture” que habíamos visto en la parada rutera camino a Halong bay en versión trucha. No es infrecuente encontrar en los países de la zona libros con tapas que parecen originales, pero que el interior son fotocopias de calidad variable. Si bien no lo encontramos descubrimos otros que nos resultaron igualmente interesantes, en versión original y a un precio muy accesible (alrededor de 8 U$S). Más tarde volveríamos por ellos, teníamos que seguir con la búsqueda del helado!

Tuvimos que llegar a la zona caótica de los hoteles para encontrar un minisuper con una heladera llena de Conogol® y similares de una marca local. Guiándonos por los colores y dibujos elegimos dos, las inscripciones en los envases estaban en idioma local. Con una sonrisa en la cara fuimos a buscar un banco para sentarnos cerca del lago a degustar el “tesoro” que finalmente habíamos encontrado. Pese a no ser helados de heladería, estaban buenísimos!!!

Aprovechando el hermoso día caminamos un poco alrededor del lago, descubriendo la táctica de venta (que dudo que sea fructífera) de las vendedoras ambulantes. En su mayoría eran mujeres con grandes canastas cargadas con bollerías que parecían bolas de fraile; justo de “casualidad” cuando pasábamos junto a ellas la canasta nos golpeaba. La primera vez nos tomó por sorpresa y nos detuvimos 1 segundo, tiempo que fue suficiente para que nos ofreciera sus productos. Luego vimos que la situación se reiteraba, pero esas veces nos hicimos a un lado para evitar esas “colisiones casuales”.


Lago Hoan Kiem

A esa hora del día las calles comerciales estaban en su hora pico de actividad; nos unimos a la masa de gente que caminaba entre negocios y puestos. No creo que nos haya quedado calle por caminar! Como suele pasar en Asia, es fundamental el regateo para hacer rendir el dinero lo máximo posible. Tras entrar en varios locales nos llamó la atención la diferente predisposición hacia la venta, algunos vendedores demostraban tan poco interés que preferían permanecer con la vista fija en sus celulares y apenas nos respondían cuando preguntábamos algún precio, mientras que otros nos llamaban cuando nos alejábamos y comenzaban a bajar el precio tratando con gran insistencia que no siguiéramos caminando. A pesar de haber regateado en cada país que visitamos de Asia, aún encuentro la actividad agotadora y por momentos incómoda. Ni hablar del tiempo que se pierde negociando y buscando productos de una calidad aceptable y que a uno le guste para llegar a un mejor trato.

Como era de esperar las cosas más lindas y de mejor calidad, teniendo en cuenta los precios que se manejan en el lugar, eran caras; aunque si la comparábamos con los precios de Argentina pocas cosas eran realmente caras. En esa tarde –regateo de por medio- nos hicimos de varias chucherías como llaveros, magnets, adornos colgantes, cuencos de coco, monederos, y hasta una bermuda “North Fake” que Seba se probó en un fitting room improvisado con una tela negra extendida a lo ancho del local.

Seba cumplió su promesa y regresamos a las librerías de donde salimos con dos interesantes adquisiciones: un libro sobre la guerra y el ultra conocido e infaltable en las mochilas de mujeres viajeras “Eat, love and pray”. Aunque la parte de película que logré ver antes de dormirme (lo intenté un par de veces) me resultó bastante tediosa, decidí darle una oportunidad al libro.

El día estaba rindiendo en todo sentido, aún teníamos tiempo y bastante dinero para gastar. Nos dejamos perder un rato por las calles, pasando por un parque donde nos entretuvimos viendo a varias personas que jugaban una especie de futbol-vóley con una pelota de bádminton. Haciendo posteriormente una búsqueda en Google descubrí que jugaban Sepak takraw o vóley de puntapié, un deporte originario de China popular en el sudeste asiático. No estábamos tan errados en nuestra observación, es un juego con 3 jugadores por lado parecido al vóley en el que se utiliza una pelota de ratán que sólo puede ser tocada por los pies o la cabeza. Lo único extraño y que no encajaba en la descripción era la pelota de bádminton y la cantidad de jugadores que variaban de 1 o 2 por lado; tal vez era una versión local del juego...




Luego del momento deportivo del día llegó la merecida merienda. Siguiendo la recomendación de unos amigos fuimos a uno de los locales de Gecko. No puedo describir con palabras lo rico que estaban los “lassi” –bebidas a base de yogur- que pedimos. Elegimos un “mango lassi” (mango, leche de coco, yogur, leche) y un “pinneaple lassi” (ananá, leche y yogur), deliciosos y sobretodo refrescantes. La ubicación estratégica de la mesa -se encontraba en un primer piso junto a la ventana- nos permitió observar a los transeúntes y motos que pasaban por la calle sin sufrir el calor gracias al aire acondicionado. 


Mango & pineapple lassi

Caminamos un rato más por los locales de chuchería esquivando gente y motos hasta que decidimos dar por terminada la tarde de compras e ir a cenar. Alrededor de las 19 hs ya estábamos sentados en “The Orchid”, un restaurante recomendado por Tripadvisor y nuestros compañeros del tour a Halong Bay. Las mesas se encontraban distribuidas en habitaciones en distintos pisos del edificio. Como era temprano pudimos elegir una en el primer piso, cerca de una ventana. La decoración y calidez de la iluminación contribuían a crear un ambiente muy ameno; me sentí mucho más cómoda que en el lugar ostentoso de la noche anterior. Pedimos una cerveza Hanoi y un jugo de coco que resultó ser agua de coco que venía en su envase original. Mientras esperábamos la llagada del pescado grillado con la misteriosa guarnición “galanga and steamed rice fermented” (resultó ser un puñadito de fideos de arroz fritos) y los noodles de arroz salteados con pollo, nos trajeron unos snacks que parecían papas fritas. La comida resultó muy sabrosa; apostaría que fue la mejor que comimos en Vietnam. Para rematarla, en lugar de postre tomamos un milkshake de vainilla, chocolate y café. Yummy!!! Confirmamos que las críticas positivas estaban muy bien fundamentadas.




Cansados pero con el estómago más que contento volvimos al hotel a armar las valijas y a dormir; el próximo día teníamos que madrugar para seguir viaje!!!